April 24, 2007

 
Intelectuales en política : El señuelo de Siracusa (2)

Hay otra forma de investigar la filotiranía intelectual. Consiste en examinar la historia social de los intelectuales, en vez de sus ideas. Por ejemplo, Sartre habló sobre el intelectual solitario que defendía su singularidad contra la ideología dominante de la sociedad burguesa. Por su parte, Raymond Aron destacó la incapacidad de los intelectuales franceses para comprender los retos de la política europea del siglo XX. Según Aron, era predecible que el ideal romántico del compromiso de Sartre lo convertiría en un apologista del estalinismo.

En Alemania el panorama era totalmente diferente. Allí el problema era el desinterés sobre la política. La idea era que los profesores se dedicaban a las ideas intemporales, mientras que los periodistas trataban sobre asuntos políticos.

Al apartarse de la política, los pensadores vivían en un mundo intelectual mítico, lo que hizo que la tiranía nazi les pareciera a algunos de ellos el comienzo de una regeneración espiritual y cultural. En opinión de Habermas, sólo el descenso de las montañas mágicas a las planicies del discurso político hubiera podido inocular a los pensadores alemanes contra la tentación tiránica.

El argumento de Habermas parece convincente. Pero si él sitúa el problema en el desinterés, y Aron en el compromiso, ¿qué podemos concluir? Obviamente ninguna de las dos explicaciones es completa, y lo mismo podemos decir tanto del racionalismo como del irracionalismo.

Pero regresemos a Platón, Dión y Dionisio. Lo interesante es que Dionisio era un intelectual, quizás el primer tirano con dicha pretensión. Tanto Platón como Dión entendieron que el impulso intelectual de Dionisio tenía relación con sus tiránicas ambiciones políticas. Por eso trataron de cambiar el primero para influir sobre las segundas, pero fracasaron. No obstante, tenían razón en que la misma fuerza psicológica que llevaba a unos hacia la tiranía, llevaba a otros hacia la filosofía.

Según Platón, somos figuras incompletas que tratamos de realizar nuestro potencial interno. Este anhelo abarca tanto el cuerpo como el alma. Hay quienes buscan las satisfacciones del cuerpo mientras que otros se convierten en filósofos, poetas o políticos.

La vida filosófica no es de renuncia budista, es una vida controlada que trata de alcanzar la verdad, justicia, y belleza eternas. Pocos son capaces de llevar esta vida. Otros, en cambio, son esclavos de sus deseos y nada puede controlarlos. Platón llama tiranos a estos individuos.

El filósofo mantiene el control sobre sus aspiraciones, por muy espirituales que sean. El tirano es el esclavo de sus aspiraciones y deseos.

Algunas veces los más tiránicos se convierten en gobernantes de ciudades y naciones. Pero hay otros que entran en la vida pública, como maestros, oradores, poetas, lo que llamamos intelectuales. Estos pueden ser peligrosos. Como Dionisio, se apasionan por la vida de la mente, pero, a diferencia de los filósofos, no pueden dominar sus pasiones. Se lanzan a las discusiones políticas, escriben libros, dan discursos, aconsejan, en actividad frenética que apenas puede ocultar su incompetencia e irresponsabilidad. Se consideran independientes, pero son un rebaño dirigido por sus demonios interiores y sedientos de la aprobación del público.

Sócrates sugiere que estos intelectuales juegan un papel importante en el deslizamiento de la democracia a la tiranía influyendo sobre las mentes de los jóvenes. Eventualmente, alguno de ellos se convierte en tirano, y entonces esos intelectuales se convierten en serviles incondicionales.

Es muy difícil que la vida filosófica y las demandas de la política puedan coincidir. Puede que no esté a nuestro alcance reformar una tiranía, pero sí lo está el ejercicio del autocontrol intelectual.

La tiranía no está muerta, ni en la política ni en nuestras almas. Puede que la época de las grandes ideologías haya pasado, pero mientras tratemos de política, siempre existirá la tentación de sucumbir a la atracción de una idea y de permitir a la pasión cegarnos sobre su potencial tiránico.

Los eventos del último siglo ofrecieron la ocasión de mostrar una extraordinaria filotiranía cuyas fuentes no van a desaparecer porque forman parte de nuestra naturaleza. Si nuestros historiadores quieren comprender la traición de los intelectuales deben mirar sobre todo hacia dentro.

( The Reckless Mind, Por Mark Lilla, Pag. 191-206)

Comments:
Para mí, el común denominador entre la ambición de tiranía por el aspirante a tirano, y el amor a la tiranía por el filósofo, lo definió Nietzsche hace poco más de 100 años: Voluntad de Poder. Es el pecado universal del ser humano, tal como lo ilustra Tolkien en el Señor de los Anillos.
 
Jaime Raúl: Bienvenido de nuevo al ruedo. Efectivamente, el tirano domina por sí mismo, y el intelectual filotiránico domina vicariamente a través del tirano. Desde luego, no puede ser casualidad que, tanto en el siglo XX como en lo que va del XXI, haya muchos más intelectuales a favor de la tiranía que a favor de la libertad.
 
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