June 23, 2006

 
No Resuciten las Leyes Muertas

Por Ricardo Soto, de la Fundación Libertad de Panamá

Los artistas son personas que hacen de la creación de nuevos usos de los lenguajes y de nuevos significados una vocación. Además entretienen, básicamente esa es su utilidad social. Las dictaduras siempre buscan sobornarlos, mediatizarlos y si esto no funciona, reprimirlos. La Ley 10 de 1974 existe con este objetivo. Con la excusa de apoyar al artista nacional, no sólo se obliga a los promotores a asumir costos extras por llevar a cabo eventos artísticos con su patrimonio, lo cual a mi juicio es inconstitucional, sino que se crean roscas privilegiadas que pueden ser manipuladas políticamente, como los sindicatos o gremios de artistas, que en nuestro país básicamente existen para repartir los contratos a los artistas panameños que esta Ley obliga a los promotores a establecer.

Hoy se está hablando de poner al día esta Ley con la excusa de que la misma no se cumple en un 80%. En nuestra opinión lo que se debe hacer es dejar morir a esta Ley y punto. Esta ley crea un grupo privilegiado de artistas, los que están bien con el gremio que son los que van a recibir el dinero de las contrataciones por obligación de la Ley y otorga al gremio directamente o al Estado indirectamente el poder real de decidir qué artistas son los que van a actuar de teloneros. Esta ley en manos de un gobierno autoritario va ser un instrumento para manipular a las artes y convertir a los artistas de verdaderos artistas creadores en uno de los mas odiosos términos de la ideologías totalitarias, “trabajadores de la cultura” al servicio de la política. Y en manos de un gobierno normal es una fuente de corrupción. Como el tiempo cuesta, muchos empresarios prefieren pagar a un artista panameño para que llene el trámite pero que no se presente a tener que incurrir en las complicaciones de tener que presentar dos artistas en el tiempo y espacio calculado para uno.

No veo cómo puede ayudar a largo plazo a los artistas nacionales el que los empresarios promotores tengan que encarecer los costos al tener forzosamente que contratar teloneros, con las complicaciones de tiempo, aumento del costo de alquiler del local, complicaciones técnicas (como montar y desmontar equipos de sonido, instrumentos y escenografía). Al final el resultado va a ser que o se encarecen los costos de montar un evento y por lo tanto los boletos de los asistentes al mismo o simplemente muchos eventos no se van a poder montar y punto. En todo caso es el público panameño quien pierde. Y al final es el interés en el público que crean los artistas extranjeros el que impulsa al público a acudir a ver a artistas locales, o mejor aún a convertirse en artistas. Una de las épocas doradas de las artes populares panameñas fue el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. ¿Tuvo que ver la presencia de numerosos artistas extranjeros en nuestro país con impulsar ese interés de los panameños por las artes, tanto como público o como artistas? Estoy seguro que sí. La Ley 10 evita que esto se repita. Existen artistas que son conocidos por pocos, pero todos los que los oyeron, leyeron o vieron a su vez iniciaron carreras artísticas. Las artes no surgen en sociedades culturalmente aisladas. Para ser artista no basta haber estudiado arte, hace falta tener talento. Estoy seguro que los grandes artistas panameños pudieron triunfar aún sin ayudas del Estado. Es cierta la denuncia de la Unión Nacional de Artistas: a muchos artistas no les alcanza para vivir pero también es cierto que a muchos panameños las carreras o profesiones que escogieron tampoco les alcanzan para vivir. Siempre existe la opción de buscarse otro trabajo que deje más en lugar de usar las leyes y el Estado para resolverse su problema a costa de hacerle la vida más cara y menos placentera a los demás panameños.

Existen otros métodos de apoyar a los artistas nacionales que atentar contra los derechos de propiedad privada y la libertad de contratación. La Ley 10 de 1974 es el típico caso de la ley indiana que está diseñada para acatarse pero no para cumplirse. Ese es el destino de todas las leyes redactadas a espaldas de la naturaleza humana y de la facultad de toda persona humana de disponer libremente de los frutos de su trabajo y de la propiedad, de leyes diseñadas por los políticos para hacer caridad con dinero ajeno. Son leyes que nacieron muertas y que con el tiempo son superadas por la vida humana. Por favor, a ese tipo de leyes no las resucitemos, dejémoslas morir en paz.

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