May 16, 2007
El espejismo de la igualdad ( 1 ), Por Thomas Sowell
El primer problema con la igualdad es definirla. Dado que los seres humanos somos multidimensionales, definir la igualdad es problemático y arbitrario. Los humanos diferimos en inteligencia, talento, apariencia física, encanto, ingresos, y en muchos otros aspectos.
Veamos la desigualdad económica. Los datos estadísticos sobre “pobres” y “ricos” son agregados sobre estratos de ingreso en un momento dado, a pesar de que hay un movimiento constante entre los estratos. Por ejemplo, sólo el 3% de la población de EU permanece en el quintil inferior por 8 años. Por otro lado, sólo el 3.5% tiene un patrimonio de un millón o más. Así que los pobres y los ricos no llegan al 7% de la población, pero las batallas ideológicas se libran como si fueran los grupos centrales, ignorando el 93% restante.
Durante la historia, siempre ha existido una gran disparidad de desempeño entre naciones, regiones y otros grupos humanos. Por ejemplo, durante siglos China fue más avanzada que Europa. Actualmente, sin embargo, hay una gran resistencia a aceptar cualquier superioridad, que se redefine como “percepción” o “estereotipo”.
Sin embargo, todas las culturas han tomado elementos de otras y han abandonado elementos propios. Occidente obandonó la numeración romana y adoptó la de la India. También adoptó el papel de China, y eliminó los rollos.
Es muy común atribuir las diferencias de desempeño a la discriminación. Pero hay muchos casos de minorías sin poder que se han destacado. Por ejemplo, los judíos en Europa Oriental, los chinos en el sudeste de Asia, los libaneses en África Occidental, y los emigrantes de India en Fiji.
Los factores contra la igualdad de desempeño son numerosos. La geografía no es en absoluto igualitaria. Las ciudades han estado a la vanguardia del progreso pero no se establecen en cualquier lugar geográfico. Las disparidades culturales derivadas de la geografía persisten incluso después de que la gente se mueve a otros países. Por ejemplo, los escoceses de tierras bajas son más exitosos que los de tierras altas, no sólo en Escocia sino en Estados Unidos y Australia.
Dentro de las familias, el primer hijo suele ser más exitoso que los demás, lo que está comprobado en numerosos estudios. Si no hay igualdad entre personas que han crecido en condiciones similares, es imposible lograrla entre grupos más diferenciados.
Quienes abogan por la igualdad, proponen la “redistribución” del ingreso. En primer ligar, el ingreso nunca fue distribuido sino ganado en diferentes formas. El ingreso proviene del pago que alguien hace por los servicios de otra persona. Pero la idea de que un tercero puede determinar lo que realmente vale el trabajo denota una gran arrogancia y confusión intelectual. Cuando hay una transacción libre, ambas partes valoran más lo que reciben que lo que dan.
Permitir a una autoridad gubernamental determinar cuánto dinero deben recibir unos individuos de otros produce una monumental concentración de poder político que reduce a todo el mundo a clientes de los políticos. Es una fórmula para el desastre económico, político y social.
Recientemente, Ronald Dworkin ha proclamado que “una sociedad más igualitaria es una sociedad mejor incluso aunque los ciudadanos prefieran la desigualdad”. Esta es una admisión tácita de que la igualdad interesa menos al público que a los intelectuales. Por supuesto, en la sociedad ideal ellos serían los árbitros del destino de millones de personas.
Es paradójico que la ideología de la igualdad acabe produciendo más desigualdad. Por ejemplo, en nombre del relativismo cultural se anima a los inmigrantes a no aprender el nuevo idioma y a mantener su cultura. La amarga ironía es que los hispanos que hablan inglés ganan más que los que sólo hablan español. Por su parte, los países pobres que se aferran a su estilo cultural se mantienen pobres, mientras que los que aprovechan las oportunidades generadoras de riqueza tienden a convertirse en ricos, como el clásico ejemplo de Japón.
La reducción de los estándares educativos en nombre de la igualdad perjudica especialmente a los niños de los grupos menos afortunados. Otros grupos tienen muchas oportunidades para contrarrestar las deficiencias de las escuelas.
Una consecuencia todavía peor es que se ha desarrollado una actitud que prohíbe prácticamente emitir juicios sobre creencias y comportamientos. Así que en las escuelas las ideas de los delincuentes se ponen al mismo nivel que las de los estudiantes educados con estándares morales estrictos.
( The quest for cosmic justice, Free Press, 1999, Pag. 51-95 )
El primer problema con la igualdad es definirla. Dado que los seres humanos somos multidimensionales, definir la igualdad es problemático y arbitrario. Los humanos diferimos en inteligencia, talento, apariencia física, encanto, ingresos, y en muchos otros aspectos.
Veamos la desigualdad económica. Los datos estadísticos sobre “pobres” y “ricos” son agregados sobre estratos de ingreso en un momento dado, a pesar de que hay un movimiento constante entre los estratos. Por ejemplo, sólo el 3% de la población de EU permanece en el quintil inferior por 8 años. Por otro lado, sólo el 3.5% tiene un patrimonio de un millón o más. Así que los pobres y los ricos no llegan al 7% de la población, pero las batallas ideológicas se libran como si fueran los grupos centrales, ignorando el 93% restante.
Durante la historia, siempre ha existido una gran disparidad de desempeño entre naciones, regiones y otros grupos humanos. Por ejemplo, durante siglos China fue más avanzada que Europa. Actualmente, sin embargo, hay una gran resistencia a aceptar cualquier superioridad, que se redefine como “percepción” o “estereotipo”.
Sin embargo, todas las culturas han tomado elementos de otras y han abandonado elementos propios. Occidente obandonó la numeración romana y adoptó la de la India. También adoptó el papel de China, y eliminó los rollos.
Es muy común atribuir las diferencias de desempeño a la discriminación. Pero hay muchos casos de minorías sin poder que se han destacado. Por ejemplo, los judíos en Europa Oriental, los chinos en el sudeste de Asia, los libaneses en África Occidental, y los emigrantes de India en Fiji.
Los factores contra la igualdad de desempeño son numerosos. La geografía no es en absoluto igualitaria. Las ciudades han estado a la vanguardia del progreso pero no se establecen en cualquier lugar geográfico. Las disparidades culturales derivadas de la geografía persisten incluso después de que la gente se mueve a otros países. Por ejemplo, los escoceses de tierras bajas son más exitosos que los de tierras altas, no sólo en Escocia sino en Estados Unidos y Australia.
Dentro de las familias, el primer hijo suele ser más exitoso que los demás, lo que está comprobado en numerosos estudios. Si no hay igualdad entre personas que han crecido en condiciones similares, es imposible lograrla entre grupos más diferenciados.
Quienes abogan por la igualdad, proponen la “redistribución” del ingreso. En primer ligar, el ingreso nunca fue distribuido sino ganado en diferentes formas. El ingreso proviene del pago que alguien hace por los servicios de otra persona. Pero la idea de que un tercero puede determinar lo que realmente vale el trabajo denota una gran arrogancia y confusión intelectual. Cuando hay una transacción libre, ambas partes valoran más lo que reciben que lo que dan.
Permitir a una autoridad gubernamental determinar cuánto dinero deben recibir unos individuos de otros produce una monumental concentración de poder político que reduce a todo el mundo a clientes de los políticos. Es una fórmula para el desastre económico, político y social.
Recientemente, Ronald Dworkin ha proclamado que “una sociedad más igualitaria es una sociedad mejor incluso aunque los ciudadanos prefieran la desigualdad”. Esta es una admisión tácita de que la igualdad interesa menos al público que a los intelectuales. Por supuesto, en la sociedad ideal ellos serían los árbitros del destino de millones de personas.
Es paradójico que la ideología de la igualdad acabe produciendo más desigualdad. Por ejemplo, en nombre del relativismo cultural se anima a los inmigrantes a no aprender el nuevo idioma y a mantener su cultura. La amarga ironía es que los hispanos que hablan inglés ganan más que los que sólo hablan español. Por su parte, los países pobres que se aferran a su estilo cultural se mantienen pobres, mientras que los que aprovechan las oportunidades generadoras de riqueza tienden a convertirse en ricos, como el clásico ejemplo de Japón.
La reducción de los estándares educativos en nombre de la igualdad perjudica especialmente a los niños de los grupos menos afortunados. Otros grupos tienen muchas oportunidades para contrarrestar las deficiencias de las escuelas.
Una consecuencia todavía peor es que se ha desarrollado una actitud que prohíbe prácticamente emitir juicios sobre creencias y comportamientos. Así que en las escuelas las ideas de los delincuentes se ponen al mismo nivel que las de los estudiantes educados con estándares morales estrictos.
( The quest for cosmic justice, Free Press, 1999, Pag. 51-95 )