May 04, 2007
Errando el blanco
Por Ricardo Soto, de la Fundación Libertad de Panamá
Los articulistas locales que comentan la masacre de Virginia, me temo que no dan en el blanco. Primero, entiendo perfectamente la animadversión que muchas personas sienten por la administración Bush, la cual está plenamente justificada. Sin embargo, encontrar la manera de vincular a Bush con la masacre de Virginia Tech es tan injusto como decir que Clinton es responsable por Columbine. Paranoicos y esquizofrénicos los hay en todos lados, no dependen de los videojuegos ni del gangsta-rap para surgir; la propia abuela de Cho reconoce que el sujeto no era un niño normal a los 8 años de edad.
Entonces la pregunta, ¿para qué un ciudadano quiere un arma de fuego? La respuesta es obvia, para defenderse. El Estado no puede estar en todas partes, esto es una lección de la masacre de Virginia Tech. Durante preciosos minutos los estudiantes estuvieron en un hobbesiano estado de naturaleza donde imperó la ley del más fuerte ante la inoperancia del Estado que inclusive un año antes tomó medidas para anular en el campus universitario los permisos de portar armas de alrededor de 5% de los habitantes de Virginia. En otros lugares de los Estados Unidos y por supuesto en Israel, ciudadanos armados han evitado matanzas similares.
Seamos realistas, no caminemos por el sendero de la utopía. Si un Estado desea decomisar todas las armas de fuego en manos de particulares, ¿cómo lo va a hacer? Solo las personas que respetan la Ley van a entregar sus armas. Los delincuentes, que por eso lo son, no se van a dar por aludidos, y ante la imposibilidad del Estado de estar en todas partes van a hacer su agosto con los ciudadanos decentes. Eso lo predijo Beccaria en el siglo XVIII.
Nada garantiza nuestra seguridad personal a un cien por ciento, pero en muchos casos el estar legalmente armado hace la diferencia. Conozco muchos chinos de tienda que me pueden dar la razón. De igual manera, aunque no comparto esta afición, reconozco que la caza bien regulada puede ser un factor de sostenibilidad en los esfuerzos conservacionistas como lo es en Norteamérica y África. En cuanto al tiro deportivo, los homicidios perpetrados con armas especializadas para esta actividad son casi inexistentes.
Por Ricardo Soto, de la Fundación Libertad de Panamá
Los articulistas locales que comentan la masacre de Virginia, me temo que no dan en el blanco. Primero, entiendo perfectamente la animadversión que muchas personas sienten por la administración Bush, la cual está plenamente justificada. Sin embargo, encontrar la manera de vincular a Bush con la masacre de Virginia Tech es tan injusto como decir que Clinton es responsable por Columbine. Paranoicos y esquizofrénicos los hay en todos lados, no dependen de los videojuegos ni del gangsta-rap para surgir; la propia abuela de Cho reconoce que el sujeto no era un niño normal a los 8 años de edad.
Segundo, a diferencia del tabaco, las armas en los Estados Unidos se venden gracias a los esfuerzos, no de los fabricantes de las mismas, sino de organizaciones de grass-roots. Esta es la decisión del pueblo americano. La razón de que los gringos toleran las externalidades negativas de las armas son claras. Como dice el Doctor Sáez-Llorens en su artículo aunque extrayendo conclusiones muy distintas a las mías, "los mecanismos protectores (del Estado) sufren de una ridícula inercia"; pese al historial mental del asesino, el Estado de Virginia no notificó a la base de datos federal encargada de supervisar la venta de armas para que bloquearan las ventas, nadie hizo nada para separarlo de la Universidad, pese al miedo de los profesores y compañeros. El día de la masacre el sujeto vagó por dos horas entre el primer tiroteo y el segundo, dándose el lujo de enviar paquetes a los medios y luego caminó por el edificio por 20 minutos esparciendo muerte sin que la policía o nadie se le opusiera.
Entonces la pregunta, ¿para qué un ciudadano quiere un arma de fuego? La respuesta es obvia, para defenderse. El Estado no puede estar en todas partes, esto es una lección de la masacre de Virginia Tech. Durante preciosos minutos los estudiantes estuvieron en un hobbesiano estado de naturaleza donde imperó la ley del más fuerte ante la inoperancia del Estado que inclusive un año antes tomó medidas para anular en el campus universitario los permisos de portar armas de alrededor de 5% de los habitantes de Virginia. En otros lugares de los Estados Unidos y por supuesto en Israel, ciudadanos armados han evitado matanzas similares.
Seamos realistas, no caminemos por el sendero de la utopía. Si un Estado desea decomisar todas las armas de fuego en manos de particulares, ¿cómo lo va a hacer? Solo las personas que respetan la Ley van a entregar sus armas. Los delincuentes, que por eso lo son, no se van a dar por aludidos, y ante la imposibilidad del Estado de estar en todas partes van a hacer su agosto con los ciudadanos decentes. Eso lo predijo Beccaria en el siglo XVIII.
El número de accidentes fatales de armas de fuego es relativamente pequeño, alrededor de 650 en los Estados Unidos, más gente muere ahogada al año que en accidentes ocasionados por armas de fuego. El número de suicidios es alto, pero no hay manera de garantizar que un suicida ante la ausencia de un arma de fuego busque otra manera de terminar con su vida. Lo que nos lleva a la violencia criminal, a los 10 mil homicidios al año con armas de fuego. En los Estados Unidos resulta, aunque no sea políticamente correcto admitirlo, que el 51% de los homicidios en este país son el producto del 4% de la población que es considerada la underclass negra. La razón principal de esos homicidios es la resolución de disputas relacionadas con el tráfico de drogas ilegales.
El gran ausente en el debate es el efecto de la prohibición de las drogas en la violencia urbana. Eliminada esta variable de la ecuación las cifras de homicidios de Canadá y el Reino Unido, per cápita, son muy similares a EU, pese a las radicalmente distintas legislaciones sobre armas de fuego. EU tiene un índice per cápita de homicidios menor a países como Colombia, Venezuela, México, Uruguay, Costa Rica, Rusia y Sur África pese a que estos países tienen por lo general más restricciones a la venta de armas. ¿Así que de qué hablamos?
Nada garantiza nuestra seguridad personal a un cien por ciento, pero en muchos casos el estar legalmente armado hace la diferencia. Conozco muchos chinos de tienda que me pueden dar la razón. De igual manera, aunque no comparto esta afición, reconozco que la caza bien regulada puede ser un factor de sostenibilidad en los esfuerzos conservacionistas como lo es en Norteamérica y África. En cuanto al tiro deportivo, los homicidios perpetrados con armas especializadas para esta actividad son casi inexistentes.
La solución real es la de buscar medidas de sentido común para evitar que los delincuentes, los enfermos mentales y los irresponsables, incluyendo a los niños, tengan acceso a las armas, mientras se potencia el uso correcto por parte de civiles calificados como han demostrado entre otros Suiza, Israel y ciertos estados de los Estados Unidos. Por último, sabemos desde Maquiavelo que la seguridad no se delega, y sabemos desde Franklin que aquellos que sacrifican su libertad por algo de seguridad, al final pierden su libertad y su seguridad.