November 17, 2006
¿Plan Nacional de Desarrollo?
( Este artículo fue publicado en el diario local La Prensa el pasado día 14 de noviembre )
Comenzaré con dos anécdotas. La primera : Cuando finalizaba mis estudios de economía en 1979 me tocó lidiar con los dos voluminosos tomos del PND elaborados por el entonces Ministerio de Planificación y Política Económica. Una de las proyecciones era que Panamá alcanzaría a Italia en renta per capita en 1985. Otra, que en poco tiempo Panamá contaría con un sistema multimodal muy similar al por ahora malhadado CEMIS.
La segunda : A finales de 1989 o inicios de 1990, no recuerdo exactamente, Paul Krugman escribió un “famoso” artículo en Harvard Business Review. Krugman alababa el sistema japonés de planeación del desarrollo, según el cual los planificadores del gobierno decidían los sectores privilegiados de inversión. Por otro lado, criticaba el “caótico” sistema estadounidense, al que juzgaba claramente inferior. A los pocos meses, Japón entró en una crisis de la que apenas acaba de salir.
El primer episodio me enseñó que escribir un PND es relativamente fácil, y no obtener resultados es más fácil todavía. El segundo, que un grupo de funcionarios no pueden igualar, ni muchos menos sustituir, los conocimientos dispersos entre miles o millones de empresarios actuales o potenciales. También, que lo que a primera vista parece caos puede ser un orden espontáneo, mientras que lo que parece orden puede ser un caos a punto de estallar.
En los dos o tres últimos meses, tirios y troyanos están exaltando las virtudes de la planificación económica. Si hacemos un PND, saltamos al primer mundo. Y por otro lado, todos nuestros males se deben a que no contamos con el bendito PND. Lo que me llama la atención es que ninguno de los abogados del Plan explica, con algún nivel de detalle, en qué consistiría el mismo. En vez de eso, se limitan al clásico “sentémonos todos” que, para el buen entendedor significa “yo tengo que tener una silla en la mesa”.
A falta de declaraciones explícitas, voy a considerar tres posibles escenarios para el PND y dar mi opinión de qué se puede esperar en cada caso.
Primer escenario : La mesa se dedica a seleccionar sectores y subsectores prioritarios de inversión, al estilo japonés y al estilo latinoamericano de las décadas de 1940, 1950, y 1960. Hablando claro, dónde, cuándo y cómo se debe invertir. Auguro un rotundo fracaso. Los empresarios no van a invertir porque la mesa lo diga. Además, el gobierno es lento para cambiar prioridades según las circunstancias. Y no olvidemos que los sectores favorecidos no van a renunciar a sus privilegios así como así.
Segundo escenario : La mesa se dedica a establecer las “políticas” que necesita el Estado panameño, que deben ser por lo menos unas 30 ó 40. Por ejemplo : energética, agrícola, industrial, comercio exterior, seguridad, transporte, educativa, y así sucesivamente. En este caso es muy posible que las discusiones se prolonguen durante varios años sin lograr gran cosa, porque habrá grupos de participantes con visiones y paradigmas totalmente irreconciliables. En el mejor de los casos, es muy posible que, al finalizar el trabajo, algunas o muchas de las políticas ya resulten obsoletas. Y no es precisamente tiempo lo que nos sobra.
Tercer escenario : La mesa se limita a identificar algunos factores que según la experiencia de países exitosos influyen sobre el desarrollo. Por ejemplo, un sistema eficiente de justicia, un gobierno limitado y ágil, un sistema educativo libre y de alta calidad, y algún otro. Luego se acuerdan algunos lineamientos generales que servirán de marco para un acuerdo más detallado entre partidos políticos y puede que, según los casos, entre otros actores. Este enfoque puede tener posibilidades de éxito si se mantiene la consistencia entre los sucesivos gobiernos y, sobre todo, si se liberan las energías de la sociedad, demasiado aprisionadas por el peso del gobierno.
Tengo serias dudas de que se adopte este tercer enfoque. Es que la planificación económica “convence” a mucha gente. A los funcionarios, porque les da más poder para decidir qué actividades favorecer. A muchos empresarios, porque pueden obtener privilegios. A muchos grupos organizados, porque les permite una influencia política. Y a los estatistas de todos los colores porque, a más Estado, más oportunidades . No obstante, y como expresa Alberto Benegas Lynch, “La planificación enfrenta la información dispersa con la ignorancia concentrada”. Conviene no olvidarlo.
( Este artículo fue publicado en el diario local La Prensa el pasado día 14 de noviembre )
Comenzaré con dos anécdotas. La primera : Cuando finalizaba mis estudios de economía en 1979 me tocó lidiar con los dos voluminosos tomos del PND elaborados por el entonces Ministerio de Planificación y Política Económica. Una de las proyecciones era que Panamá alcanzaría a Italia en renta per capita en 1985. Otra, que en poco tiempo Panamá contaría con un sistema multimodal muy similar al por ahora malhadado CEMIS.
La segunda : A finales de 1989 o inicios de 1990, no recuerdo exactamente, Paul Krugman escribió un “famoso” artículo en Harvard Business Review. Krugman alababa el sistema japonés de planeación del desarrollo, según el cual los planificadores del gobierno decidían los sectores privilegiados de inversión. Por otro lado, criticaba el “caótico” sistema estadounidense, al que juzgaba claramente inferior. A los pocos meses, Japón entró en una crisis de la que apenas acaba de salir.
El primer episodio me enseñó que escribir un PND es relativamente fácil, y no obtener resultados es más fácil todavía. El segundo, que un grupo de funcionarios no pueden igualar, ni muchos menos sustituir, los conocimientos dispersos entre miles o millones de empresarios actuales o potenciales. También, que lo que a primera vista parece caos puede ser un orden espontáneo, mientras que lo que parece orden puede ser un caos a punto de estallar.
En los dos o tres últimos meses, tirios y troyanos están exaltando las virtudes de la planificación económica. Si hacemos un PND, saltamos al primer mundo. Y por otro lado, todos nuestros males se deben a que no contamos con el bendito PND. Lo que me llama la atención es que ninguno de los abogados del Plan explica, con algún nivel de detalle, en qué consistiría el mismo. En vez de eso, se limitan al clásico “sentémonos todos” que, para el buen entendedor significa “yo tengo que tener una silla en la mesa”.
A falta de declaraciones explícitas, voy a considerar tres posibles escenarios para el PND y dar mi opinión de qué se puede esperar en cada caso.
Primer escenario : La mesa se dedica a seleccionar sectores y subsectores prioritarios de inversión, al estilo japonés y al estilo latinoamericano de las décadas de 1940, 1950, y 1960. Hablando claro, dónde, cuándo y cómo se debe invertir. Auguro un rotundo fracaso. Los empresarios no van a invertir porque la mesa lo diga. Además, el gobierno es lento para cambiar prioridades según las circunstancias. Y no olvidemos que los sectores favorecidos no van a renunciar a sus privilegios así como así.
Segundo escenario : La mesa se dedica a establecer las “políticas” que necesita el Estado panameño, que deben ser por lo menos unas 30 ó 40. Por ejemplo : energética, agrícola, industrial, comercio exterior, seguridad, transporte, educativa, y así sucesivamente. En este caso es muy posible que las discusiones se prolonguen durante varios años sin lograr gran cosa, porque habrá grupos de participantes con visiones y paradigmas totalmente irreconciliables. En el mejor de los casos, es muy posible que, al finalizar el trabajo, algunas o muchas de las políticas ya resulten obsoletas. Y no es precisamente tiempo lo que nos sobra.
Tercer escenario : La mesa se limita a identificar algunos factores que según la experiencia de países exitosos influyen sobre el desarrollo. Por ejemplo, un sistema eficiente de justicia, un gobierno limitado y ágil, un sistema educativo libre y de alta calidad, y algún otro. Luego se acuerdan algunos lineamientos generales que servirán de marco para un acuerdo más detallado entre partidos políticos y puede que, según los casos, entre otros actores. Este enfoque puede tener posibilidades de éxito si se mantiene la consistencia entre los sucesivos gobiernos y, sobre todo, si se liberan las energías de la sociedad, demasiado aprisionadas por el peso del gobierno.
Tengo serias dudas de que se adopte este tercer enfoque. Es que la planificación económica “convence” a mucha gente. A los funcionarios, porque les da más poder para decidir qué actividades favorecer. A muchos empresarios, porque pueden obtener privilegios. A muchos grupos organizados, porque les permite una influencia política. Y a los estatistas de todos los colores porque, a más Estado, más oportunidades . No obstante, y como expresa Alberto Benegas Lynch, “La planificación enfrenta la información dispersa con la ignorancia concentrada”. Conviene no olvidarlo.