February 10, 2006

 
El TLC y el Nuevo Machete de la Dignidad

Por Raúl Eduardo Molina, Fundador de la Asociación de Consumidores Libres de Panamá

A raíz de la renuncia presentada por el ganadero Laurentino Cortizo al cargo de Ministro de Desarrollo Agropecuario, ha surgido, como hongos después del aguacero, una oleada de supuesto nacionalismo, para oponerse al TLC.

La renuncia de Cortizo, así como también la del director de Cuarentena Agropecuaria, Concepción Santos Sanjur, también ganadero, se debieron, según ellos, a la intolerable petición de los negociadores norteamericanos de que Panamá reconociera las certificaciones emitidas por las autoridades sanitarias de Estados Unidos (EU), con respecto a las exportaciones agropecuarias de dicho país hacia Panamá, lo cual, según algunos, “viola la soberanía de Panamá, pone en peligro la sanidad del sector agropecuario panameño y pone en peligro la salud de los panameños”. Como ejemplo de los peligros que puede representar la petición de los negociadores americanos, se citó la existencia de un brote del mal de las vacas locas en el ganado de EU en el 2005.

La verdad es que la famosa carta presentada por los negociadores estadounidenses es perfectamente compatible con las normas legales panameñas y ello es conocido por el ganadero Cortizo, pues ejercía el cargo de Legislador de la República cuando se aprobaron las correspondientes leyes. En efecto, La Ley 1 del 2001 sobre medicamentos (art. 80 y 81) y la Ley 29 de 1996, por la cual se dictan normas de defensa de la competencia y se adoptan otras medidas (art. 240), establecen que Panamá puede reconocer los certificados de Libre Venta y los Registros Sanitarios expedidos por autoridades sanitarias de otros países cuyos altos estándares sean reconocidos internacionalmente.

Todo lo que tiene que hacer el equipo negociador panameño para garantizar a nuestros productores el acceso al mercado norteamericano es solicitar a Estados Unidos reciprocidad en el reconocimiento por parte de dicho país de los certificados emitidos por las autoridades sanitarias panameñas, tal como hacen los funcionarios sanitarios de los países de la Unión Europea.

En cuanto al famoso brote de vacas locas, el aviso fue dado por las propias autoridades sanitarias norteamericanas, quienes, además, aclararon que el animal afectado había sido importado de Canadá y que nunca entró a la cadena de comercialización.

Lo que llama la atención de este sainete es que esas mismas autoridades panameñas que se rasgaban las vestiduras para “proteger la salud de los panameños”, no hayan prohibido el sacrificio de ganado para consumo humano en Panamá, ante la existencia de brotes de brucelosis bovina y tuberculosis bovina en nuestro país, según lo informa la propia página web del MIDA.

Esta oleada de pretendido nacionalismo me recuerda a las tácticas utilizadas por un famoso miembro de un partido político, que ante la crisis política desatada en nuestro país a fines de los años 80, no tuvo ningún empacho en recomendarle al Gabinete al cual pertenecía, la utilización y abuso del argumento del nacionalismo para mantenerse en el poder.

En esta ocasión, el estandarte del nacionalismo vuelve a ser blandido, tal como también se hizo en su momento con el “machete de la dignidad”, con el objetivo de seguir manteniendo a los tres millones de consumidores panameños como rehenes de un grupo de privilegiados, obligándonos a todos a comprarles los productos alimenticios de la canasta básica a precios de un 35% por encima del precio internacional de esos mismos productos en promedio.

Lo cierto es que el ex ministro y el ex director de Cuarentena Agropecuaria son ganaderos , por lo que tienen un interés particular en esta cuestión. Por más que digan que les preocupa la salud de los panameños, como consumidor quiero que se respete mi derecho a comprar libremente los productos disponibles en el mercado internacional.

Mucho tiempo tenemos los tres millones de consumidores panameños como rehenes, obligados a pagar altos precios por la canasta básica solamente para beneficio de unos pocos privilegiados y beneficiarios del proteccionismo que a los demás nos ahoga.

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