August 04, 2006

 
La Ilusión del Desarrollo Planificado

Por: Roberto Brenes P. , Presidente de la Fundación Libertad de Panamá

La expansión del Canal encuentra a los panameños entretenidos como la Cucarachita Mandinga, sobre cómo gastarse la plata que generará el Canal. La discusión desemboca siempre en considerar un plan de desarrollo nacional como la vía infalible al Primer Mundo. Lo cierto es que los planes de desarrollo no son varitas mágicas y hay sobrada evidencia histórica sobre su ineficacia. Lo que los panameños necesitamos es tomarnos en serio y hacer las cosas que ya sabemos.

No hay nada que atice más la imaginación de los políticos y sus aprendices, que la idea de tener un plan de desarrollo el cual, como una sinfonía bien orquestada, fluye a través del tiempo hasta un final feliz. Persiguiendo esta noción constructivista de que el desarrollo es producto de un detallado plan de acción que nos aproxima a la excelencia y la riqueza, la humanidad ha dilapidado enormes recursos materiales y no pocas vidas.

La realidad es otra. Un ejemplo: los gloriosos planes del supremo Soviet y toda la planificación comunista rusa de 70 años, fueron un desastre económico y solo sirvieron como mecanismo de represión política contra la población. No hay nación desarrollada hoy que haya logrado su estatus gracias a un plan de desarrollo. Es más, el éxito reciente de China se debe precisamente a su "desplanificación" para volcarse a una economía de mercado abierta y descentralizada. Mientras los chinos vuelan, nosotros seguimos planeando el despegue.

Parte de la mitología sobre los planes de desarrollo es que necesitan billete para ponerlos a andar. Así, ahora con lo del ensanche tenemos la oportunidad dorada de catapultarnos a la riqueza y la felicidad. La cosa no es tan así; los recursos financieros pueden ser una condición necesaria pero no suficiente para producir desarrollo. Ahí está Venezuela, siempre cundida de planes de desarrollo -ahora chavistas antes adecos- camino a fumigarse la tercera fortuna petrolera en 50 años sin que allí se atisbe evidencia de "primermundismo", ni económico ni político. En el otro extremo, Japón un grupo de islotes bastante pobres sin recursos ni renta petrolera y solo una tercera parte del tamaño de Venezuela, es la segunda potencia económica mundial.

Si escribir un plan de desarrollo lo hiciese factible y exitoso hace tiempo seríamos ricos. Aquí hemos escrito varios planes y por lo menos tres estrategias para el desarrollo. Es que el problema no es ese. Cualquier esfuerzo para lograr un resultado específico requiere mucho más que pensarlo; exige la posibilidad de instrumentar y ejecutar ese emprendimiento con éxito, es decir la gente y la mística para echarlo adelante. Además, y muy importante; se requiere del marco institucional para capturar, preservar y diseminar los beneficios de ese emprendimiento.

Soñemos por un momento que mañana tuviéramos un doble presupuesto escolar. ¿Haría eso nuestra educación doblemente buena? ¿Tendríamos la capacidad de allegar esos recursos a los educandos? Apuesto que lo que se dobla son los sueldos y la burocracia. ¿Por qué? Porque a pesar de que decimos preciar la educación como resorte del desarrollo, no tenemos una visión compartida lo suficientemente fuerte para promover los cambios en la estructura educativa. Y eso no se arregla con más plata ni con pajas mentales; se arregla tomándonos el serio el compromiso educativo.

Después de la muerte de Franco, las fuerzas políticas de España se sentaron y convinieron en una visión común de la España que querían. No se sentaron a hacer un gran plan de desarrollo; decidieron tomarse en serio y lo pusieron por escrito. Este acuerdo que se conoce como el Pacto de la Moncloa es simplemente una declaración de actuar consistentemente y sin politiquerías en los temas que se requerían para salir adelante; y así fue.

Uno de los temas clave del Pacto fue reformar el sistema judicial. El acuerdo primordial fue; escoger, preservar y respetar la continuidad de los más capaces para reformar el sistema, o sea, nada de Cortes Supremas de amiguetes y mediocres. El sistema judicial español se transformó y es hoy un elemento clave en asegurar los derechos de los españoles, su propiedad y con ello los costos de transacción en la sociedad española. En un análisis FODA, el sistema judicial sería una fortaleza y una oportunidad para España. Igualito que aquí. Nuevamente pregunto, ¿es plata lo que nos falta? ¿Es que acaso no sabemos lo que pasa con la justicia y necesitamos un plan?
En su último libro, el Nobel Douglas North, nos recuerda que las instituciones de una sociedad son sólo el reflejo de las creencias de sus actores. Si de veras las pobres instituciones que tenemos reflejan nuestras creencias, bien servidos estamos. Si nos avergonzamos de ellas y de las secuelas de pobreza, desgreño y subdesarrollo en que vivimos, ¿qué estamos esperando para tomarnos en serio?

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