March 28, 2007
Crítica del Estado (2), Por Carlos Rodríguez Braun
1. Gastos, impuestos y deuda pública
La defensa del gasto público tiene que recurrir a hipótesis audaces, como que los políticos saben mejor que los ciudadanos lo que les conviene, o que son más eficaces y honrados que ellos.
El Estado siempre trata de ocultar sus costes y enmascararlos, utilizando mecanismos como las retenciones y la deuda pública.
El Estado cobra impuestos y brinda servicios, pero su actividad no es neutral. Los impuestos provocan distorsiones en la oferta de trabajo y ahorro, en la movilidad laboral, en la inversión en capital humano y en la asignación de recursos. Por el lado de los servicios, se estimula el fraude. Por ejemplo, en España muchos jubilados compran en forma casi gratuita medicinas para otros miembros de la familia que tendrían que pagar más por ellas.
Algunos ejemplos típicos de la falta de neutralidad del gasto público son que cuanto más se pague por estar enfermo más enfermos hay, cuanto más se pague a las madres solteras más habrá, y cuanto más dure el subsidio de desempleo más durará el mismo.
El estado del bienestar desequilibra las finanzas públicas porque los gastos tienden a crecer sin freno. Y los gastos crecen porque todo el mundo trata de recibir lo más posible, aunque sea recurriendo a trampas.
La expansión estatal tiene relación también con el desempleo en Europa. Como los costos de la seguridad social son gigantescos, las empresas utilizan cualquier tecnología que reduzca mano de obra. Las propias autoridades europeas han identificado un círculo vicioso : los costes laborales llevan a las empresas a despedir trabajadores; esto hace aumentar los impuestos para pagar los subsidios de paro, los cuales llevan a otras compañías a despedir trabajadores y así sucesivamente.
A la hora de ayudar, el Estado no siempre ayuda a quienes lo necesitan sino a los grupos que ejercen más presión. A la hora de cobrar, no siempre se cobra a quienes tienen más ingresos sino a quienes son más accesibles fiscalmente. Tomando en cuenta la existencia de tipos máximos, la evasión, y los mecanismos de elusión legal, la progresividad tributaria se descarga principalmente sobre las rentas medias de los asalariados.
Cada vez hay más dudas entre los economistas sobre la capacidad de los impuestos para influir sobre la distribución de la renta. Pero también hay serias dudas de que pueda lograrse mediante el gasto público. En parte, porque los grupos de presión pueden llevarse una parte importante. También porque las burocracias públicas son notoriamente ineficientes. Por ejemplo, se puede gastar más en educación sin lograr mejorar su calidad; o proveer universidad casi gratuita a mucha gente que pudiera pagarla.
Un caso especialmente interesante es el del aumento galopante del gasto en la sanidad pública. Se dice que las prestaciones deben ser universales. Pero la escasez, como no puede desaparecer, aparecerá en forma de restricciones en la calidad, como por ejemplo, las listas de espera.
2. Estado justo y regulador
El intervencionismo ha cambiado algo sus objetivos; ahora se enfatiza el medio ambiente, o la desigualdad, o la regulación de las actividades privadas.
La intervención recorta la acción del mercado, y esto tiene consecuencias. La intervención pública no es por necesidad ecológicamente eficiente. Si el Estado controla demasiado la producción de medicamentos, puede retrasar las innovaciones.
El tema de las pensiones es aleccionador. La desvalorización de los ancianos es una característica de nuestro tiempo, debido en parte a que las pensiones son bajas. El Estado le quita a la gente la responsabilidad de ahorrar y le promete que se ocupará de ellos y que tendrán buenas pensiones. Pero las cifras no cuadran y hay que reducirlas periódicamente.
La izquierda considera el estado de bienestar como si fuera creación suya. Lo cierto es que comenzó en Alemania con un gobierno conservador, y ha continuado con gobiernos de todas las tendencias.
El Estado, que presume de encarnar la justicia social, acaba siendo hostil hacia tres componentes básicos de una sociedad libre : la familia, la propiedad y el ahorro.
El Estado combate nuestra independencia y nuestra capacidad de previsión. Un hecho notable es la cultura de juventud. Si no eres joven, no eres nada. El Estado expansivo necesita gente inmadura y dependiente. Alexis de Tocqueville lo expresó genialmente : “El poder tutelar del Estado podría ser como la autoridad de un padre, si su objetivo fuera preparar a los hombres para la vida adulta; pero lo que busca realmente es mantenerlos en una perpetua infancia”.
Un ejemplo dramático de las consecuencias negativas de la intervención pública es el de las drogas. La prohibición aumenta su precio, se corrompen instituciones y gobiernos, aumentan los delitos, y al final no se logra nada. Es la Ley Seca, corregida y aumentada.
En cuanto a la redistribución, los grupos de presión utilizan el Estado en su beneficio expoliando a las mayorías. La redistribución no es de ricos a pobres sino de grupos desorganizados a grupos organizados, y de todos a favor del Estado.
Los intervencionistas sostienen que el mercado condena a los pobres a la caridad. Es curioso que cuando ayudamos voluntariamente a nuestros semejantes esto resulte condenable, y cuando lo hacemos coactivamente sea un acto virtuoso. Es la degeneración moral del intervencionismo.
( Estado contra mercado, Taurus, 2000, Pag. 82-104 )
1. Gastos, impuestos y deuda pública
La defensa del gasto público tiene que recurrir a hipótesis audaces, como que los políticos saben mejor que los ciudadanos lo que les conviene, o que son más eficaces y honrados que ellos.
El Estado siempre trata de ocultar sus costes y enmascararlos, utilizando mecanismos como las retenciones y la deuda pública.
El Estado cobra impuestos y brinda servicios, pero su actividad no es neutral. Los impuestos provocan distorsiones en la oferta de trabajo y ahorro, en la movilidad laboral, en la inversión en capital humano y en la asignación de recursos. Por el lado de los servicios, se estimula el fraude. Por ejemplo, en España muchos jubilados compran en forma casi gratuita medicinas para otros miembros de la familia que tendrían que pagar más por ellas.
Algunos ejemplos típicos de la falta de neutralidad del gasto público son que cuanto más se pague por estar enfermo más enfermos hay, cuanto más se pague a las madres solteras más habrá, y cuanto más dure el subsidio de desempleo más durará el mismo.
El estado del bienestar desequilibra las finanzas públicas porque los gastos tienden a crecer sin freno. Y los gastos crecen porque todo el mundo trata de recibir lo más posible, aunque sea recurriendo a trampas.
La expansión estatal tiene relación también con el desempleo en Europa. Como los costos de la seguridad social son gigantescos, las empresas utilizan cualquier tecnología que reduzca mano de obra. Las propias autoridades europeas han identificado un círculo vicioso : los costes laborales llevan a las empresas a despedir trabajadores; esto hace aumentar los impuestos para pagar los subsidios de paro, los cuales llevan a otras compañías a despedir trabajadores y así sucesivamente.
A la hora de ayudar, el Estado no siempre ayuda a quienes lo necesitan sino a los grupos que ejercen más presión. A la hora de cobrar, no siempre se cobra a quienes tienen más ingresos sino a quienes son más accesibles fiscalmente. Tomando en cuenta la existencia de tipos máximos, la evasión, y los mecanismos de elusión legal, la progresividad tributaria se descarga principalmente sobre las rentas medias de los asalariados.
Cada vez hay más dudas entre los economistas sobre la capacidad de los impuestos para influir sobre la distribución de la renta. Pero también hay serias dudas de que pueda lograrse mediante el gasto público. En parte, porque los grupos de presión pueden llevarse una parte importante. También porque las burocracias públicas son notoriamente ineficientes. Por ejemplo, se puede gastar más en educación sin lograr mejorar su calidad; o proveer universidad casi gratuita a mucha gente que pudiera pagarla.
Un caso especialmente interesante es el del aumento galopante del gasto en la sanidad pública. Se dice que las prestaciones deben ser universales. Pero la escasez, como no puede desaparecer, aparecerá en forma de restricciones en la calidad, como por ejemplo, las listas de espera.
2. Estado justo y regulador
El intervencionismo ha cambiado algo sus objetivos; ahora se enfatiza el medio ambiente, o la desigualdad, o la regulación de las actividades privadas.
La intervención recorta la acción del mercado, y esto tiene consecuencias. La intervención pública no es por necesidad ecológicamente eficiente. Si el Estado controla demasiado la producción de medicamentos, puede retrasar las innovaciones.
El tema de las pensiones es aleccionador. La desvalorización de los ancianos es una característica de nuestro tiempo, debido en parte a que las pensiones son bajas. El Estado le quita a la gente la responsabilidad de ahorrar y le promete que se ocupará de ellos y que tendrán buenas pensiones. Pero las cifras no cuadran y hay que reducirlas periódicamente.
La izquierda considera el estado de bienestar como si fuera creación suya. Lo cierto es que comenzó en Alemania con un gobierno conservador, y ha continuado con gobiernos de todas las tendencias.
El Estado, que presume de encarnar la justicia social, acaba siendo hostil hacia tres componentes básicos de una sociedad libre : la familia, la propiedad y el ahorro.
El Estado combate nuestra independencia y nuestra capacidad de previsión. Un hecho notable es la cultura de juventud. Si no eres joven, no eres nada. El Estado expansivo necesita gente inmadura y dependiente. Alexis de Tocqueville lo expresó genialmente : “El poder tutelar del Estado podría ser como la autoridad de un padre, si su objetivo fuera preparar a los hombres para la vida adulta; pero lo que busca realmente es mantenerlos en una perpetua infancia”.
Un ejemplo dramático de las consecuencias negativas de la intervención pública es el de las drogas. La prohibición aumenta su precio, se corrompen instituciones y gobiernos, aumentan los delitos, y al final no se logra nada. Es la Ley Seca, corregida y aumentada.
En cuanto a la redistribución, los grupos de presión utilizan el Estado en su beneficio expoliando a las mayorías. La redistribución no es de ricos a pobres sino de grupos desorganizados a grupos organizados, y de todos a favor del Estado.
Los intervencionistas sostienen que el mercado condena a los pobres a la caridad. Es curioso que cuando ayudamos voluntariamente a nuestros semejantes esto resulte condenable, y cuando lo hacemos coactivamente sea un acto virtuoso. Es la degeneración moral del intervencionismo.
( Estado contra mercado, Taurus, 2000, Pag. 82-104 )