April 20, 2007

 
El Negocio del Estado

( Reproduzco este artículo mío, publicado recientemente en la revista electrónica panameña Expresiones)

Si consideramos al Estado como un negocio, no hay duda que es un negocio redondo. Para empezar, es el monopolio perfecto, basado en la coacción legalizada, con poder para meterte en la cárcel si te pasas de listo y tratas de ser un cliente difícil, es decir, de actuar como actuarías ante un negocio privado.

El Estado no te cobrará según la utilización de sus servicios monopólicos, sea que funcionen o no. Te cobrará las cantidades que crea oportunas sin que sepas exactamente por qué. Tampoco sabrás cómo se gastan esos dólares que pagas con tanto gusto por aquello de la solidaridad. Claro que si eres un economista o financista, y puedes dedicar unas tres o cuatro horas diarias a seguirle la pista al gasto público, y tienes alguna conexión dentro del Ministerio de Economía, tal vez logres enterarte, al menos parcialmente, de cómo se gastan tus malditos dólares.

Cuando llegamos al capítulo de los servicios que te presta el negocio, hay algunos cínicos que preguntan : ¿qué servicios? Insisten en que no ven ninguno, o mejor dicho, ven algo, más bien poco y malo. Pero claro, ¿qué se puede hacer con un 40% o 45% del producto nacional? Si queremos servicios de calidad, habrá que dedicar al negocio no menos del 60%.No olviden que lo bueno cuesta.

Hablemos algo del servicio de seguridad. Si juzgamos el desempeño por los resultados, la conclusión es demoledora : de seguridad, poco o nada. Para colmo, los que legislan sobre el negocio quieren poner trabas a los clientes que quieren tener armas propias. ¿Será que les preocupa que se demuestre que la protección individual supera a la que ellos proveen? Curiosamente ciertas asociaciones criminales, en diferentes partes del mundo, son capaces de ofrecer a sus clientes un nivel de protección superior al que ofrece la policía. Sé perfectamente que estas organizaciones utilizan procedimientos que no puede utilizar la policía. Pero estoy seguro que algo se puede aprender de ellas.¿Por qué creen que las grandes compañías de software contratan como jefes de seguridad de sistemas a los “hackers” más prestigiosos? En cualquier caso, es innegable que nuestro Estado no nos ofrece la seguridad que necesitamos, a pesar de que es el servicio más elemental que teóricamente justifica su existencia.

Tratemos ahora algo sobre educación. El gerente de este servicio dice que hay que mejorar la calidad, pero los negocios contratan a los gerentes no para que digan lo que hay que hacer, sino para hacerlo. Espero que no salga, como alguno de los anteriores, con que “tenemos que sentarnos todos para definir qué política educativa queremos”. Este gerente tiene que hacer dos cosas, que ya debió haber hecho. Primero, preguntar a sus clientes, que son los estudiantes y padres, cuáles son sus necesidades. Segundo, trabajar con sus colaboradores, principalmente los educadores, y establecer los programas concretos para responder a las necesidades de sus clientes. Los dueños de la educación no son los educadores, ni el Ministerio, sino los estudiantes y sus padres.

Este Estado de nuestros pecados es un experto en ventajismo, o sea, en aplicar la castiza ley del embudo. Si le debes algo y te demoras, te impondrá todas las multas y recargos que pueda, y su creatividad en este campo es ilimitada. Pero si él se demora en pagarte a ti, no sólo no pasa nada, sino que es mejor que no levantes la voz, no sea que tu cheque se quede, por pura casualidad, en algún rincón de cualquier gaveta perdida en el laberinto de nuestra frondosa burocracia.

Otras de sus gracias es obligar a otros a cumplir normas que él mismo no cumple. Por ejemplo, si usted tiene una empresa, por más raquítica que sea, tendrá que pagar el salario mínimo y el XIII mes. Pero para el Estado no hay salario mínimo, y aplica el XIII mes con un tope. En otro ejemplo, exige una serie de controles a los laboratorios privados para garantizar la seguridad de las medicinas, controles que no se aplica a sí mismo.

En conclusión, creo que si el Estado fuese una empresa, y tuviera que ganarse sus ingresos mediante la prestación de servicios por los que sus clientes estuvieran dispuestos a pagar, ya hubiera desaparecido, o casi, hace tiempo. Lo que me sorprende es la persistencia de la idea de que el problema está en las personas y no en la institución misma. Por eso seguimos esperando a los gobernantes y funcionarios perfectos, que nunca llegan.

No nos damos cuenta de que el Estado es un “holding” que tiene que ser necesariamente ineficiente. El “holding” tiene demasiadas compañías, se dedica a demasiadas cosas y no cumple bien con ninguna.


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