May 14, 2006

 
Bloc de Notas : Archipiélago Gulag (6)

Las Naves del Archipiélago

Del estrecho de Bering al Bósforo, miles de islas diseminadas forman un archipiélago encantado. Son invisibles, pero existen, y del mismo modo imperceptible hay que trasladar de isla en isla a los esclavos, también ellos mismos invisibles, por mucho que tenga cuerpo, volumen, y peso.

El vagón-zak es un coche ordinario dividido en nueve compartimientos, de los cuales cinco están destinados a los presos. Los compartimientos están separados del pasillo por una reja que permite la vigilancia. Este conjunto recuerda un jardín de fieras, donde sin embargo nunca se hacina a los animales hasta tal punto.

Stalin siempre sintió atracción por el hampa. ¿Quién, si no, desvalijaba bancos para él?. En 1901 sus compañeros de partido ya lo habían acusado de utilizar a delincuentes comunes contra sus adversarios políticos. Y en los años veinte crearía para ellos una benévola expresión : socialmente afines.

Entre mediados de los años 30 y 40, esa década de la máxima opresión contra los presos políticos, no hay quien recuerde un sólo caso en que un centinela impidiera a un cofrade desvalijar a un preso político en la celda, en el vagón, o dentro del “cuervo”. Pero hay numerosos casos en que un soldado ha aceptado de los ladrones enseres robados a cambio de vodka, viandas, o tabaco. Son ejemplos ya antológicos.

Debes poseer sólo cuanto puedas llevar siempre contigo. Tu conocimiento de lenguas, países, y hombres. Que tu memoria sea tu hato de viaje. Recuérdalo todo. Estas amargas semillas son las únicas que quizás algún día germinen.

Mira en torno tuyo. Estás rodeado de seres humanos. Quizás más adelante recordarás a uno de ellos durante toda tu vida y te comerás las uñas por no haberle hecho preguntas. Cuanto menos hables, más escucharás.

Un par de días en un vagón-zack bastan para dejarte tan agotado, tan sofocado, tan hecho trizas, que cuando el tren pasa por una gran ciudad no sabes lo que prefieres : si sufrir un poco más y llegar cuanto antes a tu destino o bien que te dejen recuperar fuerzas en la prisión de tránsito.

Los Puertos del Archipiélago

Raro es el preso que no haya pasado por tres, cuatro, y hasta cinco prisiones de tránsito. Muchos recuerdan una decena de ellas, y los hijos del Gulag enumeran sin esfuerzo medio centenar, sólo que todas ellas se confunden en la memoria de tan semejantes como son.

Naturalmente, hay prisiones y prisiones, pero es imposible dilucidar cuál es mejor y cuál es peor. No falla, cuando se juntan tres o cuatro zeks, cada uno de ellos presume de “la suya”.

Nada más dar los primeros pasos en un centro de tránsito, el preso comprende que aquí no se halla bajo la férula de los celadores, de unos galones, ni tampoco de los de uniforme. Todos estos, mal que bien, aún se someten a alguna ley escrita. En la prisión de tránsito caes en manos de los enchufados.

Sin embargo, aunque pierda hasta la camiseta, el novato necesita pasar por la prisión de tránsito. Esta le permite ir acostumbrándose gradualmente al campo penitenciario. No habría corazón humano capaz de soportar un paso así de un solo golpe. Hay que meterse en ello poco a poco.

Las Caravanas de Esclavos

El convoy rojo se diferencia de los demás trenes directos de largo recorrido en que los que suben a él nunca saben si llegarán a apearse. Cuando en Solikamsk en 1942 descargaron un convoy procedente de las cárceles de Leningrado, todo el terraplén quedó cubierto de cadáveres. Sólo unos pocos habían llegado vivos.

En Minusinsk, en los años 40, después de haber estado encerrados un año entero sin salir siquiera a pasear, los presos habían perdido la costumbre de andar, de respirar al aire libre y de ver la luz del sol. Entonces los sacaron, los hicieron formar, y les hicieron recorrer a pie 25 kilómetros hasta Abakán. Por el camino murieron unos diez.

En 1940, al grupo en que iba A.Y. Oleniov lo hicieron desembarcar de la gabarra y lo condujeron a pie por la taiga sin comida alguna. Los hombres bebían agua empantanada y pronto la disentería hizo mella en ellos. Los perros desgarraban los vestidos de los que caían desfallecidos. En Izhma pescaron peces con los pantalones y se los comieron vivos. Y al llegar a un claro les anunciaron : aquí construiréis el ferrocarril Kotlás – Vorkutá.

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