June 16, 2006
¿Capitalismo Salvaje?
Por John Bennett, de la Fundación Libertad de Panamá
A diario escuchamos los lamentos de quienes vilipendian lo que ellos llaman un "capitalismo salvaje", que también califican como anárquico, acusándolo de ser la causa de todos los males celestes y terrestres. Esto es muy entendible; los términos salvaje y anarquía también me preocupan; sin embargo, también me preocupa el fuego, pero no por ello le endilgaré la autoría de todos los males. Podríamos acusar al socialismo de salvaje, pues en su forma más insidiosa ha causado mayor tragedia humana que el llamado "capitalismo salvaje".
Lo dañino no está en las cosas, sino en las personas o en sus defectos políticos. Anarquía es "la ausencia de gobierno; un Estado sin ley o de desorden político debido a la ausencia de autoridad gubernamental".
También puede ser considerada como "una sociedad utópica de individuos que gozan de total libertad sin gobierno". Otra definición es "la ausencia o negación de toda autoridad u orden establecido; desorden".Quienes atacan al "anarco-capitalismo" o al "capitalismo del libre mercado" que profesa la Escuela Austríaca, conocida como la política del laissez-faire o política de dejar-hacer, soslayan cosas como: la mayor anarquía es aquella causada por acciones gubernamentales supuestamente encaminadas a evitar la anarquía.
En grandes urbes como Singapur y Hong Kong opera un mercado libre paralelamente con índices de pobreza tan inferiores a los nuestros que debería sonrojar a muchos con "menos anarquía económica". Qué curioso que cuando fallan nuestras instituciones en materia de seguridad, educación, transporte y tal, inmediatamente estemos llamando a aumentar la dosis de aquello que algunos llaman gobierno. ¿No será que lo que necesita el paciente es menos drogas? ¿Un poco más de anarquía, si se quiere?
Algunos dirán que anarquía es despenalizar el uso de drogas, pero la pregunta que podríamos formular es si ello aumentaría o reduciría la violencia, y la respuesta la tenemos en el caso de la prohibición alcohólica en EU, que al ser reversada marcó el fin de la era gangsteril de Al Capone. El decir que hay menos anarquía cuando el Estado es fuerte o interventor, es no querer ver el mar de anarquía que han producido incontables gobiernos, tales como tenemos en nuestro transporte público o en la CSS, educación, etc.
Hablar de "anarco-capitalismo" no deja de ser un contrasentido, pues los propios socialistas reconocen que la anarquía es un sistema social sin reglas, mientras que el verdadero capitalismo venera el imperio de la ley con apego a las libertades humanas.
Tal como el fuego, la anarquía es relativa, pues va desde un sistema político totalmente definido, en el cual "todo" está previsto (utopía) y uno en el cual hay ausencia total de gobierno. Obvio que ambos extremos son malos y que el secreto está en algún punto intermedio. Este es el gran dilema de los padres con sus hijos o del jinete con su caballo: ¿Cuánta tensión le pongo a las riendas? Otra realidad inmutable es la anarquía intrínseca del mundo, de la cual hemos querido escapar mediante el mecanismo llamado "gobierno".
No obstante el mundo no es todo anarquía, y pese al caos aparente hemos llegado bastante lejos. El asunto es que existen dos tipos de anarquía política o económica, a saber, la pluralista y la jerárquica. La primera es participativa y menos dañina que la jerárquica que tanto anhelan quienes aborrecen lo "privado" y todo lo quieren estatizar. A estas alturas debería ser obvio que cuando le entregamos a nuestros políticos demasiado control terminan abusando de esa delegación, razón por la cual debemos medirla con cuentagotas. ¡Viva la anarquía de libre mercado¡ y ¡Abajo la anarquía política jerárquica¡ ya que la primera le da al individuo más control sobre su destino, mientras que la segunda se lo delega a quienes han hecho gala histórica del juega vivo.
Por John Bennett, de la Fundación Libertad de Panamá
A diario escuchamos los lamentos de quienes vilipendian lo que ellos llaman un "capitalismo salvaje", que también califican como anárquico, acusándolo de ser la causa de todos los males celestes y terrestres. Esto es muy entendible; los términos salvaje y anarquía también me preocupan; sin embargo, también me preocupa el fuego, pero no por ello le endilgaré la autoría de todos los males. Podríamos acusar al socialismo de salvaje, pues en su forma más insidiosa ha causado mayor tragedia humana que el llamado "capitalismo salvaje".
Lo dañino no está en las cosas, sino en las personas o en sus defectos políticos. Anarquía es "la ausencia de gobierno; un Estado sin ley o de desorden político debido a la ausencia de autoridad gubernamental".
También puede ser considerada como "una sociedad utópica de individuos que gozan de total libertad sin gobierno". Otra definición es "la ausencia o negación de toda autoridad u orden establecido; desorden".Quienes atacan al "anarco-capitalismo" o al "capitalismo del libre mercado" que profesa la Escuela Austríaca, conocida como la política del laissez-faire o política de dejar-hacer, soslayan cosas como: la mayor anarquía es aquella causada por acciones gubernamentales supuestamente encaminadas a evitar la anarquía.
En grandes urbes como Singapur y Hong Kong opera un mercado libre paralelamente con índices de pobreza tan inferiores a los nuestros que debería sonrojar a muchos con "menos anarquía económica". Qué curioso que cuando fallan nuestras instituciones en materia de seguridad, educación, transporte y tal, inmediatamente estemos llamando a aumentar la dosis de aquello que algunos llaman gobierno. ¿No será que lo que necesita el paciente es menos drogas? ¿Un poco más de anarquía, si se quiere?
Algunos dirán que anarquía es despenalizar el uso de drogas, pero la pregunta que podríamos formular es si ello aumentaría o reduciría la violencia, y la respuesta la tenemos en el caso de la prohibición alcohólica en EU, que al ser reversada marcó el fin de la era gangsteril de Al Capone. El decir que hay menos anarquía cuando el Estado es fuerte o interventor, es no querer ver el mar de anarquía que han producido incontables gobiernos, tales como tenemos en nuestro transporte público o en la CSS, educación, etc.
Hablar de "anarco-capitalismo" no deja de ser un contrasentido, pues los propios socialistas reconocen que la anarquía es un sistema social sin reglas, mientras que el verdadero capitalismo venera el imperio de la ley con apego a las libertades humanas.
Tal como el fuego, la anarquía es relativa, pues va desde un sistema político totalmente definido, en el cual "todo" está previsto (utopía) y uno en el cual hay ausencia total de gobierno. Obvio que ambos extremos son malos y que el secreto está en algún punto intermedio. Este es el gran dilema de los padres con sus hijos o del jinete con su caballo: ¿Cuánta tensión le pongo a las riendas? Otra realidad inmutable es la anarquía intrínseca del mundo, de la cual hemos querido escapar mediante el mecanismo llamado "gobierno".
No obstante el mundo no es todo anarquía, y pese al caos aparente hemos llegado bastante lejos. El asunto es que existen dos tipos de anarquía política o económica, a saber, la pluralista y la jerárquica. La primera es participativa y menos dañina que la jerárquica que tanto anhelan quienes aborrecen lo "privado" y todo lo quieren estatizar. A estas alturas debería ser obvio que cuando le entregamos a nuestros políticos demasiado control terminan abusando de esa delegación, razón por la cual debemos medirla con cuentagotas. ¡Viva la anarquía de libre mercado¡ y ¡Abajo la anarquía política jerárquica¡ ya que la primera le da al individuo más control sobre su destino, mientras que la segunda se lo delega a quienes han hecho gala histórica del juega vivo.