April 24, 2006
Reflexiones : Las Dificultades del Capitalismo Liberal
La inmensa mayoría de la humanidad ha sido inmensamente pobre durante casi toda la historia humana. Cuando hablo de pobreza, hablo también de todas las consecuencias que se derivan de la misma, como viviendas miserables, falta de higiene, corta vida, ignorancia, falta de libertad.
Ha sido el capitalismo, sobre todo el liberal, el que liberó la capacidad y creatividad humana de modo que, en poco más de dos siglos, un gran porcentaje de la humanidad pudo abandonar la pobreza y vivir bajo condiciones previamente inimaginables. Creo que no hay ninguna duda de que una persona actual de clase media vive mucho mejor que un soberano de hace cuatro siglos.
Cabría pensar que los logros del capitalismo liberal serían reconocidos y alabados como se merecen. Pero no es así. Lo que recibe constantemente son invectivas, que raramente llegan a críticas, desde todos los ángulos. Los tradicionalistas lo acusan de destruir las costumbres, modos de vida, e instituciones de las sociedades precapitalistas. Según ellos, en estas sociedades había un mayor sentido de comunidad, de familia, de relación saludable con la naturaleza, y de sentido espiritual y religioso de la vida.
Los comunistas, socialistas, y progresistas lo critican por la existencia de un determinado porcentaje de pobreza, sobre todo en ciertos continentes y países. Es decir, por no haber eliminado en dos siglos toda la pobreza acumulada durante cientos y miles. Los intelectuales se quejan de que empresarios a quienes consideran incultos y poco valiosos hagan fortunas mientras ellos viven existencias relativamente modestas. Por su parte, muchos eclesiásticos, de diferentes denominaciones, lo condenan por fomentar el materialismo, el egoísmo, el consumismo, y la paganización de la sociedad. Y desde luego, los ecologistas lo hacen responsable de todos los problemas ecológicos existentes y por descubrir.
Independientemente de su validez, más bien escasa, estas críticas son entendibles. Por ejemplo, nadie criticaría al feudalismo por la pobreza. Todo el mundo, excepto unos pocos privilegiados, eran pobres. Las críticas sólo aparecen cuando las condiciones han mejorado de tal forma que parece factible una mejoría adicional.
Vivir bajo el capitalismo liberal no es fácil. Exige una serie de cualidades y valores que no son fácilmente practicables y que, en muchos casos, no son suficientemente apreciados. Algunos de ellos son : creatividad, iniciativa, prudencia, apertura al cambio, adaptabilidad, honestidad, trabajo duro, frugalidad, y espíritu de servicio.
El empresario debe servir a sus clientes si quiere permanecer en el negocio. Los clientes mandan. Pueden cerrar el negocio si deciden dejar de comprar sus productos o servicios. El futuro es siempre incierto. Por eso hay que estar innovando constantemente y adaptándose al gusto de los consumidores, e incluso descubriendo sus necesidades antes de que los mismos consumidores lo sepan. La tentación a la que sucumben muchos es el mercantilismo, es decir, obtener ganancias mediante privilegios concedidos por el Estado en vez de sirviendo a los volubles consumidores. Así se obtienen restricciones a la competencia, subsidios, ayudas, desgravaciones fiscales, préstamos favorables, y otros favores.
Por su parte el trabajador también necesita muchas de las cualidades señaladas anteriormente. Destaquemos solamente que debe capacitarse constantemente, no sólo para adaptarse a los cambios de la empresa, sino para cambiar de empresa e incluso de tipo de trabajo. Hoy día nadie tiene garantizado que su empresa existirá dentro de diez años o quince años, y lo mismo se aplica al tipo de trabajo.
En cuanto a los gobernantes y políticos en general, los principios del capitalismo liberal chocan fundamentalmente con sus tendencias naturales, ya que ellos aspiran a expandir constantemente el rol del Estado.
El capitalismo liberal es difícil, y propiamente hablando, casi no existe. Lo que tenemos en casi todas partes es una mezcla, en proporciones variables, de mercantilismo, estatismo, y liberalismo. A esto es a lo que algunos llaman, con expresión poco feliz, “neoliberalismo”.
La inmensa mayoría de la humanidad ha sido inmensamente pobre durante casi toda la historia humana. Cuando hablo de pobreza, hablo también de todas las consecuencias que se derivan de la misma, como viviendas miserables, falta de higiene, corta vida, ignorancia, falta de libertad.
Ha sido el capitalismo, sobre todo el liberal, el que liberó la capacidad y creatividad humana de modo que, en poco más de dos siglos, un gran porcentaje de la humanidad pudo abandonar la pobreza y vivir bajo condiciones previamente inimaginables. Creo que no hay ninguna duda de que una persona actual de clase media vive mucho mejor que un soberano de hace cuatro siglos.
Cabría pensar que los logros del capitalismo liberal serían reconocidos y alabados como se merecen. Pero no es así. Lo que recibe constantemente son invectivas, que raramente llegan a críticas, desde todos los ángulos. Los tradicionalistas lo acusan de destruir las costumbres, modos de vida, e instituciones de las sociedades precapitalistas. Según ellos, en estas sociedades había un mayor sentido de comunidad, de familia, de relación saludable con la naturaleza, y de sentido espiritual y religioso de la vida.
Los comunistas, socialistas, y progresistas lo critican por la existencia de un determinado porcentaje de pobreza, sobre todo en ciertos continentes y países. Es decir, por no haber eliminado en dos siglos toda la pobreza acumulada durante cientos y miles. Los intelectuales se quejan de que empresarios a quienes consideran incultos y poco valiosos hagan fortunas mientras ellos viven existencias relativamente modestas. Por su parte, muchos eclesiásticos, de diferentes denominaciones, lo condenan por fomentar el materialismo, el egoísmo, el consumismo, y la paganización de la sociedad. Y desde luego, los ecologistas lo hacen responsable de todos los problemas ecológicos existentes y por descubrir.
Independientemente de su validez, más bien escasa, estas críticas son entendibles. Por ejemplo, nadie criticaría al feudalismo por la pobreza. Todo el mundo, excepto unos pocos privilegiados, eran pobres. Las críticas sólo aparecen cuando las condiciones han mejorado de tal forma que parece factible una mejoría adicional.
Vivir bajo el capitalismo liberal no es fácil. Exige una serie de cualidades y valores que no son fácilmente practicables y que, en muchos casos, no son suficientemente apreciados. Algunos de ellos son : creatividad, iniciativa, prudencia, apertura al cambio, adaptabilidad, honestidad, trabajo duro, frugalidad, y espíritu de servicio.
El empresario debe servir a sus clientes si quiere permanecer en el negocio. Los clientes mandan. Pueden cerrar el negocio si deciden dejar de comprar sus productos o servicios. El futuro es siempre incierto. Por eso hay que estar innovando constantemente y adaptándose al gusto de los consumidores, e incluso descubriendo sus necesidades antes de que los mismos consumidores lo sepan. La tentación a la que sucumben muchos es el mercantilismo, es decir, obtener ganancias mediante privilegios concedidos por el Estado en vez de sirviendo a los volubles consumidores. Así se obtienen restricciones a la competencia, subsidios, ayudas, desgravaciones fiscales, préstamos favorables, y otros favores.
Por su parte el trabajador también necesita muchas de las cualidades señaladas anteriormente. Destaquemos solamente que debe capacitarse constantemente, no sólo para adaptarse a los cambios de la empresa, sino para cambiar de empresa e incluso de tipo de trabajo. Hoy día nadie tiene garantizado que su empresa existirá dentro de diez años o quince años, y lo mismo se aplica al tipo de trabajo.
En cuanto a los gobernantes y políticos en general, los principios del capitalismo liberal chocan fundamentalmente con sus tendencias naturales, ya que ellos aspiran a expandir constantemente el rol del Estado.
El capitalismo liberal es difícil, y propiamente hablando, casi no existe. Lo que tenemos en casi todas partes es una mezcla, en proporciones variables, de mercantilismo, estatismo, y liberalismo. A esto es a lo que algunos llaman, con expresión poco feliz, “neoliberalismo”.