August 03, 2007

 
Los precios suben. ¿ Qué hacer?

Por Carlos Ernesto González Ramírez, de la Fundación Libertad de Panamá

( Publicado recientemente en el Newsletter XI de la Fundación )

El único sistema económico que se basa en la colaboración voluntaria para producir bienes y servicios es la economía de mercado. Una forma común de ejemplificar esta realidad lo constituye la producción de un lápiz. Si pensamos la cantidad de empresas que intervienen en la producción de un lápiz y los tiempos existentes entre el inicio de esa producción y el producto final, comprenderemos bien esta idea de colaboración voluntaria.
Para hacer un lápiz, alguien hace diez, quince o veinte años, debió iniciar el proceso de siembra de los árboles que servirán de insumo para el lápiz. Igualmente, otra persona debió iniciar la producción de caucho para los borradores y, un tercero, la extracción minera para la fabricación del grafito. Pero, además, alguien debió construir los medios de transporte para llevar esta materia prima a la fábrica de lápiz (barcos, camiones, etc.) y la infraestructura necesaria para que esos equipos funcionen (puertos, carreteras, etc.). Por supuesto, también alguien más debió invertir en construir la fábrica de producción de lápices y su distribución.
La pregunta que surge es ¿por qué cada una de estas personas decidió producir el bien o servicio que al final permitió la producción del lápiz? La respuesta es mucho más sencilla de lo que parece: el precio. En efecto, la señal que hace que alguien decida invertir su esfuerzo o sus ahorros en producir algo es que exista una demanda de ese producto a un precio atractivo. Sin el precio, no habría colaboración voluntaria y sería indispensable una planificación centralizada (sistema que ha fracasado en todos los lugares en que se ha instituido, porque es imposible conocer todas las necesidades humanas en un momento dado).

El precio tiende a bajar cuando se incrementa la cantidad de competidores. Baja no sólo por un efecto de oferta y demanda, sino también porque esa presión logra una mejoría en la productividad, lo que hace que sólo aquellos que puedan competir ante esta nueva realidad, se mantengan en el mercado. Es decir, el precio logra también mejorar la productividad y competitividad de las empresas y, por ende, de la sociedad en su conjunto.
Cuando un país como Panamá comienza a tener un crecimiento económico acelerado, la demanda por bienes y servicios locales se incrementa y los precios tienden a subir. Este incremento de la demanda genera más empleos (porque la demanda por trabajo también se incrementa). Eventualmente, los salarios comienzan también a subir por la escasez de personas disponibles.
Pero mientras esto sucede, la gente comienza a sentir que sus ingresos no le alcanzan para hacer frente a estos incrementos. Esto genera presión política para que las autoridades "hagan algo". Lo primero que se sugiere es que se regulen los precios de los bienes de primera necesidad y los que no lo son tanto. Otra sugerencia es el subsidio para estos bienes y servicios.
Cuando se opta por afectar el precio (subsidio o regulación), lo que usualmente acaba sucediendo es una de dos cosas: o se genera escasez o se fija un precio que garantiza la ganancia regulada del inversionista (por precio o por subsidio). Ambos escenarios comienzan a afectar la colaboración voluntaria (el que compra estos productos para distribuirlos o el que los produce deja de tener la señal fundamental y produce indistintamente de la realidad del mercado, sin cambiar su productividad, porque tiene garantizado su ingreso y su ganancia).
Afectar el precio es nefasto porque no resuelve el problema y acaba destruyendo el crecimiento económico y la competitividad de la economía. Así, de lo que era un círculo virtuoso de crecimiento, productividad, inversión y empleo, se pasa a un círculo vicioso de falta o distorsión en la inversión, de pérdida de competitividad, desempleo, corrupción y baja en la oferta y variedad de los bienes y servicios (la escasez nos hace más pobres a todos, menos a los privilegiados inversionistas que tienen precios seguros o subsidios).
En realidad, el único camino que permite que los precios bajen o no puedan subir, manteniendo el circulo virtuoso, es incrementando la presión sobre los precios por el lado de la oferta. El gobierno debe eliminar todas aquellas medidas que, de hecho o de derecho, impiden que más oferentes entren al mercado y presionen los precios hacia abajo. Por ejemplo, aranceles, restricciones a la inversión (comercio al por menor) y prácticas monopolísticas.

Con sólo mirar nuestro entorno podemos ver ejemplos del impacto en los precios cuando se incrementa la oferta. Esto ha sucedido con los precios de las llamadas telefónicas internacionales. Cada vez bajan más, cada vez hay más inversión y cada vez somos más competitivos en los servicios que se sirven de este medio de comunicación (call centers, por ejemplo). Exactamente lo contrario sucede con el arroz, por ejemplo, en donde la calidad y los precios se comportan en detrimento del consumidor. El primero es un mercado liberado, el segundo es un mercado controlado en cada una de las etapas de su cadena de producción y distribución.
La opción del gobierno está entre la colaboración voluntaria y la regulación de precios. La demagogia y la ignorancia empujan a la regulación y al subsidio. La responsabilidad y la estatura política, promueven la colaboración voluntaria eliminando las distorsiones que la impiden. Al final se trata de liberar al consumidor para que sea libre de adquirir los bienes y servicios que quiera, de donde quiera y cuando los quiera y no cuando así lo decida, por ley (la fuerza) un político o, por práctica monopolística, un empresario.

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