April 12, 2006
Breverías : En los Buenos Tiempos del Tío Joe
Franklin D. Rooseveet, al final de su vida , llamaba a Stalin de esa forma. Además lo consideraba como un tipo bondadoso y preocupado por el bienestar de la población. ¿Cómo pudo equivocarse de esa forma?.
Del mismo modo que se equivocan la mayoría de los gobernantes democráticos con respecto a la mayoría de los tiranos, con la única condición de que sean izquierdistas. Lean Cómo Terminan las Democracias, de Revel, y verán algunas docenas de ejemplos.
Pero dejemos el exordio. Resulta que, el domingo pasado, un lector me comentó sobre una anécdota del Archipiélago Gulag que no incluí en mi post, precisamente porque quería ponerla aparte. Ahí va :
“Se celebraba una conferencia distrital del Partido. Al final se adoptó una resolución de fidelidad al camarada Stalin. Todos se pusieron en pie y empezaron a aplaudir. El problema era que los de la NKVD ( policía política ) observaban para ver quien era el primero que dejaba de aplaudir. En el minuto once, el director de la fábrica de papel dejó de aplaudir e inmediatamente todos hicieron lo mismo.
Aquella misma noche le arrestaron y le cargaron 10 años. El juez del sumario le recordó : Nunca sea el primero en dejar de aplaudir.”
Franklin D. Rooseveet, al final de su vida , llamaba a Stalin de esa forma. Además lo consideraba como un tipo bondadoso y preocupado por el bienestar de la población. ¿Cómo pudo equivocarse de esa forma?.
Del mismo modo que se equivocan la mayoría de los gobernantes democráticos con respecto a la mayoría de los tiranos, con la única condición de que sean izquierdistas. Lean Cómo Terminan las Democracias, de Revel, y verán algunas docenas de ejemplos.
Pero dejemos el exordio. Resulta que, el domingo pasado, un lector me comentó sobre una anécdota del Archipiélago Gulag que no incluí en mi post, precisamente porque quería ponerla aparte. Ahí va :
“Se celebraba una conferencia distrital del Partido. Al final se adoptó una resolución de fidelidad al camarada Stalin. Todos se pusieron en pie y empezaron a aplaudir. El problema era que los de la NKVD ( policía política ) observaban para ver quien era el primero que dejaba de aplaudir. En el minuto once, el director de la fábrica de papel dejó de aplaudir e inmediatamente todos hicieron lo mismo.
Aquella misma noche le arrestaron y le cargaron 10 años. El juez del sumario le recordó : Nunca sea el primero en dejar de aplaudir.”