April 23, 2007
Intelectuales en política : El señuelo de Siracusa ( 1 )
Hacia el año 368 AC Platón viajó a Siracusa a instancias de Dión, un noble dedicado a la filosofía. Había muerto el tirano Dionisio el Viejo, y le había sucedido Dionisio el Joven, amigo y cuñado de Dión. Según este, Dionisio estaba interesado en la filosofía y necesitaba una buena instrucción. Platón se dio cuenta enseguida que Dionisio quería un barniz de filosofía pero no tenía ni la disciplina ni el compromiso para aprender a fondo.
Dionisio llegó a sospechar que Dión tenía ambiciones políticas y lo expulsó de Siracusa. Cuando Platón no logró una reconciliación entre ambos decidió marcharse.
Sin embargo, regresó seis o siete años más tarde, de nuevo a instancias de Dión, quien le informó que Dionisio había retornado al estudio de la filosofía. Platón descubrió que Dionisio ya se consideraba un filósofo. Platón se marchó de nuevo.
Tres años después, Dión logró expulsar a Dionisio con ayuda de mercenarios, pero fue asesinado posteriormente. Después de varias escaramuzas Dionisio volvió al trono, pero fue depuesto por el ejército de Corinto, ciudad madre de Siracusa. Parece que terminó sus días en Corinto, enseñando sus doctrinas en una escuela de su propiedad.
Dionisio es nuestro contemporáneo. En el último siglo ha tenido muchos nombres, desde Lenin a Milosevic. Europa, que creó los dos grandes sistemas tiránicos del siglo XX, el comunismo y el fascismo, dio origen a un nuevo tipo social, el intelectual filotiránico.
Muchos de ellos se inscribieron en los partidos comunistas y fascistas a ambos lados de la cortina de hierro. Muchos peregrinaron a las nuevas Siracusas de Moscú, Berlín, Hanoi o La Habana. Fueron “voyeurs” políticos; visitaban las granjas colectivas, las fábricas de tractores, las escuelas, pero nunca las prisiones.
La mayoría se quedaron en sus escritorios y utilizaron su talento para convencer a la gente de que los modernos tiranos eran libertadores y de que sus crímenes eran nobles, si se veían en la perspectiva correcta.
¿Qué hay en la mente humana que hizo posible la defensa intelectual de la tiranía en el siglo XX? ¿Cómo llegó el pensamiento político occidental al punto de considerar respetable defender que la tiranía era buena?
¿Por dónde comenzar? El historiador podría comenzar estudiando la historia de las ideas, suponiendo que la filotiranía intelectual y las prácticas tiránicas modernas comparten raíces intelectuales comunes.
Un blanco de estos estudios es la Ilustración, que desde el siglo XIX ha sido presentada arrancando las raíces de la religión y la tradición y alentando experimentos para rehacer la sociedad según ideas simples de orden racional. Según este enfoque, la Ilustración no sólo alimentó las tiranías sino que era tiránica en sus métodos intelectuales : absolutista, determinista, inflexible, intolerante, insensible, arrogante, ciega. Estos adjetivos están tomados de Isaiah Berlin.
La principal preocupación de Berlin era la hostilidad a la diversidad y el pluralismo que él discernía en la tradición occidental que comenzó con Platón y culminó intelectualmente en la Ilustración, ante de dar su fruto político: el totalitarismo del siglo XX.
Esta parece ser una historia convincente. El problema es que choca con otra igualmente convincente. Esta se centra en los impulsos religiosos y en la fuerza de lo irracional. Hay historiadores que han percibido una relación entre la teoría y la práctica de la tiranía moderna y fenómenos religiosos como el misticismo, mesianismo, milenarismo, kabalismo y pensamiento apocalíptico en general. Según esta versión, los revolucionarios trataban de implantar el Reino de Dios en el mundo profano.
Si el historiador trata de entender la brutalidad de la planificación soviética, la eficiencia de los nazis para exterminar a los judíos, la destrucción metódica de Camboya, los programas de adoctrinamiento ideológico, culpará al racionalismo intelectual. Pero si considera la importancia que han tenido para las tiranías los ídolos de la sangre y el suelo, la obsesión con las categorías raciales, la glorificación de la violencia como fuerza purificadora, el culto a la personalidad y los actos de masas, culpará a las pasiones irracionales.
(The Reckless Mind, Por Mark Lilla, Pag. 191-216 )
Hacia el año 368 AC Platón viajó a Siracusa a instancias de Dión, un noble dedicado a la filosofía. Había muerto el tirano Dionisio el Viejo, y le había sucedido Dionisio el Joven, amigo y cuñado de Dión. Según este, Dionisio estaba interesado en la filosofía y necesitaba una buena instrucción. Platón se dio cuenta enseguida que Dionisio quería un barniz de filosofía pero no tenía ni la disciplina ni el compromiso para aprender a fondo.
Dionisio llegó a sospechar que Dión tenía ambiciones políticas y lo expulsó de Siracusa. Cuando Platón no logró una reconciliación entre ambos decidió marcharse.
Sin embargo, regresó seis o siete años más tarde, de nuevo a instancias de Dión, quien le informó que Dionisio había retornado al estudio de la filosofía. Platón descubrió que Dionisio ya se consideraba un filósofo. Platón se marchó de nuevo.
Tres años después, Dión logró expulsar a Dionisio con ayuda de mercenarios, pero fue asesinado posteriormente. Después de varias escaramuzas Dionisio volvió al trono, pero fue depuesto por el ejército de Corinto, ciudad madre de Siracusa. Parece que terminó sus días en Corinto, enseñando sus doctrinas en una escuela de su propiedad.
Dionisio es nuestro contemporáneo. En el último siglo ha tenido muchos nombres, desde Lenin a Milosevic. Europa, que creó los dos grandes sistemas tiránicos del siglo XX, el comunismo y el fascismo, dio origen a un nuevo tipo social, el intelectual filotiránico.
Muchos de ellos se inscribieron en los partidos comunistas y fascistas a ambos lados de la cortina de hierro. Muchos peregrinaron a las nuevas Siracusas de Moscú, Berlín, Hanoi o La Habana. Fueron “voyeurs” políticos; visitaban las granjas colectivas, las fábricas de tractores, las escuelas, pero nunca las prisiones.
La mayoría se quedaron en sus escritorios y utilizaron su talento para convencer a la gente de que los modernos tiranos eran libertadores y de que sus crímenes eran nobles, si se veían en la perspectiva correcta.
¿Qué hay en la mente humana que hizo posible la defensa intelectual de la tiranía en el siglo XX? ¿Cómo llegó el pensamiento político occidental al punto de considerar respetable defender que la tiranía era buena?
¿Por dónde comenzar? El historiador podría comenzar estudiando la historia de las ideas, suponiendo que la filotiranía intelectual y las prácticas tiránicas modernas comparten raíces intelectuales comunes.
Un blanco de estos estudios es la Ilustración, que desde el siglo XIX ha sido presentada arrancando las raíces de la religión y la tradición y alentando experimentos para rehacer la sociedad según ideas simples de orden racional. Según este enfoque, la Ilustración no sólo alimentó las tiranías sino que era tiránica en sus métodos intelectuales : absolutista, determinista, inflexible, intolerante, insensible, arrogante, ciega. Estos adjetivos están tomados de Isaiah Berlin.
La principal preocupación de Berlin era la hostilidad a la diversidad y el pluralismo que él discernía en la tradición occidental que comenzó con Platón y culminó intelectualmente en la Ilustración, ante de dar su fruto político: el totalitarismo del siglo XX.
Esta parece ser una historia convincente. El problema es que choca con otra igualmente convincente. Esta se centra en los impulsos religiosos y en la fuerza de lo irracional. Hay historiadores que han percibido una relación entre la teoría y la práctica de la tiranía moderna y fenómenos religiosos como el misticismo, mesianismo, milenarismo, kabalismo y pensamiento apocalíptico en general. Según esta versión, los revolucionarios trataban de implantar el Reino de Dios en el mundo profano.
Si el historiador trata de entender la brutalidad de la planificación soviética, la eficiencia de los nazis para exterminar a los judíos, la destrucción metódica de Camboya, los programas de adoctrinamiento ideológico, culpará al racionalismo intelectual. Pero si considera la importancia que han tenido para las tiranías los ídolos de la sangre y el suelo, la obsesión con las categorías raciales, la glorificación de la violencia como fuerza purificadora, el culto a la personalidad y los actos de masas, culpará a las pasiones irracionales.
(The Reckless Mind, Por Mark Lilla, Pag. 191-216 )