April 14, 2006
¡Que Ironía!
Por Olmedo Miró, de la Fundación Libertad de Panamá
Hace algunas semanas, comienzo el día con una sorpresa muy agradable. Voy a abrir mi buzón de correo electrónico y me encuentro que tengo 25 veces el espacio disponible en mi buzón más un sin número de nuevas opciones. ¡Qué bueno! Y pensar que yo ni siquiera lo había pedido. ¿Qué más puedo pedir cuando de todas maneras estoy recibiendo el servicio gratuito?. Eso, en un país donde el monopolio postal gubernamental, ni siquiera pagando, te puede encontrar un apartado para ti y qué decir de la permanente incertidumbre de su servicio.
¿Qué es lo que hace que esto sea así?. ¿ Qué irónico, no?. El servicio postal gubernamental con sus más de 100 años de estar en el mercado, con su ideario de servicio “universal” de “bien publico”, apenas puede brindar un servicio mediocre a las pequeñas élites que tienen la suerte de tener un apartado postal. Por otro lado, una transnacional, sin habérselo pedido y sin ninguna ley nacional o internacional que la obligue, nos da un servicio cada vez mejor ofreciendo productos que hace solo 10 años ni siquiera era posible imaginárselos, ofreciéndolos en una forma tan universal que ni tu nacionalidad, estatus social, ni siquiera tu nombre importan para adquirir todas estas ventajas.
¿Se acuerdan ustedes cuando tener celular era un símbolo de estatus en este país?. Y así me puedo extender comparando los servicios en el sector privado con los servicios estatales. Casi es una norma que en el sector privado todos los días nos encontramos con mejoras y nuevas ventajas que ni siquiera hubieran podido haber sido pensadas por los agentes estatales. ¿Quién ha ido al cine últimamente?. ¿Se han dado cuenta cómo han mejorado las salas?. Ojalá que los hospitales públicos puedan ofrecer la mitad de las mejoras que algo tan trivial como los cines locales ofrecen. Y qué decir las escuelas públicas?. Un servicio tiene que ser muy malo cuando aun siendo gratuito, la gente prefiere pagar para obtener algo mejor en el sector privado.
La razón de este fenómeno deriva de un simple hecho, que a diferencia de los servicios estatales, los servicios del sector privado no regulado, sólo se pueden ganar el favor del público ofreciendo mejor calidad y precio que su alternativa. Mientras que en el sector público eso ¡qué importa!. Los clientes son literalmente cautivos como lo puede atestiguar la clase media panameña, que a pesar de que ya ha pagado la cuota del Seguro Social, todavía tiene que pagar otro seguro privado para asegurarse su salud. Se imaginan ustedes ir de madrugada a un cine para conseguir una cita para ir a ver la película “El Señor de los Anillos”, cita que dan para el mes siguiente, como lo tienen que hacer los miles de usuarios del Seguro Social para conseguir sus citas médicas.
El problema es que, a diferencia del sector privado no regulado, el costo de las decisiones en el sector público es “cero”, lo que significa que para el sector estatal las consecuencias de tomar malas decisiones es “cero” debido a que sus clientes no tienen la opción de cambiar de Estado, por lo menos a un costo razonable. Esto a diferencia del sector privado no regulado, donde, si por ejemplo, tengo que esperar de madrugada para conseguir cupo para una película, bueno, me cambio de cine y basta. Así, en el servicio de correo electrónico, antes mencionado, la compañía no tuvo más opción que mejorarlo substancialmente porque sabía que sus clientes, en cualquier momento, se podían mover a la competencia a un tremendo costo para sus accionistas. En el caso del Estado, este problema se resuelve mandándote un “policía” para impedir tu “deserción” como cliente.
Gracias a Dios que Internet todavía no se considera un servicio de índole “social” lo que en términos prácticos significaría un servicio fuertemente racionado y de mala calidad. Suerte que los cines son todavía considerados un lujo, que no merece ser regulado, lo que significa que constantemente vamos a tener mejores salas a buenos precios y con disponibilidad permanente. Qué tragedia, que salud y educación son considerados “sociales”, lo que significa intromisión política, mala calidad, permanente falta de disponibilidad, y una eterna “crisis” en ambos sectores.
Yo sueño con que un día se pueda escuchar a todos los padres de familia de este país diciendo : “cómo ha mejorado la educación de mi hijo”. Sueño en que un día todos los trabajadores puedan maravillarse de cómo mejora la atención de salud que reciben. Pero mientras el Estado siga metiendo sus garras en esos sectores sólo veremos que lo único que mejora en este país será la calidad de los lujos superfluos tales como cerveza y salas de cine. ¡Qué ironía!.
Por Olmedo Miró, de la Fundación Libertad de Panamá
Hace algunas semanas, comienzo el día con una sorpresa muy agradable. Voy a abrir mi buzón de correo electrónico y me encuentro que tengo 25 veces el espacio disponible en mi buzón más un sin número de nuevas opciones. ¡Qué bueno! Y pensar que yo ni siquiera lo había pedido. ¿Qué más puedo pedir cuando de todas maneras estoy recibiendo el servicio gratuito?. Eso, en un país donde el monopolio postal gubernamental, ni siquiera pagando, te puede encontrar un apartado para ti y qué decir de la permanente incertidumbre de su servicio.
¿Qué es lo que hace que esto sea así?. ¿ Qué irónico, no?. El servicio postal gubernamental con sus más de 100 años de estar en el mercado, con su ideario de servicio “universal” de “bien publico”, apenas puede brindar un servicio mediocre a las pequeñas élites que tienen la suerte de tener un apartado postal. Por otro lado, una transnacional, sin habérselo pedido y sin ninguna ley nacional o internacional que la obligue, nos da un servicio cada vez mejor ofreciendo productos que hace solo 10 años ni siquiera era posible imaginárselos, ofreciéndolos en una forma tan universal que ni tu nacionalidad, estatus social, ni siquiera tu nombre importan para adquirir todas estas ventajas.
¿Se acuerdan ustedes cuando tener celular era un símbolo de estatus en este país?. Y así me puedo extender comparando los servicios en el sector privado con los servicios estatales. Casi es una norma que en el sector privado todos los días nos encontramos con mejoras y nuevas ventajas que ni siquiera hubieran podido haber sido pensadas por los agentes estatales. ¿Quién ha ido al cine últimamente?. ¿Se han dado cuenta cómo han mejorado las salas?. Ojalá que los hospitales públicos puedan ofrecer la mitad de las mejoras que algo tan trivial como los cines locales ofrecen. Y qué decir las escuelas públicas?. Un servicio tiene que ser muy malo cuando aun siendo gratuito, la gente prefiere pagar para obtener algo mejor en el sector privado.
La razón de este fenómeno deriva de un simple hecho, que a diferencia de los servicios estatales, los servicios del sector privado no regulado, sólo se pueden ganar el favor del público ofreciendo mejor calidad y precio que su alternativa. Mientras que en el sector público eso ¡qué importa!. Los clientes son literalmente cautivos como lo puede atestiguar la clase media panameña, que a pesar de que ya ha pagado la cuota del Seguro Social, todavía tiene que pagar otro seguro privado para asegurarse su salud. Se imaginan ustedes ir de madrugada a un cine para conseguir una cita para ir a ver la película “El Señor de los Anillos”, cita que dan para el mes siguiente, como lo tienen que hacer los miles de usuarios del Seguro Social para conseguir sus citas médicas.
El problema es que, a diferencia del sector privado no regulado, el costo de las decisiones en el sector público es “cero”, lo que significa que para el sector estatal las consecuencias de tomar malas decisiones es “cero” debido a que sus clientes no tienen la opción de cambiar de Estado, por lo menos a un costo razonable. Esto a diferencia del sector privado no regulado, donde, si por ejemplo, tengo que esperar de madrugada para conseguir cupo para una película, bueno, me cambio de cine y basta. Así, en el servicio de correo electrónico, antes mencionado, la compañía no tuvo más opción que mejorarlo substancialmente porque sabía que sus clientes, en cualquier momento, se podían mover a la competencia a un tremendo costo para sus accionistas. En el caso del Estado, este problema se resuelve mandándote un “policía” para impedir tu “deserción” como cliente.
Gracias a Dios que Internet todavía no se considera un servicio de índole “social” lo que en términos prácticos significaría un servicio fuertemente racionado y de mala calidad. Suerte que los cines son todavía considerados un lujo, que no merece ser regulado, lo que significa que constantemente vamos a tener mejores salas a buenos precios y con disponibilidad permanente. Qué tragedia, que salud y educación son considerados “sociales”, lo que significa intromisión política, mala calidad, permanente falta de disponibilidad, y una eterna “crisis” en ambos sectores.
Yo sueño con que un día se pueda escuchar a todos los padres de familia de este país diciendo : “cómo ha mejorado la educación de mi hijo”. Sueño en que un día todos los trabajadores puedan maravillarse de cómo mejora la atención de salud que reciben. Pero mientras el Estado siga metiendo sus garras en esos sectores sólo veremos que lo único que mejora en este país será la calidad de los lujos superfluos tales como cerveza y salas de cine. ¡Qué ironía!.