April 04, 2007
Crítica del Estado (1), Por Carlos Rodríguez Braun
1. Introducción
El Estado se distingue de cualquier otra institución por el elemento de la coacción. Según la teoría política, para evitar la guerra de todos contra todos, los hombres se pusieron de acuerdo para entregar al Estado el monopolio de la fuerza. El argumento es más bien débil. Si las personas son capaces de llegar a un acuerdo para crear un ente coercitivo, ¿por qué no lo son para llegar a acuerdos pacíficos y libres?
El Estado ha sido interpretado como el garante de la seguridad, la libertad y la justicia. Pero hay que tener en cuenta las implicaciones de dichas funciones en la tradición y en la actualidad :
a) La seguridad era un elemento físico ante delincuentes y enemigos foráneos. Hoy incluye, además, salud, educación, retiro, vivienda, y demás.
b) La libertad implicaba que el poder no se metía con las vidas y propiedades de sus súbditos. Hoy día el Estado interviene donde quiere en nombre de resultados “sociales”.
c) La justicia consistía en dar a cada uno lo suyo. Hoy significa dar a cada uno lo que “merece” según criterios determinados por el poder.
2. Los nuevos derechos
Las libertades clásicas, como la religiosa o la de opinión, tienen tres características :
a) Son iguales para todos.
b) Su ejercicio no requiere la violación de derechos de nadie.
c) Exigen que el Estado no intervenga.
En contraste, los nuevos derechos como salud, educación, vivienda, pensiones, y otros :
a) No son iguales para todos.
b) Para que alguien los disfrute, otro tiene que pagar por ellos.
c) El papel del Estado se expande continuamente.
Es llamativo que estos derechos se llamen “sociales” como si la protagonista fuera la sociedad, cuando en realidad el gran protagonista es el Estado. También lo es que los nuevos derechos no llevan aparejada ninguna obligación específica de parte de quienes los disfrutan.
3. El Estado democrático benefactor
Antes el poder intervenía para evitar daños. Ahora lo hace para asegurar el bienestar, lo que nos lleva a preguntarnos qué sentido tiene limitar un Estado que procura el bienestar de la gente. Hay una contradicción insoluble entre limitar el poder y pedirle que satisfaga cada vez más derechos. Una consecuencia de esta dinámica es que el poder ejecutivo adquiere cada vez más importancia y se pone en peligro la división de poderes.
La democracia cambia de significado, y se convierte en una presión sobre el poder para que redistribuya rentas para lograr la “justicia social”.
4. Estado y moral
Los nuevos derechos devalúan la responsabilidad individual. Ya no se trata de luchar y esforzarse sino de reclamar los derechos al poder político. Por otro lado, la redistribución anima a gritar a la hora de cobrar y esconderse a la hora de pagar.
En el mercado hay que servir a los demás para triunfar. En el Estado se puede prosperar sin servir a nadie. La expansión del Estado implica la lucha de todos contra todos para sacarle fondos al Estado. Como dijo un mandatario europeo, “todo el mundo termina metiendo la mano en el bolsillo de otro”.
Entre los daños morales que se derivan de la expansión del Estado está el fomento de la envidia. Si yo pierdo en la libre competencia, no puedo legitimar mi envidia, porque he sido vencido en buena lid. Pero en el mundo de la intervención política la cosa es diferente. Puede que los ganadores lo sean simplemente porque han recibido ayudas, subsidios, o favores. El Estado no sólo no favorece una convivencia fundada en principios éticos, sino que socava las bases de dicha convivencia.
La devaluación de la responsabilidad individual se refleja también en cómo es concebido el individuo. Se le supone explotado y manipulado por poderes económicos que el Estado debe neutralizar. Sin embargo, lo que controla el comportamiento de las empresas es la competencia entre ellas, no los inspectores de un ministerio.
5. De lo ideal a lo real
El Estado legitima sus intervenciones en su carácter democrático. Pero los ciudadanos, una vez que hemos votado, estamos encadenados al gobierno hasta las próximas elecciones.
La expansión del Estado abre la puerta al abuso del poder para decidir quiénes serán los ganadores y quiénes los perdedores. Esta es la lógica de los grupos de presión. Son pequeños, bien organizados, y tratan de identificar sus intereses con el interés general. Siempre reclaman protección, privilegios y subsidios que serán pagados por otros. Curiosamente, los medios de comunicación suelen hablar de la victoria de tal o cual grupo, pero nunca de la derrota de los contribuyentes.
( Estado contra mercado, Taurus, 2000, Pag. 63-82 )
1. Introducción
El Estado se distingue de cualquier otra institución por el elemento de la coacción. Según la teoría política, para evitar la guerra de todos contra todos, los hombres se pusieron de acuerdo para entregar al Estado el monopolio de la fuerza. El argumento es más bien débil. Si las personas son capaces de llegar a un acuerdo para crear un ente coercitivo, ¿por qué no lo son para llegar a acuerdos pacíficos y libres?
El Estado ha sido interpretado como el garante de la seguridad, la libertad y la justicia. Pero hay que tener en cuenta las implicaciones de dichas funciones en la tradición y en la actualidad :
a) La seguridad era un elemento físico ante delincuentes y enemigos foráneos. Hoy incluye, además, salud, educación, retiro, vivienda, y demás.
b) La libertad implicaba que el poder no se metía con las vidas y propiedades de sus súbditos. Hoy día el Estado interviene donde quiere en nombre de resultados “sociales”.
c) La justicia consistía en dar a cada uno lo suyo. Hoy significa dar a cada uno lo que “merece” según criterios determinados por el poder.
2. Los nuevos derechos
Las libertades clásicas, como la religiosa o la de opinión, tienen tres características :
a) Son iguales para todos.
b) Su ejercicio no requiere la violación de derechos de nadie.
c) Exigen que el Estado no intervenga.
En contraste, los nuevos derechos como salud, educación, vivienda, pensiones, y otros :
a) No son iguales para todos.
b) Para que alguien los disfrute, otro tiene que pagar por ellos.
c) El papel del Estado se expande continuamente.
Es llamativo que estos derechos se llamen “sociales” como si la protagonista fuera la sociedad, cuando en realidad el gran protagonista es el Estado. También lo es que los nuevos derechos no llevan aparejada ninguna obligación específica de parte de quienes los disfrutan.
3. El Estado democrático benefactor
Antes el poder intervenía para evitar daños. Ahora lo hace para asegurar el bienestar, lo que nos lleva a preguntarnos qué sentido tiene limitar un Estado que procura el bienestar de la gente. Hay una contradicción insoluble entre limitar el poder y pedirle que satisfaga cada vez más derechos. Una consecuencia de esta dinámica es que el poder ejecutivo adquiere cada vez más importancia y se pone en peligro la división de poderes.
La democracia cambia de significado, y se convierte en una presión sobre el poder para que redistribuya rentas para lograr la “justicia social”.
4. Estado y moral
Los nuevos derechos devalúan la responsabilidad individual. Ya no se trata de luchar y esforzarse sino de reclamar los derechos al poder político. Por otro lado, la redistribución anima a gritar a la hora de cobrar y esconderse a la hora de pagar.
En el mercado hay que servir a los demás para triunfar. En el Estado se puede prosperar sin servir a nadie. La expansión del Estado implica la lucha de todos contra todos para sacarle fondos al Estado. Como dijo un mandatario europeo, “todo el mundo termina metiendo la mano en el bolsillo de otro”.
Entre los daños morales que se derivan de la expansión del Estado está el fomento de la envidia. Si yo pierdo en la libre competencia, no puedo legitimar mi envidia, porque he sido vencido en buena lid. Pero en el mundo de la intervención política la cosa es diferente. Puede que los ganadores lo sean simplemente porque han recibido ayudas, subsidios, o favores. El Estado no sólo no favorece una convivencia fundada en principios éticos, sino que socava las bases de dicha convivencia.
La devaluación de la responsabilidad individual se refleja también en cómo es concebido el individuo. Se le supone explotado y manipulado por poderes económicos que el Estado debe neutralizar. Sin embargo, lo que controla el comportamiento de las empresas es la competencia entre ellas, no los inspectores de un ministerio.
5. De lo ideal a lo real
El Estado legitima sus intervenciones en su carácter democrático. Pero los ciudadanos, una vez que hemos votado, estamos encadenados al gobierno hasta las próximas elecciones.
La expansión del Estado abre la puerta al abuso del poder para decidir quiénes serán los ganadores y quiénes los perdedores. Esta es la lógica de los grupos de presión. Son pequeños, bien organizados, y tratan de identificar sus intereses con el interés general. Siempre reclaman protección, privilegios y subsidios que serán pagados por otros. Curiosamente, los medios de comunicación suelen hablar de la victoria de tal o cual grupo, pero nunca de la derrota de los contribuyentes.
( Estado contra mercado, Taurus, 2000, Pag. 63-82 )