December 09, 2005
La Política Agropecuaria es una Fábrica de Pobres
Por Carlos E. González Ramírez, de la Fundación Libertad de Panamá
La población panameña, según el censo 2000, alcanzó un total de 2 millones 839 mil personas, de las que el 62% vivía en área urbana y 38% en área rural. En lo que a pobreza se refiere, las siguientes son las cifras del informe del PNUD al respecto (año 200): Los pobres urbanos son 408 mil personas, que equivale al 23% del total de población urbana, la cual es de un millón 764 mil personas. Los pobres rurales son 723 mil, que equivale al 91% del total de la población rural, que es de 789 mil .
Es decir que, a pesar de que la población urbana es sustancialmente mayoritaria (62%), los pobres rurales son sustancialmente más que los urbanos en términos absolutos. Hay 1.8 pobre rural por cada pobre urbano. Además, es muy significativo que el 91% de la población rural sea pobre y que gran parte de la pobreza urbana es de origen rural que ha emigrado a las ciudades.
Es obvio, pues, que en el campo está nuestra principal fuente de pobres y que sólo con un esfuerzo claro, dirigido a lograr más inversión, empleos y mejores condiciones de trabajo para estas personas, lograremos combatir la pobreza en nuestro país.
Para ello debemos comenzar por un análisis desapasionado de la realidad económica de nuestro campo. Ese análisis debe hacerse con los pobres en mente y no con los beneficiarios de esta triste realidad, que son los que normalmente hablan de lo que sucede en el campo.
Lo cierto es que desde el año 1951 se inició una política sistemática de promoción del agro a través de la protección contra la competencia extranjera. Esta política, aún vigente, es la que ha producido este desbarajuste social que tenemos en Panamá y es la principal causa de la inequidad en la producción de riqueza.
Esto es así por una sencilla razón : Panamá tiene un mercado interno extremadamente pequeño. Si la enorme mayoría de las 789 mil personas que viven en el campo depende de producir comida para los 2 millones 839 mil panameños (que los incluye a ellos), el resultado es un exiguo ingreso (38% de la población dependiente de la producción de comida es demasiada gente para tan poco consumo).
Para lograr cambiar esto, la producción agrícola debe ir enfocada al mercado mundial. Sólo mediante esta transformación lograremos que estas personas salgan de la pobreza. Pero eso no es lo que estamos haciendo. Al contrario, promovemos activamente la producción para el mercado local. Esta promoción se convierte en un impuesto a la exportación y en una importante distorsión de los costos internos para la producción agropecuaria, lo que nos resta competitividad en los productos de exportación.
Si de verdad queremos solucionar el problema de la pobreza, tenemos que cambiar la política agropecuaria, en especial, dejar de proteger la producción hacia dentro y promover, por todos los medios legítimos posibles, la producción de exportación. Al revés de lo que sucede actualmente (en donde casi toda la inversión es para la producción de consumo interno), es necesario que se logre incrementar la inversión privada en el sector de exportación. Probablemente, trayendo inversionistas del extranjero y promoviendo la inversión local.
Tal vez para aquellos que aún no se convencen de lo que aquí propongo, es importante que les recuerde otras cifras, pero en esta ocasión sobre la producción agrícola y el empleo. En el año 2002, la producción del sector primario, incluyendo pesca, minas, producción agrícola de exportación y acuicultura, fue apenas 7% del PIB. Es decir, 38% de la población vive del 7% de la producción.
Aún más grave, a pesar de que la población rural representa el 38% de la población total del país, los empleos del sector primario apenas representan el 17% del total de empleos de Panamá. Y es que lamentablemente no pueden representar más, porque la producción no puede crecer más allá del crecimiento vegetativo de la población panameña.
Por todo lo anterior, creo que el gobierno tiene un gran reto y una gran oportunidad. Tendrá éxito en la medida en que conserve en su mente –y como su norte- a esos 723 mil pobres rurales, y aleje de sí a todos aquellos que, como viven tan solo de las decisiones políticas, se le acercarán como libélulas a la luz.
Por Carlos E. González Ramírez, de la Fundación Libertad de Panamá
La población panameña, según el censo 2000, alcanzó un total de 2 millones 839 mil personas, de las que el 62% vivía en área urbana y 38% en área rural. En lo que a pobreza se refiere, las siguientes son las cifras del informe del PNUD al respecto (año 200): Los pobres urbanos son 408 mil personas, que equivale al 23% del total de población urbana, la cual es de un millón 764 mil personas. Los pobres rurales son 723 mil, que equivale al 91% del total de la población rural, que es de 789 mil .
Es decir que, a pesar de que la población urbana es sustancialmente mayoritaria (62%), los pobres rurales son sustancialmente más que los urbanos en términos absolutos. Hay 1.8 pobre rural por cada pobre urbano. Además, es muy significativo que el 91% de la población rural sea pobre y que gran parte de la pobreza urbana es de origen rural que ha emigrado a las ciudades.
Es obvio, pues, que en el campo está nuestra principal fuente de pobres y que sólo con un esfuerzo claro, dirigido a lograr más inversión, empleos y mejores condiciones de trabajo para estas personas, lograremos combatir la pobreza en nuestro país.
Para ello debemos comenzar por un análisis desapasionado de la realidad económica de nuestro campo. Ese análisis debe hacerse con los pobres en mente y no con los beneficiarios de esta triste realidad, que son los que normalmente hablan de lo que sucede en el campo.
Lo cierto es que desde el año 1951 se inició una política sistemática de promoción del agro a través de la protección contra la competencia extranjera. Esta política, aún vigente, es la que ha producido este desbarajuste social que tenemos en Panamá y es la principal causa de la inequidad en la producción de riqueza.
Esto es así por una sencilla razón : Panamá tiene un mercado interno extremadamente pequeño. Si la enorme mayoría de las 789 mil personas que viven en el campo depende de producir comida para los 2 millones 839 mil panameños (que los incluye a ellos), el resultado es un exiguo ingreso (38% de la población dependiente de la producción de comida es demasiada gente para tan poco consumo).
Para lograr cambiar esto, la producción agrícola debe ir enfocada al mercado mundial. Sólo mediante esta transformación lograremos que estas personas salgan de la pobreza. Pero eso no es lo que estamos haciendo. Al contrario, promovemos activamente la producción para el mercado local. Esta promoción se convierte en un impuesto a la exportación y en una importante distorsión de los costos internos para la producción agropecuaria, lo que nos resta competitividad en los productos de exportación.
Si de verdad queremos solucionar el problema de la pobreza, tenemos que cambiar la política agropecuaria, en especial, dejar de proteger la producción hacia dentro y promover, por todos los medios legítimos posibles, la producción de exportación. Al revés de lo que sucede actualmente (en donde casi toda la inversión es para la producción de consumo interno), es necesario que se logre incrementar la inversión privada en el sector de exportación. Probablemente, trayendo inversionistas del extranjero y promoviendo la inversión local.
Tal vez para aquellos que aún no se convencen de lo que aquí propongo, es importante que les recuerde otras cifras, pero en esta ocasión sobre la producción agrícola y el empleo. En el año 2002, la producción del sector primario, incluyendo pesca, minas, producción agrícola de exportación y acuicultura, fue apenas 7% del PIB. Es decir, 38% de la población vive del 7% de la producción.
Aún más grave, a pesar de que la población rural representa el 38% de la población total del país, los empleos del sector primario apenas representan el 17% del total de empleos de Panamá. Y es que lamentablemente no pueden representar más, porque la producción no puede crecer más allá del crecimiento vegetativo de la población panameña.
Por todo lo anterior, creo que el gobierno tiene un gran reto y una gran oportunidad. Tendrá éxito en la medida en que conserve en su mente –y como su norte- a esos 723 mil pobres rurales, y aleje de sí a todos aquellos que, como viven tan solo de las decisiones políticas, se le acercarán como libélulas a la luz.