May 27, 2007

 
Las perversas reglas de juego en América Latina, Por Guillermo M. Yeatts

(Resumen del Capítulo IV “La continuidad institucional en la América independiente” )

Las secuelas sociales de las guerras de independencia fueron importantes, y las económicas generalmente desastrosas. La más significativa fue la militarización de las nuevas repúblicas. Las ideas de San Martín, Bolívar o Sucre estaban más acordes con el paternalismo del iluminismo español que con el liberalismo de Europa Occidental. Sus comportamientos se hallaban más cerca del despotismo que de una revolución ideológica.

Halperín Donghi describe la situación posterior a la independencia en estos términos : degradación de la vida administrativa, desorden, militarización, despotismo y estancamiento económico.

La exitosa experiencia de Estados Unidos constituyó una referencia ineludible para los nuevos países, sobre todo el elemento federal. Las Constituciones de los estados de EU tuvieron tres características : fueron ampliamente debatidas por los ciudadanos, reflejaban las ideas del gobierno limitado, y eran un adelanto respecto a las instituciones del periodo colonial.

El esquema inicial era el de un gobierno central muy débil, con funciones delimitadas, mientras que los estados gobernaban el resto de los asuntos. Posteriormente se dio la famosa polémica de federalistas y antifederalistas, y se añadieron nuevas competencias al gobierno central, como un limitado poder fiscal, el poder judicial, leyes sobre derecho de autor, bancarrota y regulación del comercio interestatal y exterior.

Los nuevos países latinoamericanos adoptan regímenes formalmente inspirados en la Constitución de Estados Unidos. Sin embargo, tanto el federalismo como el liberalismo no dejaban de ser elementos exógenos. La ausencia de limitaciones al poder se manifestó de diversa maneras : un poder judicial supeditado al ejecutivo, la ausencia de control y equilibrio entre los tres poderes, y la existencia de un gobierno absolutamente centralizado.

En la segunda mitad del siglo XIX, la situación interna de los países de América Latina era más organizada y estable. Económicamente, fue un periodo de grandes exportaciones de materias primas y de inversiones externas en ferrocarriles, servicios públicos y minería principalmente.

La nueva dinámica económica tuvo algún impacto para cambiar algunos patrones de comportamiento vigentes desde el periodo colonial. La necesidad de reglas estables para la inversión extranjera funcionó como una restricción para los gobiernos. La inmigración europea introdujo nuevos modelos de comportamiento. La necesidad de exportar a mercados competitivos conllevó la adaptación de las técnicas de producción y comercialización.

Pese a todo, la cultura heredada no cambió sustancialmente. Douglass North, por ejemplo, rechaza el argumento de que es posible modificar los patrones institucionales de una sociedad a partir de una modificación de las normas positivas. Por ejemplo, la Constitución de Estados Unidos fue adoptada, con modificaciones, por muchos países latinoamericanos. Sin embargo, los resultados fueron muy diferentes. Aunque las reglas fueran las mismas, los mecanismos de cumplimiento, la forma de ejercer la autoridad, las normas de conducta y los modelos subjetivos de los actores no lo eran.

Juan Bautista Alberdi vió con claridad la importancia de las instituciones informales. Escribió : “La América española recibió en herencia la ignorancia y el desdén al trabajo; el odio a la fe disidente; el amor a la adquisición del oro sin trabajo; el error de que tener minas era ser ricos; el error de que extender los dominios era extender su poder y grandeza; el aislamiento como principio de existencia social”. Y añadía : “Los ingleses emigraron a América en busca de una factoría, los españoles y portugueses en busca de una fortuna”.

( Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2003, Pag. 79-108 )

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