July 16, 2007
La derecha boba o por qué la izquierda manda, Por Alberto Mansueti (1)
( Recientemente me envió Alberto un largo ensayo que voy a publicar en varias entregas consecutivas. Esta es la primera. El ensayo es polémico y da que pensar,lo cual es muy de agradecer)
La izquierda virulenta es el segundo más grave problema político de Venezuela y América latina; el primero es la derecha estúpida. Chávez se mantiene en el poder no sólo ni tanto por el reparto de dinero petrolero y el fraude electoral. Los dos factores le ayudan, por cierto, pero hasta que termine de hacer su efecto el adoctrinamiento masivo, ese lavado cerebral que les volverá a ambos innecesarios, como en Cuba.
Hay otros factores de más peso, como la predominante cultura de izquierdas. Y los partidos opositores, incapaces de enfrentar al socialismo siendo socialistas en mayor o menor medida (¿y quién más socialista que Chávez?) Aunque casi muertos siguen con sus viejas mañas, entre ellas la improvisación, a la que llaman pragmatismo. Y dejan (esta vez por completo) la acción política en manos de periodistas y medios de comunicación, actrices y actores, empresarios mercantilistas, agencias publicitarias y de encuestas, y ahora unos cientos de estudiantes de sentimientos claros e ideas confusas. Sin mensaje. Todos igualmente inexpertos e impotentes ante las veteranas izquierdas en el poder, que saben muy bien lo que hacen, y están dispuestas a todo.
El autor de estas líneas es miembro fundador de Rumbo Propio, movimiento político regional del Zulia (occidente de Venezuela), junto con Néstor Suárez, su Presidente. Ahora mientras Ud. las lee, enfrentan un proceso judicial acusados de “separatistas”, y son imputados por traición a la Patria, delito castigado con 25 años de prisión. El local de RP en Maracaibo ha sido asaltado y saqueado un par de veces, y sus directivos reciben incontables amenazas, que proceden no solo del campo oficialista. Y sufren algo peor: la crónica falta de recursos. Su crimen: impulsar un Estatuto de Autonomía para el Zulia y todo otro Estado venezolano que lo decida mediante Plebiscito, consagrando una Carta de 3 Libertades y 11 Derechos con las garantías económicas tan destacadas como las políticas, de expresión, de culto, etc. La sola propuesta de RP es un desafío, el único serio, para Chávez. Pero también para la oposición actual. De concretarse la autonomía regional, una parte del país mostraría a la otra y al mundo -una vez más- la diferencia entre capitalismo y socialismo, en la práctica.
Desde luego los de RP no queremos separar al Zulia de Venezuela. Nuestros reales crímenes han sido decir la verdad y nadar contra la corriente, que en estos tiempos es lo mismo.
La derecha liberal tiene razón: lo mejor es el capitalismo abierto. Pero nadie lo dice. Chávez dice que “ser rico es malo”, pero mire Ud. los socialistas, casi todos ricos (comenzando por él mismo), y tomando su riqueza de los mercados, sólo que a la fuerza. No hay comunista pobre. Ni que regale su dinero a los pobres. Pero casi nadie lo señala. Ni hay quien entable el único debate que importa: el ideológico y moral, ante el máximo tribunal en esta tierra hoy en día -la opinión pública-, en defensa del único sistema que funciona: el capitalismo.
Por eso la izquierda manda; e impone el socialismo. Nadie se asume de derechas, como si fuese el vicio secreto inconfesable y único pecado en esta era tan indulgente, la Era de la Indulgencia. El de izquierda es el único relato que se oye, y por eso sus reglas se dan por buenas aunque los desastres que ocasionan son manifiestos. Sus principios -meros pretextos para justificar los desastres- son falsos y tramposos, y sin embargo se toman por lógicas o evidentes certidumbres. ¿Por qué? La primera y más simple razón es que el vocablo “derecha” tiene una gran carga descalificadora e infamante, hábilmente colocada por la izquierda, y como nadie lo reivindica, entonces la palabra conserva intacto el veneno, con el cual todo socialista hiere mortalmente y quita de en medio a quien se atreva a defender el capitalismo; le basta con acusarle: “¡Derechista!” Y ya. Pero hay muchas otras razones.
# Abismales asimetrías (las gotas y el océano)
Muy de vez en cuando, alguien como yo escribe un artículo como este, o un ensayo o un libro, y no es fácil publicarlo. ¡Decenas de libros, cientos de ensayos y miles de artículos publican y circulan todos los días los gurúes, mandarines y plumíferos de izquierda, la mayoría en Venezuela y en todo el mundo! El desequilibrio es abrumador. Y más: en plan de periodistas escriben a diario las noticias -lo que ellos dicen ser noticias- y las narran, comentan y “analizan” a su gusto. Como legisladores, año tras año escriben leyes, decretos y ordenanzas, a su modo; como jueces así escriben las sentencias, y como abogados, los alegatos. Como publicitarios, anuncios comerciales. Peor aún: escriben textos escolares y universitarios, literatura culta y teatro, poemas, canciones populares, guiones de películas y teleseries (tipo Sony y Warner) para todos nosotros y nuestros hijos y hasta comiquitas, incorporando a sus obras todos sus sesgos y prejuicios.
La gente no se da cuenta porque está acostumbrada, e impregnada con ideas de izquierda. No las reconoce como tales, porque no puede comparar. El Sr. Jourdain -personaje de Molière- supo que hablaba en prosa cuando conoció el verso, así la gente sabe que su pensamiento es socialista cuando conoce el liberal. Y eso si el producto es genuino, porque circula un “liberalismo” (adjetivado “moderno”, “social” o “progresista”) que es socialismo en otras palabras, falsificación importada de Europa y EEUU. Por eso se idolatra al Che Guevara: porque se dignifica al socialismo como “causa noble”; así se legitima a la izquierda, demonizando a la derecha y a lo que se le parezca. Por eso a cualquier iglesia que Ud. vaya un domingo el clérigo será de izquierdas -revolucionario o democrático- o al menos estatista, y por supuesto relativista. Y no importa qué partido vote Ud. un domingo electoral, también lo serán los candidatos, y sus propuestas.
Los personajes de izquierdas ocupan los puestos claves en la política o giran alrededor; pero también -y más importante- en la prensa, la docencia, las letras y las artes, las profesiones y el clero. Su labor dice ser constructiva de un “nuevo sistema”, y es un adoctrinamiento puramente negativo y destructivo de los conceptos, los valores y la economía. Pero convierten a su credo a cantores y artistas, y a muchos billonarios y a sus ejecutivos, a militares, profesionales exitosos y “héroes” del deporte tipo Maradona. Y al pueblo. Su tasa de reproducción es muy alta; en Venezuela se han multiplicado por 4 o 5 en apenas 2 o 3 generaciones. Por eso aquí la política es de izquierdas, en el oficialismo y en la oposición: porque lo es el ambiente.
Disponen de cuantiosos recursos, de todo orden. Con la incomparable ventaja (entre otras) de destruir a tiempo completo, viviendo casi todos del Estado y sin desafío. Los demás en cambio vivimos de nuestro trabajo (ellos también, viven del nuestro) y a él dedicamos nuestros diarios afanes. Y a nuestras familias y vida privada, sin tiempo para política, economía, filosofía o asuntos públicos, y menos para la rehabilitación, legitimación y promoción del capitalismo. Estamos en este drama todos quienes con el capitalismo liberal saldríamos de la pobreza: la clase media hoy depauperada y los millones de pobres y miserables, ambos sectores carentes de representación eficaz, y que en su mayoría siguen a las izquierdas por ignorancia, y porque no hay otra cosa.
# No hay derecha (y mucha falta hace)
Hace tanto de esto que ya casi no hay derecha capaz de reconocer en concepto el capitalismo liberal, que en pocas y simples palabras es el sistema de trabajo y ahorro (“acumulación de capital”), inversiones y actividades privadas libres y sin privilegios legales, para producir con eficiencia una cesta de bienes y servicios cada vez más abundante y variada, de superior calidad y menor precio. Eso es posible cuando el Gobierno no estorba con reglamentos y permisos, y cumple bien sus funciones naturales -seguridad, justicia y obras públicas- con mínimo gasto e impuestos, sin apropiarse de lo ajeno. En resumen: Gobiernos limitados, mercados libres, y propiedad privada; con empresas, escuelas, hospitales, iglesias, etc., separadas del Estado.
No obstante este sistema es presentado de manera deformada y tendenciosa como explotador, inmoral e inhumano. Y como uno que “ya no se practica en ningún país”; lo cual es cierto, pero -y nadie aclara el punto- no porque “todos los extremos son malos”, sino porque la izquierda tiene la supremacía cultural y política y lo impide, y porque la gente desconoce sus potenciales beneficios. El abrumador consenso intimida y disuade a cualquiera de reservas o dudas, o al menos de expresarlas. Y si el público ya ni puede identificar el capitalismo, menos puede juzgarle objetivamente. Ni compararle con el socialismo, bajo el cual las actividades privadas son acosadas y entrabadas, pero al mismo tiempo gravadas y parcialmente confiscadas, por sus enemigos, que sin embargo viven gracias a ellas. Ese sí es un extremo malo.
En Venezuela, la socialdemocracia y el socialcristianismo -los partidos AD y Copei, y sus descendientes- pasan como centroderecha y hasta derecha. Pero son corrientes de izquierda moderada, que se dice de centro y “humanista” pero es izquierda boba, por creer en un socialismo no tiránico. Y lo que la izquierda hace pasar por “extrema derecha” puede ser extrema pero no es derecha, sino la variante nazi o nacional-racista del colectivismo. El truco es para confundir y amedrentar, asociando al capitalismo con el (nacional-) socialismo, que aquí es una expresión minúscula, pero puede crecer si ante el comunismo sigue ausente la derecha liberal. El resto es izquierda neta, más “viva” que boba; comenzando por el chavismo, ahora como PSUV (Partido Socialista Unido), formado con cuadros salidos del Ejército, el PCV (Partido Comunista) y las iglesias cristianas.
Y siguiendo por los ahora opositores MAS (Movimiento al Socialismo), ID (Izquierda Democrática), Causa R (Radical), BR (Bandera Roja); y sus herederos, camuflados con nombres más anodinos y menos explícitos, pero idénticas propuestas y consignas. Casi todos sus líderes, rojos de toda la vida -y algunos ya muy ancianos- fueron chavistas hasta ayer o anteayer. No cambiaron de ideas, solo de bando, y no por principios, sino por una cruda cuestión aritmética: no hay suficientes puestos -y contratos y subcontratos, créditos y becas, etc.- para todos (y sus enormes egos), sus séquitos y parientes. Y eso que el nuestro es un país petrolero. Y su Estado es rico y enorme, por obra de las izquierdas (política, diplomática, académica, militar, sindical, cultural y artística, mediática, clerical, empresaria y profesional, deportiva, etc.) que ahora no caben en el gobierno. Ya pasó en Cuba hace muchísimos años; por eso los dirigentes habaneros buscan siempre colocaciones en otros países que tratan de colonizar, por todos los medios, incluyendo la invasión militar, como a Venezuela en los’60, y después en Centroamérica, África y Asia.
# La oposición no sirve (no da en el clavo)
Aquí la oposición “de centro” (pero, ¿puede haber centro sin derecha?) quiere un retorno al pasado anterior a Chávez. Imposible: Chávez manda gracias al profundo, justificado y extendido descontento con lo que había. Y la otra oposición quiere un socialismo sin Chávez. Imposible también: la de Chávez es con mucho la oferta socialista más colorida y atractiva. Y mientras los opositores sigan con ofertas tan deslucidas, seguirán como minorías “escuálidas”, como él les llama.
La tímida oposición ni se llama a sí misma oposición sino más modestamente “disidencia”, como en Cuba. Y como en Cuba, no tiene mensaje, programa ni proyecto. Como el chavismo se parece al castrismo, así se parece el antichavismo al anticastrismo: en lugar de recoger el desafío ideológico de la izquierda y dar la respuesta, se limita quejosa a mostrar las heridas, contusiones y ofensas, en espera de apoyo internacional, que nunca llega porque la hegemonía de izquierda es mundial. Y embiste contra toda ideología y toda política, incluso las liberales, que desconoce. Pide “unidad” opositora; pero ¿dónde están los principios, las propuestas y la agenda? Y reclama “consenso”; pero el consenso es la enfermedad de Venezuela: ¡consenso es lo que sobra, en contra del capitalismo liberal y en favor de los puntos de vista “sociales” de las izquierdas!
La “disidencia” insiste en consignas oportunistas del momento, ahora p. ej. por el canal RCTV, cerrado por Chávez. Y en que “esto no es revolución”, como si toda revolución fuese buena y santa. Y en que “esto no es socialismo”. Dice que es comunismo, stalinismo, fascismo, totalitarismo, militarismo, dictadura, autoritarismo o lo que sea con tal de proteger y salvar al socialismo. Sin embargo, “comunismo” es un término equivalente a socialismo, Stalin fue un jefe supremo socialista (como Chávez), y el fascismo es un socialismo (como el bolivariano). Y el totalitarismo militarista y la dictadura autoritaria -de un jefe, un grupo o una categoría social- son inseparables de todo socialismo
( Recientemente me envió Alberto un largo ensayo que voy a publicar en varias entregas consecutivas. Esta es la primera. El ensayo es polémico y da que pensar,lo cual es muy de agradecer)
La izquierda virulenta es el segundo más grave problema político de Venezuela y América latina; el primero es la derecha estúpida. Chávez se mantiene en el poder no sólo ni tanto por el reparto de dinero petrolero y el fraude electoral. Los dos factores le ayudan, por cierto, pero hasta que termine de hacer su efecto el adoctrinamiento masivo, ese lavado cerebral que les volverá a ambos innecesarios, como en Cuba.
Hay otros factores de más peso, como la predominante cultura de izquierdas. Y los partidos opositores, incapaces de enfrentar al socialismo siendo socialistas en mayor o menor medida (¿y quién más socialista que Chávez?) Aunque casi muertos siguen con sus viejas mañas, entre ellas la improvisación, a la que llaman pragmatismo. Y dejan (esta vez por completo) la acción política en manos de periodistas y medios de comunicación, actrices y actores, empresarios mercantilistas, agencias publicitarias y de encuestas, y ahora unos cientos de estudiantes de sentimientos claros e ideas confusas. Sin mensaje. Todos igualmente inexpertos e impotentes ante las veteranas izquierdas en el poder, que saben muy bien lo que hacen, y están dispuestas a todo.
El autor de estas líneas es miembro fundador de Rumbo Propio, movimiento político regional del Zulia (occidente de Venezuela), junto con Néstor Suárez, su Presidente. Ahora mientras Ud. las lee, enfrentan un proceso judicial acusados de “separatistas”, y son imputados por traición a la Patria, delito castigado con 25 años de prisión. El local de RP en Maracaibo ha sido asaltado y saqueado un par de veces, y sus directivos reciben incontables amenazas, que proceden no solo del campo oficialista. Y sufren algo peor: la crónica falta de recursos. Su crimen: impulsar un Estatuto de Autonomía para el Zulia y todo otro Estado venezolano que lo decida mediante Plebiscito, consagrando una Carta de 3 Libertades y 11 Derechos con las garantías económicas tan destacadas como las políticas, de expresión, de culto, etc. La sola propuesta de RP es un desafío, el único serio, para Chávez. Pero también para la oposición actual. De concretarse la autonomía regional, una parte del país mostraría a la otra y al mundo -una vez más- la diferencia entre capitalismo y socialismo, en la práctica.
Desde luego los de RP no queremos separar al Zulia de Venezuela. Nuestros reales crímenes han sido decir la verdad y nadar contra la corriente, que en estos tiempos es lo mismo.
La derecha liberal tiene razón: lo mejor es el capitalismo abierto. Pero nadie lo dice. Chávez dice que “ser rico es malo”, pero mire Ud. los socialistas, casi todos ricos (comenzando por él mismo), y tomando su riqueza de los mercados, sólo que a la fuerza. No hay comunista pobre. Ni que regale su dinero a los pobres. Pero casi nadie lo señala. Ni hay quien entable el único debate que importa: el ideológico y moral, ante el máximo tribunal en esta tierra hoy en día -la opinión pública-, en defensa del único sistema que funciona: el capitalismo.
Por eso la izquierda manda; e impone el socialismo. Nadie se asume de derechas, como si fuese el vicio secreto inconfesable y único pecado en esta era tan indulgente, la Era de la Indulgencia. El de izquierda es el único relato que se oye, y por eso sus reglas se dan por buenas aunque los desastres que ocasionan son manifiestos. Sus principios -meros pretextos para justificar los desastres- son falsos y tramposos, y sin embargo se toman por lógicas o evidentes certidumbres. ¿Por qué? La primera y más simple razón es que el vocablo “derecha” tiene una gran carga descalificadora e infamante, hábilmente colocada por la izquierda, y como nadie lo reivindica, entonces la palabra conserva intacto el veneno, con el cual todo socialista hiere mortalmente y quita de en medio a quien se atreva a defender el capitalismo; le basta con acusarle: “¡Derechista!” Y ya. Pero hay muchas otras razones.
# Abismales asimetrías (las gotas y el océano)
Muy de vez en cuando, alguien como yo escribe un artículo como este, o un ensayo o un libro, y no es fácil publicarlo. ¡Decenas de libros, cientos de ensayos y miles de artículos publican y circulan todos los días los gurúes, mandarines y plumíferos de izquierda, la mayoría en Venezuela y en todo el mundo! El desequilibrio es abrumador. Y más: en plan de periodistas escriben a diario las noticias -lo que ellos dicen ser noticias- y las narran, comentan y “analizan” a su gusto. Como legisladores, año tras año escriben leyes, decretos y ordenanzas, a su modo; como jueces así escriben las sentencias, y como abogados, los alegatos. Como publicitarios, anuncios comerciales. Peor aún: escriben textos escolares y universitarios, literatura culta y teatro, poemas, canciones populares, guiones de películas y teleseries (tipo Sony y Warner) para todos nosotros y nuestros hijos y hasta comiquitas, incorporando a sus obras todos sus sesgos y prejuicios.
La gente no se da cuenta porque está acostumbrada, e impregnada con ideas de izquierda. No las reconoce como tales, porque no puede comparar. El Sr. Jourdain -personaje de Molière- supo que hablaba en prosa cuando conoció el verso, así la gente sabe que su pensamiento es socialista cuando conoce el liberal. Y eso si el producto es genuino, porque circula un “liberalismo” (adjetivado “moderno”, “social” o “progresista”) que es socialismo en otras palabras, falsificación importada de Europa y EEUU. Por eso se idolatra al Che Guevara: porque se dignifica al socialismo como “causa noble”; así se legitima a la izquierda, demonizando a la derecha y a lo que se le parezca. Por eso a cualquier iglesia que Ud. vaya un domingo el clérigo será de izquierdas -revolucionario o democrático- o al menos estatista, y por supuesto relativista. Y no importa qué partido vote Ud. un domingo electoral, también lo serán los candidatos, y sus propuestas.
Los personajes de izquierdas ocupan los puestos claves en la política o giran alrededor; pero también -y más importante- en la prensa, la docencia, las letras y las artes, las profesiones y el clero. Su labor dice ser constructiva de un “nuevo sistema”, y es un adoctrinamiento puramente negativo y destructivo de los conceptos, los valores y la economía. Pero convierten a su credo a cantores y artistas, y a muchos billonarios y a sus ejecutivos, a militares, profesionales exitosos y “héroes” del deporte tipo Maradona. Y al pueblo. Su tasa de reproducción es muy alta; en Venezuela se han multiplicado por 4 o 5 en apenas 2 o 3 generaciones. Por eso aquí la política es de izquierdas, en el oficialismo y en la oposición: porque lo es el ambiente.
Disponen de cuantiosos recursos, de todo orden. Con la incomparable ventaja (entre otras) de destruir a tiempo completo, viviendo casi todos del Estado y sin desafío. Los demás en cambio vivimos de nuestro trabajo (ellos también, viven del nuestro) y a él dedicamos nuestros diarios afanes. Y a nuestras familias y vida privada, sin tiempo para política, economía, filosofía o asuntos públicos, y menos para la rehabilitación, legitimación y promoción del capitalismo. Estamos en este drama todos quienes con el capitalismo liberal saldríamos de la pobreza: la clase media hoy depauperada y los millones de pobres y miserables, ambos sectores carentes de representación eficaz, y que en su mayoría siguen a las izquierdas por ignorancia, y porque no hay otra cosa.
# No hay derecha (y mucha falta hace)
Hace tanto de esto que ya casi no hay derecha capaz de reconocer en concepto el capitalismo liberal, que en pocas y simples palabras es el sistema de trabajo y ahorro (“acumulación de capital”), inversiones y actividades privadas libres y sin privilegios legales, para producir con eficiencia una cesta de bienes y servicios cada vez más abundante y variada, de superior calidad y menor precio. Eso es posible cuando el Gobierno no estorba con reglamentos y permisos, y cumple bien sus funciones naturales -seguridad, justicia y obras públicas- con mínimo gasto e impuestos, sin apropiarse de lo ajeno. En resumen: Gobiernos limitados, mercados libres, y propiedad privada; con empresas, escuelas, hospitales, iglesias, etc., separadas del Estado.
No obstante este sistema es presentado de manera deformada y tendenciosa como explotador, inmoral e inhumano. Y como uno que “ya no se practica en ningún país”; lo cual es cierto, pero -y nadie aclara el punto- no porque “todos los extremos son malos”, sino porque la izquierda tiene la supremacía cultural y política y lo impide, y porque la gente desconoce sus potenciales beneficios. El abrumador consenso intimida y disuade a cualquiera de reservas o dudas, o al menos de expresarlas. Y si el público ya ni puede identificar el capitalismo, menos puede juzgarle objetivamente. Ni compararle con el socialismo, bajo el cual las actividades privadas son acosadas y entrabadas, pero al mismo tiempo gravadas y parcialmente confiscadas, por sus enemigos, que sin embargo viven gracias a ellas. Ese sí es un extremo malo.
En Venezuela, la socialdemocracia y el socialcristianismo -los partidos AD y Copei, y sus descendientes- pasan como centroderecha y hasta derecha. Pero son corrientes de izquierda moderada, que se dice de centro y “humanista” pero es izquierda boba, por creer en un socialismo no tiránico. Y lo que la izquierda hace pasar por “extrema derecha” puede ser extrema pero no es derecha, sino la variante nazi o nacional-racista del colectivismo. El truco es para confundir y amedrentar, asociando al capitalismo con el (nacional-) socialismo, que aquí es una expresión minúscula, pero puede crecer si ante el comunismo sigue ausente la derecha liberal. El resto es izquierda neta, más “viva” que boba; comenzando por el chavismo, ahora como PSUV (Partido Socialista Unido), formado con cuadros salidos del Ejército, el PCV (Partido Comunista) y las iglesias cristianas.
Y siguiendo por los ahora opositores MAS (Movimiento al Socialismo), ID (Izquierda Democrática), Causa R (Radical), BR (Bandera Roja); y sus herederos, camuflados con nombres más anodinos y menos explícitos, pero idénticas propuestas y consignas. Casi todos sus líderes, rojos de toda la vida -y algunos ya muy ancianos- fueron chavistas hasta ayer o anteayer. No cambiaron de ideas, solo de bando, y no por principios, sino por una cruda cuestión aritmética: no hay suficientes puestos -y contratos y subcontratos, créditos y becas, etc.- para todos (y sus enormes egos), sus séquitos y parientes. Y eso que el nuestro es un país petrolero. Y su Estado es rico y enorme, por obra de las izquierdas (política, diplomática, académica, militar, sindical, cultural y artística, mediática, clerical, empresaria y profesional, deportiva, etc.) que ahora no caben en el gobierno. Ya pasó en Cuba hace muchísimos años; por eso los dirigentes habaneros buscan siempre colocaciones en otros países que tratan de colonizar, por todos los medios, incluyendo la invasión militar, como a Venezuela en los’60, y después en Centroamérica, África y Asia.
# La oposición no sirve (no da en el clavo)
Aquí la oposición “de centro” (pero, ¿puede haber centro sin derecha?) quiere un retorno al pasado anterior a Chávez. Imposible: Chávez manda gracias al profundo, justificado y extendido descontento con lo que había. Y la otra oposición quiere un socialismo sin Chávez. Imposible también: la de Chávez es con mucho la oferta socialista más colorida y atractiva. Y mientras los opositores sigan con ofertas tan deslucidas, seguirán como minorías “escuálidas”, como él les llama.
La tímida oposición ni se llama a sí misma oposición sino más modestamente “disidencia”, como en Cuba. Y como en Cuba, no tiene mensaje, programa ni proyecto. Como el chavismo se parece al castrismo, así se parece el antichavismo al anticastrismo: en lugar de recoger el desafío ideológico de la izquierda y dar la respuesta, se limita quejosa a mostrar las heridas, contusiones y ofensas, en espera de apoyo internacional, que nunca llega porque la hegemonía de izquierda es mundial. Y embiste contra toda ideología y toda política, incluso las liberales, que desconoce. Pide “unidad” opositora; pero ¿dónde están los principios, las propuestas y la agenda? Y reclama “consenso”; pero el consenso es la enfermedad de Venezuela: ¡consenso es lo que sobra, en contra del capitalismo liberal y en favor de los puntos de vista “sociales” de las izquierdas!
La “disidencia” insiste en consignas oportunistas del momento, ahora p. ej. por el canal RCTV, cerrado por Chávez. Y en que “esto no es revolución”, como si toda revolución fuese buena y santa. Y en que “esto no es socialismo”. Dice que es comunismo, stalinismo, fascismo, totalitarismo, militarismo, dictadura, autoritarismo o lo que sea con tal de proteger y salvar al socialismo. Sin embargo, “comunismo” es un término equivalente a socialismo, Stalin fue un jefe supremo socialista (como Chávez), y el fascismo es un socialismo (como el bolivariano). Y el totalitarismo militarista y la dictadura autoritaria -de un jefe, un grupo o una categoría social- son inseparables de todo socialismo