September 11, 2005

 
La Pobreza y sus Mitos

Por Olmedo Miró, de la Fundación Libertad, Panamá

El mito del “noble salvaje” es duro de matar. La idea de que existió una edad dorada de seres no corrompidos por la civilización todavía perdura en los sueños de opio de muchos.

¿Existió esa época en que el hombre vivió apegado a la naturaleza independiente de horarios, contratos y desigualdades como en la sociedad moderna? Sí, todos procedemos de algo como eso. Pero, ¿fue una época feliz? Definitivamente no, por lo menos ninguna persona sensata quisiera cambiar lo “moderno” por ese “idilio”. Sin embargo, ¿por qué tantas personas, aunque bien intencionadas, insisten en mantener las comunidades indígenas y campesinas de nuestro país congeladas en una edad de piedra sin los beneficios de los derechos de propiedad privada, a la libre contratación, y a convivir con el resto de la sociedad dentro del marco de un sistema legal igual para todos?

El motivo de este artículo surgió luego de una discusión que tuve con un amigo que trabaja con una ONG cercana a este tema. Él me comentaba con horror sobre cómo en una reserva indígena, donde los pobladores decidieron adoptar un régimen de propiedad privada, muchos residentes prefirieron vender lo suyo e irse del lugar. “No se debe permitir la propiedad privada en reservas indígenas”, exclamó mi amigo. Bueno, “si es así, deberías comenzar con pedir la cancelación de los títulos de propiedad sobre tu auto y tu departamento”, repliqué yo. “Pero esto es diferente”, me respondió. ¿Diferente en qué?

Aunque nunca he dudado de las buenas intenciones de algunas personas como mi amigo, sus ideas sobre el desarrollo y la sostenibilidad pecan de un grave error conceptual, consecuencia de un “sueño romántico” más que de un claro entendimiento de las claves del desarrollo y la sostenibilidad. La idea de un campesino autónomo, autosuficiente, independiente del comercio y la ciudad corruptora, utilizando pequeñas parcelas de terreno “auto-sostenibles” simplemente no es compatible con la superación de la extrema pobreza. Las sociedades que han logrado la superación de la pobreza y la prosperidad sin precedentes (como fue en occidente y ahora en el oriente) sólo lo han logrado a través de la especialización del trabajo, el comercio, y la intensificación del capital.

Con esto la idea de superar la extrema pobreza a través de fincas auto-sostenibles (o in-sostenibles, como decían) es un disparate sin sentido. Por otro lado, el acto de prohibir la propiedad privada en las comarcas indígenas es una crueldad que raya en el racismo.

A usted amable lector, que puede ser abogado, ingeniero, taxista, carpintero, doctor, empresario : ¿es usted auto-sostenible? Por supuesto que no, y si lo fuera sería muy, pero muy pobre, como aquellos campesinos e indígenas a quienes se les quiere imponer la auto-sostenibilidad. “Y qué acerca de la migración del campo a la ciudad, los problemas sociales que genera?”

Es el primer contra-argumento que salta a mi tesis. Bueno, yo contesto : “pareciera que son sólo los campesinos migrantes los únicos que leen los estudios sobre la pobreza en Panamá”. Según la mayoría de los estudios, la pobreza extrema y la desnutrición son fenómenos mayoritariamente rurales. Según estos estudios, la pobreza extrema en Panamá marca desde15% en la ciudad capital a más de 90% en las comarcas indígenas. La norma es que a medida que te alejes de la ciudad más es la tendencia a que aumente la pobreza y el daño ambiental.

Estas cifras concuerdan plenamente con las cifras históricas del desarrollo en los países del primer mundo. A medida que se intensifica el capital, y aumenta el “desarrollo”, la gente se integra a cadenas más especializadas de producción (se emplea). A fines del siglo XIX en Europa occidental y EU, el 80% de la población vivía en áreas rurales mientras que a finales del siglo XX menos del 5% lo hace. No hay duda que este cambio, como todo cambio, fue traumático. Sin embargo, aquellos ex campesinos europeos y norteamericanos no contaron con toda aquella plétora de medidas que encarecen la contratación en Panamá, tales como Código del Trabajo, salario mínimo, Seguro Social. Estas son las medidas que hacen tan difícil el empleo formal en Panamá, lo que ha hecho del empleo formal cosa de minorías (sólo 38% de la población mayor de 18 años lo tiene). Esto da como resultado que la migración del campo a la ciudad, en vez de producir un aumento en la productividad general del país, crea todo tipo de “traumas sociales” de que tanto nos quejamos.

Si verdaderamente queremos eliminar la pobreza extrema en Panamá, dejemos entrar a los campesinos e indígenas a las cadenas productivas formales del país eliminando las barreras de entrada y las legislaciones discriminatorias. Esto es realmente sostenible y provechoso para todos.

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