June 04, 2007

 
Comentario : Nuestros pobristas y sus pobres

Cada día me maravillo más de la mala opinión que tienen nuestros pobristas panameños acerca de su posesión más preciada, es decir , sus pobres. Todo parece indicar que los pobres panameños son de baja calidad. Nuestros pobristas piensan que son tontos, proclives a los vicios, incapaces de saber lo que les conviene, e incapaces de tomar decisiones sobre sus propias vidas. Como esto siga así, no van a tener más remedio que importar pobres de mejor calidad, sea de donde sea. Me surgieron estos malos pensamientos al escuchar en un programa de TV una discusión sobre los casinos en Panamá.

Un aspirante a diputado se quejó de que se hubiera permitido la instalación de un casino en un centro comercial de las afueras de la ciudad, rodeado de barrios de ingresos modestos. El aspirante los calificaba de pobres, pero yo, que he pasado mucho por esa zona, creo que son gente más bien modesta que pobre. En cualquier caso, parece que nuestro pobrista confía poco en la capacidad de sus pobres para dirigir sus propias vidas. Da por supuesto que van a correr a gastarse en el casino lo que necesitan para vivienda, alimentación, educación, y demás. Lo que supongo que sucederá es lo que siempre ha sucedido, o sea, que habrá gente que usará mal su dinero y otros que lo usarán bien. Esto ha sucedido y sucederá siempre, haya o no haya casinos, lotería, o cualquier otro juego de azar.

Sigamos. Luego un diputado se quejó amargamente de que, los días en que los jubilados cobran su pensión, los casinos envían a los diferentes centros de pago jóvenes agraciadas que reparten propaganda. La maldad de los casinos llega al extremo de ofrecer a los jubilados condiciones más favorables que al resto de sus clientes. Así que nuestro diputado da por supuesto que los jubilados, después de cobrar, corren con sus magros ingresos hacia los antros de perdición. Parece ser que la experiencia de toda una vida no les ha enseñado nada.

Yo propongo a nuestro pobrista diputado que forme, con agraciadas jovencitas de su partido político, una especie de brigadas de la virtud que vayan a contrarrestar los perniciosos efectos de las casinistas.

Lo mejor estaba por llegar. Un profesor de sociología de la Universidad de Panamá dictaminó que el asunto del casino no era un simple hecho aislado sino parte de una estrategia global de las grandes compañías multinacionales para succionar los ingresos de los pobres. Confieso que me incliné con reverencia ante esta muestra, si no de sabiduría, al menos de logomaquia.

Pero, como siempre, se activó mi mente de economista de tres al cuarto y la memoria de mi disco duro. Para empezar, recordé que en Panamá, las máquinas tragaperras, que son las preferidas por la gente de menores ingresos, reparten en premios no menos del 96% del dinero que se juega. Para darle toda la ventaja posible al profesor, pasaré por alto que el 4% restante debe contribuir a los gastos de operación del casino y al impuesto sobre la renta. Asumiré, pues, que ese 4% es pura ganancia.

Supongamos que van a ese casino el 25% de los que viven por ahí y que se gastan el 20% de su ingreso. Tendríamos, pues, que el conjunto de los “pobres” de las cercanías gastarían el 5% de su ingreso. Y dado que el casino gana el 4%, terminaría “succionando” el 0.20% del ingreso de los mentados “pobres”.

Suponiendo un ingreso familiar promedio de 300 dólares mensuales, la “succión” sería de 60 centavos por familia. Toda una hazaña.

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