May 26, 2006
Giro Reaccionario de la Izquierda Populista
Por Ricardo Soto, de la Fundación Libertad de Panamá
Progresistas y compañeros de camino, no se regocijen, el giro a la izquierda que conlleva la nueva política latinoamericana no significa que pronto el sueño de una Latinoamérica unida bajo una coalición de gobiernos de izquierda se va a lograr. Y es que la nueva izquierda latinoamericana parece dividirse en dos grupos claramente definidos.
Por un lado, una izquierda nostálgica de los discursos antinorteamericanos de la guerra fría, admiradora de Fidel Castro, políticamente populista, autoritaria, caudillista y militarista, preocupada más con mantener al país aislado de la economía internacional buscando una autarquía tipo Albania, y sólo incursionando en el mercado internacional para exportar los productos primarios de siempre, azúcar y turismo en el caso de Cuba, petróleo en el caso de Venezuela, gas y coca en Bolivia, granos y carnes en el caso de Argentina. Cuyo único plan en política económica interna es ver cómo se distribuyen los ingresos de esos productos en programas sociales como si los altos precios de esos productos fuesen a durar para siempre.
Por otro lado, existe una izquierda moderna, democrática y antiautoritaria, que se aproxima a la socialdemocracia europea, que busca insertar a sus países en la economía mundial, diversificar las economías internas estimulando la libertad económica pero al mismo tiempo preocupada por hacer llegar los beneficios de esa apertura a toda la población mediante una combinación de programas sociales y cambios legales. Ese es el caso de Chile y Uruguay.
Obviamente se ha olvidado de un detalle interesante: Los países más afectados por el primer caso, salvo Argentina, son sociedades profundamente divididas por problemas étnicos y culturales que generan resentimientos y como sabemos el resentimiento es un mal consejero.
La tragedia es que no nos hemos dado cuenta que simplemente estamos repitiendo los esquemas de los años sesenta y setenta.
En los sesenta había en Estados Unidos un presidente que pensó que su país podía costearse armas y mantequilla y lo embarcó en una costosa guerra mientras que expandía el gasto social y en inversiones públicas dentro de su país a niveles sin precedentes.
Esto provocó un aumento de las materias primas a nivel global, lo cual aumentó los ingresos de las exportaciones en los países latinoamericanos, lo que llevó a una ola de gobiernos populistas que nacionalizaron estos recursos, realizando grandes pero ineficientes programas sociales e inversiones públicas.
Cuando los precios de exportación de estos recursos naturales cayeron, los gobiernos se hicieron más autoritarios o fueron reemplazados por sangrientas dictaduras militares que trataron de mantener estos programas mediante el endeudamiento externo o la inflación monetaria. Cuando el desastre era inocultable en los ochenta, estas dictaduras fueron gradualmente reemplazadas por democracias neoliberales que trataron de salvar lo que quedó restringiendo el gasto público mediante el equivalente estatal de una venta por liquidación a amigos privilegiados.
Ahora la historia parece repetirse, el ciclo político-económico es similar. Bush parece un híbrido de Johnson con Nixon y ahora tiene a China y a la India haciendo coro.
Y parece que regresamos políticamente a la historia de los sesenta y setenta. No sé si como una tragedia o como una comedia.
Lo cierto es que sorprende la ignorancia política de la izquierda populista y su empeño de chocarse de nuevo con las mismas piedras, repitiendo los mismos discursos y las mismas políticas que tan buenos resultados (por favor noten la ironía) nos dieron hace tres décadas. Lo que era progresista hace treinta años, hoy, no nos llamemos a engaño, puede ser profundamente reaccionario.
Por ejemplo, sorprende la oposición visceral de la nueva izquierda al libre comercio. En otras palabras, al oponerse a los tratados de libre comercio, a los mercados comunes y al ALCA, personajes como Evo Morales en realidad están defendiendo el privilegio de sus archienemigos, los terratenientes de Santa Cruz, de venderle a los pobres de Bolivia alimentos a costos más caros de lo disponible en el mercado internacional. Igualmente sucede con la extraña alianza entre sectores de la izquierda panameña, los cuales nunca evolucionaron en una dirección socialdemócrata, quedándose en el marxismo de los años treinta del siglo pasado, con los terratenientes y magnates agroindustriales de Panamá en oposición a una apertura comercial, sea mediante TLC o mediante una apertura unilateral. El doctor Alejandro Cordero presentó un estudio demostrando que el costo de siete productos clave, debido a los aranceles proteccionistas, hace la canasta básica 51% más cara y eso sin tener en cuenta las barreras no arancelarias. En otras palabras, la posición contraria al libre comercio de estos sectores de la izquierda panameña significa que los productores del agro panameño van a seguir vendiendo a los pobres de Panamá alimentos más caros que los disponibles en el mercado internacional. ¡Eso sí es velar por los intereses de los pobres de nuestro país! Mi pregunta es, ¿desde cuando la izquierda se volvió tan reaccionaria?
Por Ricardo Soto, de la Fundación Libertad de Panamá
Progresistas y compañeros de camino, no se regocijen, el giro a la izquierda que conlleva la nueva política latinoamericana no significa que pronto el sueño de una Latinoamérica unida bajo una coalición de gobiernos de izquierda se va a lograr. Y es que la nueva izquierda latinoamericana parece dividirse en dos grupos claramente definidos.
Por un lado, una izquierda nostálgica de los discursos antinorteamericanos de la guerra fría, admiradora de Fidel Castro, políticamente populista, autoritaria, caudillista y militarista, preocupada más con mantener al país aislado de la economía internacional buscando una autarquía tipo Albania, y sólo incursionando en el mercado internacional para exportar los productos primarios de siempre, azúcar y turismo en el caso de Cuba, petróleo en el caso de Venezuela, gas y coca en Bolivia, granos y carnes en el caso de Argentina. Cuyo único plan en política económica interna es ver cómo se distribuyen los ingresos de esos productos en programas sociales como si los altos precios de esos productos fuesen a durar para siempre.
Por otro lado, existe una izquierda moderna, democrática y antiautoritaria, que se aproxima a la socialdemocracia europea, que busca insertar a sus países en la economía mundial, diversificar las economías internas estimulando la libertad económica pero al mismo tiempo preocupada por hacer llegar los beneficios de esa apertura a toda la población mediante una combinación de programas sociales y cambios legales. Ese es el caso de Chile y Uruguay.
Obviamente se ha olvidado de un detalle interesante: Los países más afectados por el primer caso, salvo Argentina, son sociedades profundamente divididas por problemas étnicos y culturales que generan resentimientos y como sabemos el resentimiento es un mal consejero.
La tragedia es que no nos hemos dado cuenta que simplemente estamos repitiendo los esquemas de los años sesenta y setenta.
En los sesenta había en Estados Unidos un presidente que pensó que su país podía costearse armas y mantequilla y lo embarcó en una costosa guerra mientras que expandía el gasto social y en inversiones públicas dentro de su país a niveles sin precedentes.
Esto provocó un aumento de las materias primas a nivel global, lo cual aumentó los ingresos de las exportaciones en los países latinoamericanos, lo que llevó a una ola de gobiernos populistas que nacionalizaron estos recursos, realizando grandes pero ineficientes programas sociales e inversiones públicas.
Cuando los precios de exportación de estos recursos naturales cayeron, los gobiernos se hicieron más autoritarios o fueron reemplazados por sangrientas dictaduras militares que trataron de mantener estos programas mediante el endeudamiento externo o la inflación monetaria. Cuando el desastre era inocultable en los ochenta, estas dictaduras fueron gradualmente reemplazadas por democracias neoliberales que trataron de salvar lo que quedó restringiendo el gasto público mediante el equivalente estatal de una venta por liquidación a amigos privilegiados.
Ahora la historia parece repetirse, el ciclo político-económico es similar. Bush parece un híbrido de Johnson con Nixon y ahora tiene a China y a la India haciendo coro.
Y parece que regresamos políticamente a la historia de los sesenta y setenta. No sé si como una tragedia o como una comedia.
Lo cierto es que sorprende la ignorancia política de la izquierda populista y su empeño de chocarse de nuevo con las mismas piedras, repitiendo los mismos discursos y las mismas políticas que tan buenos resultados (por favor noten la ironía) nos dieron hace tres décadas. Lo que era progresista hace treinta años, hoy, no nos llamemos a engaño, puede ser profundamente reaccionario.
Por ejemplo, sorprende la oposición visceral de la nueva izquierda al libre comercio. En otras palabras, al oponerse a los tratados de libre comercio, a los mercados comunes y al ALCA, personajes como Evo Morales en realidad están defendiendo el privilegio de sus archienemigos, los terratenientes de Santa Cruz, de venderle a los pobres de Bolivia alimentos a costos más caros de lo disponible en el mercado internacional. Igualmente sucede con la extraña alianza entre sectores de la izquierda panameña, los cuales nunca evolucionaron en una dirección socialdemócrata, quedándose en el marxismo de los años treinta del siglo pasado, con los terratenientes y magnates agroindustriales de Panamá en oposición a una apertura comercial, sea mediante TLC o mediante una apertura unilateral. El doctor Alejandro Cordero presentó un estudio demostrando que el costo de siete productos clave, debido a los aranceles proteccionistas, hace la canasta básica 51% más cara y eso sin tener en cuenta las barreras no arancelarias. En otras palabras, la posición contraria al libre comercio de estos sectores de la izquierda panameña significa que los productores del agro panameño van a seguir vendiendo a los pobres de Panamá alimentos más caros que los disponibles en el mercado internacional. ¡Eso sí es velar por los intereses de los pobres de nuestro país! Mi pregunta es, ¿desde cuando la izquierda se volvió tan reaccionaria?