May 19, 2006
La Sociología Impositiva
Por John Bennett, de la Fundación Libertad de Panamá
Un profesor de economía de la Universidad de Nevada, Hans-Hermann Hoppe, publicó un libro intitulado La Economía Impositiva, en donde nos explica que los impuestos "reducen la producción y con ello el estándar de vida, aumentando la pobreza". De ser cierto, surge la pregunta: si los impuestos son un instrumento destructivo en el proceso de la formación de la riqueza, ¿cómo podemos explicar su existencia? Para ello debemos recurrir a la sociología, que estudia las sociedades humanas y sus fenómenos económicos, entre otros. Hoppe opina que es un asunto de pérdida del "concepto justicia por parte de la comunidad", lo cual me hace mucho eco, y la historia nos muestra que los pueblos pueden perder su cultura de justicia. Podemos encontrar grandes enseñanzas al respecto en las palabras de Santo Tomás de Aquino y muchos otros que ya en la Edad Media veían todo esto con claridad.
Siempre han existido formas justas de adquirir propiedad, como la producción o el asentamiento, y otras injustas, tales como la expoliación a quienes la han obtenido por la vía justa. Algunas personas o grupos no son muy dados a dedicarse a la producción, y prefieren ser parásitos de los productivos, y han sido tan hábiles en esto que han llegado a convencer a la mayoría que robar está bien y que el producto de ese robo que llaman impuesto le redunda en gran beneficio a la comunidad.
Estos asaltantes, para no ser mal vistos, fueron muy hábiles y se escondieron detrás de grandes corporaciones, las cuales llamaron "gobierno", dándose nombres rimbombantes, tales como honorable, señoría, majestad, y otros. Por supuesto que la tendencia natural de estas corporaciones es la de aumentar el precio de su producto, pues el costo de mercadearlo es alto y ni hablar de propagandas tales como bustos, estatuas, museos, radio, prensa , TV u otros.
Nuestro gran problema hoy día es limitar el tamaño de estas corporaciones gubernamentales, que han logrado una inmensa clientela que depende en alma, corazón y vida del sistema. No son como la empresa de un ciudadano que está limitada por la necesidad real del producto que vende, el cual tiene que ser algo bueno, so pena de quiebra, lo cual pocas veces ocurre con las corporaciones gubernamentales.
Por supuesto que las empresas gubernamentales no cuentan con buenos sistemas de regulación de costos y de la calidad de su producción. Una cama en un centro de salud pública cuesta mucho más que la misma en hospitales privados. En promedio las escuelas públicas son mucho más caras por estudiante que el promedio de las escuelas privadas, y así son muchas otras cosas.
El instrumento de control que tienen las corporaciones de gobierno es la opinión pública y por ello es que vemos sus enormes aparatos propagandísticos. También es la razón por la cual muchos se han dedicado a crear villanos y han sido muy hábiles envileciendo al empresario, al rico y al capitalismo, al tiempo que practican el populismo barato, ensalzan al caudillo.
La tenebrosa belleza de la corporación estatal es su monopolio, y si son inteligentes tienen la habilidad de no extraerles demasiada sangre a sus víctimas. Hoppe nos señala que, "las corporaciones gubernamentales crecen en directa contradicción a la demanda de sus servicios".
Hoy día hemos perdido las riendas del freno que debe llevar todo buen Gobierno y el deterioro ha sido tal que la expropiación fiscal abusiva es vista por muchos como legítima, y ha surgido una casta de politiqueros que no resiste caminar a la luz del día y por ello hemos tenido que librar una gran batalla para lograr algo de transparencia en nuestros Gobiernos. ¡Imagínense el tener que luchar para tener algo que es intrínsecamente nuestro!.
Uno de los baluartes de los carteles de Gobierno es el mantenimiento de su plataforma ideológica, para lo cual requieren el control de una educación pública centralizada y uniformemente dócil que controlan con las riendas de los salarios magisteriales. La educación pública no es un instrumento de educación, sino uno de adoctrinamiento y dominación y en ello vemos casos como el de un Gobierno europeo que intentó sin éxito acabar con las escuelas católicas. El secreto de todo este maleficio está basado en el cambio del Estado militar al Estado distributivo, que estamos viendo, en donde una enorme cantidad de personas espera con ansias que los Robin Hood pasen tirando bolsas de dinero: puestos públicos, contratos y tantas cosas que bien conocemos; en síntesis, una enorme corrupción.
Algunos dirán que exagero, pero aun de ser así, lo dicho tiene su cuota de profunda verdad, la cual se refleja en la triste realidad que podemos ver en nuestros pobres. Sí creo en un Gobierno, pero no en el obeso y ladinamente paternalista, sino en uno delgado y justo, cuya función básica de dirimir las diferencias ciudadanas se cumpla a cabalidad.
Por John Bennett, de la Fundación Libertad de Panamá
Un profesor de economía de la Universidad de Nevada, Hans-Hermann Hoppe, publicó un libro intitulado La Economía Impositiva, en donde nos explica que los impuestos "reducen la producción y con ello el estándar de vida, aumentando la pobreza". De ser cierto, surge la pregunta: si los impuestos son un instrumento destructivo en el proceso de la formación de la riqueza, ¿cómo podemos explicar su existencia? Para ello debemos recurrir a la sociología, que estudia las sociedades humanas y sus fenómenos económicos, entre otros. Hoppe opina que es un asunto de pérdida del "concepto justicia por parte de la comunidad", lo cual me hace mucho eco, y la historia nos muestra que los pueblos pueden perder su cultura de justicia. Podemos encontrar grandes enseñanzas al respecto en las palabras de Santo Tomás de Aquino y muchos otros que ya en la Edad Media veían todo esto con claridad.
Siempre han existido formas justas de adquirir propiedad, como la producción o el asentamiento, y otras injustas, tales como la expoliación a quienes la han obtenido por la vía justa. Algunas personas o grupos no son muy dados a dedicarse a la producción, y prefieren ser parásitos de los productivos, y han sido tan hábiles en esto que han llegado a convencer a la mayoría que robar está bien y que el producto de ese robo que llaman impuesto le redunda en gran beneficio a la comunidad.
Estos asaltantes, para no ser mal vistos, fueron muy hábiles y se escondieron detrás de grandes corporaciones, las cuales llamaron "gobierno", dándose nombres rimbombantes, tales como honorable, señoría, majestad, y otros. Por supuesto que la tendencia natural de estas corporaciones es la de aumentar el precio de su producto, pues el costo de mercadearlo es alto y ni hablar de propagandas tales como bustos, estatuas, museos, radio, prensa , TV u otros.
Nuestro gran problema hoy día es limitar el tamaño de estas corporaciones gubernamentales, que han logrado una inmensa clientela que depende en alma, corazón y vida del sistema. No son como la empresa de un ciudadano que está limitada por la necesidad real del producto que vende, el cual tiene que ser algo bueno, so pena de quiebra, lo cual pocas veces ocurre con las corporaciones gubernamentales.
Por supuesto que las empresas gubernamentales no cuentan con buenos sistemas de regulación de costos y de la calidad de su producción. Una cama en un centro de salud pública cuesta mucho más que la misma en hospitales privados. En promedio las escuelas públicas son mucho más caras por estudiante que el promedio de las escuelas privadas, y así son muchas otras cosas.
El instrumento de control que tienen las corporaciones de gobierno es la opinión pública y por ello es que vemos sus enormes aparatos propagandísticos. También es la razón por la cual muchos se han dedicado a crear villanos y han sido muy hábiles envileciendo al empresario, al rico y al capitalismo, al tiempo que practican el populismo barato, ensalzan al caudillo.
La tenebrosa belleza de la corporación estatal es su monopolio, y si son inteligentes tienen la habilidad de no extraerles demasiada sangre a sus víctimas. Hoppe nos señala que, "las corporaciones gubernamentales crecen en directa contradicción a la demanda de sus servicios".
Hoy día hemos perdido las riendas del freno que debe llevar todo buen Gobierno y el deterioro ha sido tal que la expropiación fiscal abusiva es vista por muchos como legítima, y ha surgido una casta de politiqueros que no resiste caminar a la luz del día y por ello hemos tenido que librar una gran batalla para lograr algo de transparencia en nuestros Gobiernos. ¡Imagínense el tener que luchar para tener algo que es intrínsecamente nuestro!.
Uno de los baluartes de los carteles de Gobierno es el mantenimiento de su plataforma ideológica, para lo cual requieren el control de una educación pública centralizada y uniformemente dócil que controlan con las riendas de los salarios magisteriales. La educación pública no es un instrumento de educación, sino uno de adoctrinamiento y dominación y en ello vemos casos como el de un Gobierno europeo que intentó sin éxito acabar con las escuelas católicas. El secreto de todo este maleficio está basado en el cambio del Estado militar al Estado distributivo, que estamos viendo, en donde una enorme cantidad de personas espera con ansias que los Robin Hood pasen tirando bolsas de dinero: puestos públicos, contratos y tantas cosas que bien conocemos; en síntesis, una enorme corrupción.
Algunos dirán que exagero, pero aun de ser así, lo dicho tiene su cuota de profunda verdad, la cual se refleja en la triste realidad que podemos ver en nuestros pobres. Sí creo en un Gobierno, pero no en el obeso y ladinamente paternalista, sino en uno delgado y justo, cuya función básica de dirimir las diferencias ciudadanas se cumpla a cabalidad.