September 21, 2006
LIBERTAD Y AUTONOMÍA REGIONAL SON INSEPARABLES
Por Alberto Mansueti, Presidente de la Conferencia Liberal Hispanoamericana y co-fundador de Rumbo Propio
I. ¿Socialismo o capitalismo liberal?
El Proyecto Rumbo Propio no es liberal “y” autonomista; es liberal autonomista. Porque la libertad y la autonomía regional son como dos caras de una moneda.
Como a los zulianos no nos gusta ser pobres, y nos gusta la alta calidad y la abundancia en las cosas buenas de esta vida, proponemos la autonomía del Zulia. Pero no como un fin en sí mismo, sino como un medio para poder practicar el libre mercado, crear riqueza y ser prósperos; o sea: para ganar más y vivir mejor, no aislados sino insertos en la economía global del mundo.
Para eso queremos la autonomía normativa: leyes y “normas” propias regionales -eso significa auto-nomía- con posibilidad de escoger un sistema de vida liberal, aunque el resto de Venezuela siga en el socialismo. Y queremos además la autonomía fiscal: que los impuestos del nuevo Zulia eficiente, próspero y productivo, sean recolectados e invertidos en el Zulia, descontada la parte que corresponde al Estado venezolano por los servicios de seguridad, justicia y obras públicas que nos presta. Pero sólo por esos tres, que son los naturales y propios de todo Estado, sea nacional, regional o municipal; los demás corresponden a la esfera privada.
A muchas personas les atraen nuestras ideas y posiciones liberales. Saben que los venezolanos vivimos ya bajo el socialismo (aunque siempre puede haber más socialismo); que el socialismo es improductivo y opresivo; y que la salida es el capitalismo liberal. ¿Y cómo es la salida? Para Venezuela, una nueva Constitución, que nos reconozca a todos las libertades y garantías económicas. Mas no siendo ello posible -por ahora-, con una salida regional alternativa para los zulianos: un Estatuto autonómico que las reconozca en el Zulia, adoptado mediante un Plebiscito. En uno u otro caso con privatizaciones, desregulaciones, y poniendo al Estado en su lugar.
A otras personas en cambio les atrae nuestra idea de Zulia autónomo. Detestan el centralismo, pero no tanto el socialismo o el estatismo. Las libertades no les apasionan, y menos las económicas. Desconfían de la libre y abierta competencia. Y entienden la autonomía como el disfrute exclusivo de los recursos naturales de la región, los de derechas bajo el tradicional “proteccionismo” económico del mercantilismo, y los de izquierdas bajo el socialismo.
Pero todos, tarde o temprano, nos hacen las mismas dos preguntas: 1) ¿Se puede ser liberal sin ser autonomista? Y 2) ¿Se puede ser autonomista sin ser liberal?
II. ¿Se puede ser liberal sin ser autonomista?
La primera pregunta es la más fácil. La respuesta es un “no” rotundo, porque la autonomía es la libertad de las regiones, para elegir la libertad individual, salvo que una mayoría decida en contra y asuma sus costos, y salvo la libertad de emigrar. Un liberal acepta naturalmente la autonomía para el Zulia, y para todas las regiones, Estados y localidades de Venezuela, incluso si una o algunas de ellas deciden (democráticamente) ser estatistas -“proteccionistas” y/o socialistas- a condición de que paguen ellas mismas todos sus costos, sin pasarlos al resto del país, y sin vallas ni muros de ninguna clase que impidan a sus residentes la salida.
De hecho la idea del liberalismo autonomista surgió de las naciones divididas, cuando la Guerra Fría: Alemania del Este y del Oeste; China Roja y Formosa, (y Hong-Kong); Corea del Norte y del Sur. Podrían agregarse Malasia y Singapur; y Cuba y Florida. La “solución” que fue impuesta a la gente como resultado de arreglos político-militares y diplomáticos, de modo forzoso e internacionalmente, podría ahora decidirse con autonomías y plebiscitos, democráticamente y dentro de cada país. Sería una mejor solución.
II. ¿Y se puede ser autonomista sin ser liberal?
La segunda pregunta no es tan fácil. La respuesta es “no sin graves e insalvables contradicciones”, pero comporta distintos elementos. Se hace más fácil revisando casos:
a) Caso España. ¿No hay allí socialismo con autonomías? En España, siendo el socialismo hegemónico, es dudosa la autonomía normativa. Los Estatutos regionales son todos iguales entre sí y a la Constitución nacional: socialistas. Este arreglo va a ponerse a prueba el día que las gentes de alguna región busquen la salida por el lado diferente, y quieran tener normas liberales, y someterlas a democrática decisión en un plebiscito popular. Entonces se verá si las regiones españolas son realmente autónomas.
b) Caso chino. Hay “un país, dos sistemas”. Como en India. En esos dos inmensos países socialistas, sí hay ciertas “islas” en las cuales se practica el capitalismo liberal (o casi). Porque tienen normas propias, aunque no se llaman autónomas sino “Zonas Económicas Especiales”, como algunos “puertos libres” latinoamericanos así conocidos porque pagan menos impuestos. Pero estas zonas especiales asiáticas son muy productivas y eficientes, y se insertan en la economía global. Sin embargo les falta autonomía fiscal o tributaria porque deben pagar con sus impuestos el improductivo socialismo del resto, en cada país. La demostración palmaria y concluyente de la inferioridad del socialismo es que vive de lo que el capitalismo produce; como en buena parte las economías de los países petroleros viven a expensas de las economías industrializadas de los países consumidores.
c) Esa coexistencia de dos sistemas es similar en EEUU, aunque no están físicamente separados. La rendidora economía capitalista paga la inmensa burocracia federal que se le superpone -y la estorba y paraliza-, y todos sus gastos y los de sus mantenidos. Y en Europa Occidental la economía capitalista, aunque muy agobiada, sostiene al “Estado de Bienestar”. Y en Europa Oriental el viejo comunismo fue reemplazado no por las leyes e instituciones propias del capitalismo liberal, sino por unas mafias feudales que viven a expensas de los pocos comerciantes y activistas económicos que se atreven a emprender y a producir.
d) ¿Y no puede ser posible un híbrido, un socialismo federalista o estatismo “descentralizado” como en la ex Yugoslavia? Como toda “tercera vía”, un estatismo descentralizado es contradictorio e impracticable, imposible por definición, porque el estatismo es centralista en su naturaleza, y más aún en su variedad del socialismo. Por eso fracasó en la ex Yugoslavia, y la ex URSS y ex Checoslovaquia. Ya Mises enseñó que el socialismo siempre fracasa cuando se practica, pero de modo más rápido e indisimulable si es en territorios pequeños; y por eso los socialistas siempre buscan los extensos espacios “integrados”, cada vez mayores, esperando de ese modo tener éxito. Pero en vano. Descentralización es mucho menos que autonomía. Es una quimera, que los estatistas ilusoriamente creen compatible con el estatismo, siempre persiguen inútilmente, y de la cual consiguen de vez en cuando unas pocas y precarias migajas.
Mercantilismo y socialismo son expresiones muy parecidas de una misma filosofía económica, el estatismo, opuesto al comercio y a los mercados libres, y que practica la planificación y la autarquía o autosuficiencia económicas, con muy reducido o nulo intercambio. Es imposible descentralizar el estatismo; por eso hay que desestatizar la sociedad.
III. Un fantasma recorre Latinoamérica: el separatismo
e) Finalmente, ¿no se puede ser autonomista como los vascos e irlandeses, algunos de derechas y otros de izquierdas, pero todos nacionalistas (y estatistas y furiosamente antiliberales)? Eso tampoco es autonomía; es nacionalismo y separatismo, independencia, mucho más allá de la autonomía.
Nacionalismo y socialismo son expresiones muy parecidas de una misma filosofía del hombre, la sociedad y la política: el colectivismo. Que se basa en la negación del individuo, en una noción totalitaria de democracia y “bien común”, y en la reducción de la riqueza a los meros recursos naturales, procurando su goce exclusivo bajo un orden proteccionista -mercantilista o socialista-, sin obligación de compartir con otros sus “rentas” (muy menguadas por supuesto). Con frecuencia el colectivismo asume tintes racistas. El estatismo es el instrumento político mediante el cual el colectivismo se lleva a la práctica. Y el socialismo nacionalista siempre ha sido arbitrariamente tildado de “extrema derecha” por las izquierdas, con el propósito de descalificar a todas las derechas, incluidas las liberales y democráticas.
No casualmente el separatismo es la acusación que les sirve a nuestros enemigos para desacreditarnos y hostilizarnos. Nos da mala imagen y muy mala prensa. Y nos lleva al fracaso, a menos que destaquemos los aspectos liberales y democráticos de nuestra propuesta tanto como los autonomistas.
Por todas estas razones es que libertad y autonomía regional son inseparables. Si no en teoría, al menos en la práctica.
Por Alberto Mansueti, Presidente de la Conferencia Liberal Hispanoamericana y co-fundador de Rumbo Propio
I. ¿Socialismo o capitalismo liberal?
El Proyecto Rumbo Propio no es liberal “y” autonomista; es liberal autonomista. Porque la libertad y la autonomía regional son como dos caras de una moneda.
Como a los zulianos no nos gusta ser pobres, y nos gusta la alta calidad y la abundancia en las cosas buenas de esta vida, proponemos la autonomía del Zulia. Pero no como un fin en sí mismo, sino como un medio para poder practicar el libre mercado, crear riqueza y ser prósperos; o sea: para ganar más y vivir mejor, no aislados sino insertos en la economía global del mundo.
Para eso queremos la autonomía normativa: leyes y “normas” propias regionales -eso significa auto-nomía- con posibilidad de escoger un sistema de vida liberal, aunque el resto de Venezuela siga en el socialismo. Y queremos además la autonomía fiscal: que los impuestos del nuevo Zulia eficiente, próspero y productivo, sean recolectados e invertidos en el Zulia, descontada la parte que corresponde al Estado venezolano por los servicios de seguridad, justicia y obras públicas que nos presta. Pero sólo por esos tres, que son los naturales y propios de todo Estado, sea nacional, regional o municipal; los demás corresponden a la esfera privada.
A muchas personas les atraen nuestras ideas y posiciones liberales. Saben que los venezolanos vivimos ya bajo el socialismo (aunque siempre puede haber más socialismo); que el socialismo es improductivo y opresivo; y que la salida es el capitalismo liberal. ¿Y cómo es la salida? Para Venezuela, una nueva Constitución, que nos reconozca a todos las libertades y garantías económicas. Mas no siendo ello posible -por ahora-, con una salida regional alternativa para los zulianos: un Estatuto autonómico que las reconozca en el Zulia, adoptado mediante un Plebiscito. En uno u otro caso con privatizaciones, desregulaciones, y poniendo al Estado en su lugar.
A otras personas en cambio les atrae nuestra idea de Zulia autónomo. Detestan el centralismo, pero no tanto el socialismo o el estatismo. Las libertades no les apasionan, y menos las económicas. Desconfían de la libre y abierta competencia. Y entienden la autonomía como el disfrute exclusivo de los recursos naturales de la región, los de derechas bajo el tradicional “proteccionismo” económico del mercantilismo, y los de izquierdas bajo el socialismo.
Pero todos, tarde o temprano, nos hacen las mismas dos preguntas: 1) ¿Se puede ser liberal sin ser autonomista? Y 2) ¿Se puede ser autonomista sin ser liberal?
II. ¿Se puede ser liberal sin ser autonomista?
La primera pregunta es la más fácil. La respuesta es un “no” rotundo, porque la autonomía es la libertad de las regiones, para elegir la libertad individual, salvo que una mayoría decida en contra y asuma sus costos, y salvo la libertad de emigrar. Un liberal acepta naturalmente la autonomía para el Zulia, y para todas las regiones, Estados y localidades de Venezuela, incluso si una o algunas de ellas deciden (democráticamente) ser estatistas -“proteccionistas” y/o socialistas- a condición de que paguen ellas mismas todos sus costos, sin pasarlos al resto del país, y sin vallas ni muros de ninguna clase que impidan a sus residentes la salida.
De hecho la idea del liberalismo autonomista surgió de las naciones divididas, cuando la Guerra Fría: Alemania del Este y del Oeste; China Roja y Formosa, (y Hong-Kong); Corea del Norte y del Sur. Podrían agregarse Malasia y Singapur; y Cuba y Florida. La “solución” que fue impuesta a la gente como resultado de arreglos político-militares y diplomáticos, de modo forzoso e internacionalmente, podría ahora decidirse con autonomías y plebiscitos, democráticamente y dentro de cada país. Sería una mejor solución.
II. ¿Y se puede ser autonomista sin ser liberal?
La segunda pregunta no es tan fácil. La respuesta es “no sin graves e insalvables contradicciones”, pero comporta distintos elementos. Se hace más fácil revisando casos:
a) Caso España. ¿No hay allí socialismo con autonomías? En España, siendo el socialismo hegemónico, es dudosa la autonomía normativa. Los Estatutos regionales son todos iguales entre sí y a la Constitución nacional: socialistas. Este arreglo va a ponerse a prueba el día que las gentes de alguna región busquen la salida por el lado diferente, y quieran tener normas liberales, y someterlas a democrática decisión en un plebiscito popular. Entonces se verá si las regiones españolas son realmente autónomas.
b) Caso chino. Hay “un país, dos sistemas”. Como en India. En esos dos inmensos países socialistas, sí hay ciertas “islas” en las cuales se practica el capitalismo liberal (o casi). Porque tienen normas propias, aunque no se llaman autónomas sino “Zonas Económicas Especiales”, como algunos “puertos libres” latinoamericanos así conocidos porque pagan menos impuestos. Pero estas zonas especiales asiáticas son muy productivas y eficientes, y se insertan en la economía global. Sin embargo les falta autonomía fiscal o tributaria porque deben pagar con sus impuestos el improductivo socialismo del resto, en cada país. La demostración palmaria y concluyente de la inferioridad del socialismo es que vive de lo que el capitalismo produce; como en buena parte las economías de los países petroleros viven a expensas de las economías industrializadas de los países consumidores.
c) Esa coexistencia de dos sistemas es similar en EEUU, aunque no están físicamente separados. La rendidora economía capitalista paga la inmensa burocracia federal que se le superpone -y la estorba y paraliza-, y todos sus gastos y los de sus mantenidos. Y en Europa Occidental la economía capitalista, aunque muy agobiada, sostiene al “Estado de Bienestar”. Y en Europa Oriental el viejo comunismo fue reemplazado no por las leyes e instituciones propias del capitalismo liberal, sino por unas mafias feudales que viven a expensas de los pocos comerciantes y activistas económicos que se atreven a emprender y a producir.
d) ¿Y no puede ser posible un híbrido, un socialismo federalista o estatismo “descentralizado” como en la ex Yugoslavia? Como toda “tercera vía”, un estatismo descentralizado es contradictorio e impracticable, imposible por definición, porque el estatismo es centralista en su naturaleza, y más aún en su variedad del socialismo. Por eso fracasó en la ex Yugoslavia, y la ex URSS y ex Checoslovaquia. Ya Mises enseñó que el socialismo siempre fracasa cuando se practica, pero de modo más rápido e indisimulable si es en territorios pequeños; y por eso los socialistas siempre buscan los extensos espacios “integrados”, cada vez mayores, esperando de ese modo tener éxito. Pero en vano. Descentralización es mucho menos que autonomía. Es una quimera, que los estatistas ilusoriamente creen compatible con el estatismo, siempre persiguen inútilmente, y de la cual consiguen de vez en cuando unas pocas y precarias migajas.
Mercantilismo y socialismo son expresiones muy parecidas de una misma filosofía económica, el estatismo, opuesto al comercio y a los mercados libres, y que practica la planificación y la autarquía o autosuficiencia económicas, con muy reducido o nulo intercambio. Es imposible descentralizar el estatismo; por eso hay que desestatizar la sociedad.
III. Un fantasma recorre Latinoamérica: el separatismo
e) Finalmente, ¿no se puede ser autonomista como los vascos e irlandeses, algunos de derechas y otros de izquierdas, pero todos nacionalistas (y estatistas y furiosamente antiliberales)? Eso tampoco es autonomía; es nacionalismo y separatismo, independencia, mucho más allá de la autonomía.
Nacionalismo y socialismo son expresiones muy parecidas de una misma filosofía del hombre, la sociedad y la política: el colectivismo. Que se basa en la negación del individuo, en una noción totalitaria de democracia y “bien común”, y en la reducción de la riqueza a los meros recursos naturales, procurando su goce exclusivo bajo un orden proteccionista -mercantilista o socialista-, sin obligación de compartir con otros sus “rentas” (muy menguadas por supuesto). Con frecuencia el colectivismo asume tintes racistas. El estatismo es el instrumento político mediante el cual el colectivismo se lleva a la práctica. Y el socialismo nacionalista siempre ha sido arbitrariamente tildado de “extrema derecha” por las izquierdas, con el propósito de descalificar a todas las derechas, incluidas las liberales y democráticas.
No casualmente el separatismo es la acusación que les sirve a nuestros enemigos para desacreditarnos y hostilizarnos. Nos da mala imagen y muy mala prensa. Y nos lleva al fracaso, a menos que destaquemos los aspectos liberales y democráticos de nuestra propuesta tanto como los autonomistas.
Por todas estas razones es que libertad y autonomía regional son inseparables. Si no en teoría, al menos en la práctica.