July 17, 2007

 
La derecha boba o por qué la izquierda manda, Por Alberto Mansueti (2)


# Liberalismo Clásico invisible (reducido y silenciado)

Los venezolanos ni hemos oído hablar de las soluciones capitalistas. Por ejemplo: reducir la pobreza creando riqueza con los mercados abiertos, sin los privilegios de las leyes especiales, que son los verdaderos monopolios, sean grandes o pequeñas las empresas beneficiadas. Sin impuestos excesivos que impiden ahorrar, ni deuda pública agobiante; y con el Estado en su lugar. Con real integración entre países, mediante intercambios sin aranceles, cuotas o trabas; y no por convenios y entes político-burocráticos (CAN, Mercosur, ALCA o ALBA). Sin inflación, mediante libre competencia de monedas -nada de “curso legal”-, y con banca y bolsa compitiendo para captar los ahorros y destinarles a las inversiones que incrementan los empleos y la productividad del trabajo, y por ende los salarios y el bienestar. Con buena educación, excelente atención médica y previsión privadas para todos, y cupones estatales para los de menos recursos. Compañías privadas en transportes y otros servicios públicos con tarifas realistas e inversiones continuadas. Con sensatez para las drogas; y leyes comunes, policía limpia y firme, y una justicia accesible y expedita aunque más resarcitoria y compensatoria que punitiva, todos remedios efectivos para la criminalidad desbordada -hoy con formas y proporciones horrorosas-, los tribunales inservibles, y las cárceles atestadas. El “Estado-gendarme”. Sí; ¿y qué?

En la discusión pública faltaron los puntos de vista liberales -siempre novedosos por desconocidos- sobre sindicatos, iglesias, clubes y otras instituciones voluntarias y por naturaleza privadas (partidos políticos) que como las empresas deben competir sin prebendas, ayudas o imposiciones del Estado, y con gestión y financiamiento por cuenta de los interesados. Ni sobre democracia liberal, que no es ilimitada, sino con los derechos a la vida, a la propiedad y a las libertades individuales constitucionalmente garantizados, límites que ninguna mayoría debe desconocer; cosa muy diferente a la demo-tiranía mayoritaria. Y mucho menos sobre cómo remover las barreras y obstáculos para llegar a corto plazo y sin traumas a este sistema, descalificado como “salvaje” y extremo, pero que sería incomparablemente mejor para todos.

Muy contados portavoces del liberalismo clásico hubo aquí, marginados de las posiciones relevantes, y hasta de las cátedras y púlpitos, y silenciados por los medios, con pocas excepciones. Por eso no tuvieron descendencia intelectual ni política. Y por eso hay siempre el mismo aburrido e intrascendente “debate” personalista entre izquierdas sobre si Fulano o Mengano representa o no “los intereses del pueblo”, asumiendo unánimes que lo mejor para esos intereses son los Gobiernos ilimitados, los mercados maniatados, y las instituciones dependientes del Estado. Pues a ese extremo llegamos, tras nuestro “camino a la servidumbre”, título del libro de 1942 donde Friedrich Hayek describe la ruta del socialismo.


# Trágicas confusiones (aserrín no es pan rallado)

La derecha boba se apoya en la clase media, impulsada por muchos grupos de aquello que los medios entienden por “sociedad civil”. Se empeña en buscar como mal menor un socialismo “bueno”, tipo el “nuevo” presidente Alan García en el Perú. Pero no hay socialismo bueno: el Estado “de Bienestar” escandinavo ha sido quebrado varias veces por los socialdemócratas; y cada tanto es recapitalizado con más impuestos por los “centristas”, para volver a quebrar al poco tiempo. Igual es en Costa Rica y Uruguay. Esta derecha también idealiza a los socialistas supuestamente “reconvertidos”, pero para reconvertirse hay que leer bastante a Mises, Hayek, Popper, Friedman, Revel y otros autores, que los socialistas conocen si acaso de nombre.

Lo que sí hay son socialistas “contenidos”, por la derecha, donde no es boba. Son socialistas no practicantes, como en Chile: no hostilizan ni agreden al empresario ni le dan su tiro de gracia a la economía, como sí hizo en los ’80 el propio García, por entonces practicante. Pero los no practicantes tampoco hacen, ni antes ni ahora, las reformas liberales de verdad, y así -por omisión- dan paso a los socialistas “malos” otra vez. El caso del presidente García es análogo al de sus colegas Pérez y Caldera en Venezuela, y a muchos otros. Disfrazado de democracia social (o socialcristiana), el socialismo democrático es solo la antesala del otro. A cada Kerenski le sucede su Lenin.

No todas las derechas promueven el capitalismo liberal, y menos su cultura de democracia limitada, competencia abierta y pensamiento racional. Los empresarios incompetentes y políticos asociados defienden el mercantilismo, una forma de estatismo “nacionalista”, anterior al socialismo, que en Latinoamérica se practica desde siempre en el sector formal de la economía. Y que hacen pasar por libre mercado, vigente en el informal, y a medias: sin Gobierno limitado.

El mercantilismo pretexta servir al país, y sirve exclusivamente a sus promotores: las empresas tras los selectivos favores y “protecciones” del Estado. Esta derecha “viva” (sinvergüenza) es el tercero de nuestros grandes males políticos, tras la derecha boba y las izquierdas (todas). Desde los tiempos del Adam Smith -y de los liberales activistas como Jefferson y el venezolano Roscio, Cobden y Bright, Bastiat, etc.- el adversario histórico y principal del liberalismo fue el mercantilismo. El socialismo fue un intruso posterior, que tildó al libre mercado de “capitalismo” -otro término incriminante y descalificador- y colgó el sambenito de “derecha” por igual a mercantilistas y liberales.

Otras derechas defienden inútilmente el Neo-liberalismo de los ’90, continuación del estatismo por otros medios (más actualizados), que de liberal no tiene nada. Cotejada con estas derechas sostenedoras de un status quo insostenible, la izquierda puede lucir siempre como esperanza, y alternativa de cambio. Lo es, de un cambio para peor.


# Nunca hubo derecha liberal (evocación de oportunidades perdidas)

En 1960 las garantías económicas fueron suspendidas sin término en Venezuela. De no haber sido así, ¿se da cuenta Ud. cómo sería hoy nuestro país? Pero casi nadie protestó, ni después, y siguieron en suspenso ya bajo la Constitución de 1961. Así desde esa época, y con beneplácito y complicidad de los empresarios mercantilistas, se dictó una legislación cada vez más dirigista y estatista, sin que fuera posible interponer los debidos recursos constitucionales; y en los ‘70 fueron estatizados el hierro, el petróleo y el gas. La compañía telefónica ya era estatal desde 1953, cuando por decisión del Presidente militar de entonces, Gral. Marcos Pérez Jiménez, pasó a ser un monopolio del Estado; pero antes era un monopolio privado. En los ’70 y ’80, el Estado rico promulgó leyes de “ingeniería social” cada vez más intervencionista, y casi nadie se opuso. Y en los últimos 25 años se dejaron pasar todas las oportunidades de fundar un partido para contener a las izquierdas y al avance arrollador del Estado, y al crecimiento del gasto estatal, los impuestos, las regulaciones y la inflación.

El 18 de febrero de 1983 (Viernes negro), el presidente Luis Herrera (Copei) ya no pudo mantener el dólar a 4.30, vigente por más de dos décadas. Aprovechando la discusión sobre el devaluado bolívar -y el rumbo de la democracia- pudimos los venezolanos haber creado ese partido en defensa del interés público y la inmensa mayoría, de signo y contenido liberal en lo económico, conservador en lo político, y cristiano en sus principios. El tema se trató en el Grupo Santa Lucía -una reunión de empresarios, académicos y políticos- ante quienes podían impulsarlo. Pero solo hablaron. Y en el quinquenio 1984-88, bajo el presidente Jaime Lusinchi (AD), la izquierda neta dio comienzo a su orquestada y feroz campaña de descrédito contra “la derecha”. Profesores y políticos demagogos (casi todos), sindicalistas, artistas, comentaristas y clérigos atacaron al pensador liberal Carlos Rangel, a los grupos económicos, a los bancos (privados) y a los “latifundistas” (excepto al Estado). Y en particular a los “cogollos” (cúpulas) de los partidos; aunque no a los de la izquierda neta. Y a los altos mandos de las Fuerzas Armadas, la Iglesia católica y el empresariado; aunque no a los de la prensa y los medios, que se prestaron a la campaña alquilando a cuanto marxista aceptara la paga: todos. El partido liberal debió surgir para responder al desafío, aclarando pedagógicamente los conceptos, las ideas y el vocabulario político. Pero pasaron esos 5 años y no surgió: los “reaccionarios” no reaccionaron.

Para las elecciones de 1988 reapareció el tema del partido nuevo en ideas; pero los candidatos compitieron en populismo, como siempre. No pasó nada. Y el 27 de febrero de 1989 la izquierda neta motorizó una violenta poblada en la capital: el “caracazo”. Su objetivo fue incapacitar al nuevo gobierno del presidente Pérez (AD), e impedir así las reformas pendientes. Una fuerza política debió nacer entonces, aprovechando la quiebra de la URSS, para indicar cuáles son las reformas liberales de verdad -no las del Consenso de Washington-, señalar el derrotero, explicarlo al pueblo, y exigir al gobierno seguirlo con firmeza. Pero ese alumbramiento no ocurrió.

En 1992 la izquierda militar capitaneada por Hugo Chávez le dio a Pérez dos golpes de Estado aunque frustrados en un lapso de meses (como 40 años antes a Betancourt, en 1962: el “carupanazo” y el “porteñazo”) ... y nada. En mayo de 1993 el presidente fue destituido, primera vez en la historia democrática. Y la izquierda neta fue tras el poder con la coalición “el Chiripero”, y su candidato: el sempiterno Dr. Caldera (ex Copei). En enero de 1994, a días de juramentado Caldera para su segundo período, estalló la peor crisis bancaria de nuestro siglo XX, momento otra vez propicio para un partido que dijese a la gente la verdad; no lo que quiere escuchar sino lo que debe saber: que con moneda enferma no hay banca sana. Nada tampoco. Y en noviembre de 1995 el bolívar fue devaluado a 290 por dólar, y de allí siguió cuesta abajo. En 1996 Caldera intentó corregir el rumbo con su Agenda Venezuela. Pero la derecha liberal no estuvo. Tampoco en las dramáticas elecciones de 1998, que ganó Chávez. O en la tumultuaria agitación que llevó a la Asamblea Constituyente de 1999. Ni en los muchos aunque cuestionados comicios del nuevo siglo. Por eso estamos donde estamos.


# El caso RCTV (el crimen no paga)

En mayo pasado se le negó a RCTV la renovación de su concesión vencida, bajo leyes que consagran la teoría del espectro radioeléctrico como un bien limitado y de dominio público, con el Estado asignando las frecuencias y canales a los concesionarios (no propietarios), como la mamá repartiendo la torta a los niños. El concepto es falso porque el espacio radioeléctrico no es limitado, ¡y menos con la tecnología de hoy! Bajo un régimen liberal, a las empresas difusoras les serían aplicables la propiedad de sus frecuencias, y los derechos de ocupante legítimo, de primer o de actual ocupante. La interferencia a una señal podría ser juzgada -de presentarse- en tribunales, como intromisión a una propiedad ajena, tal como es (o era) con la invasión a un inmueble.

Pero la teoría del espectro limitado les evitaba a las emisoras la entrada al mercado de nuevos competidores. Les aseguraba sus nichos monopólicos, con audiencia cautiva y abultada cobranza publicitaria. Y les daba facilidades para avanzar su propia agenda: el hundimiento de AD y Copei, con la ridícula pretensión de sustituirles por los medios. Por ello esa teoría nunca se cuestionó, desde la Ley de 1940. ¡Tampoco ahora!

Con propiedad privada y libre competencia tendríamos muchas más emisoras de radio y TV, con mayor calidad, cobertura y variedad, y más probabilidades de imparcialidad y hasta de objetividad, que buena falta hacen. Sin ellas tenemos “concesiones”, que un gobierno graciosamente otorga y otro quita (o el mismo). Y ahora una ola de medios chavistas, cambiando un parcialismo subjetivo por otro. Incapaz de responsabilizar al estatismo y encolerizados contra todos los partidos y la política, los opositores olvidaron que no hay democracia sin los partidos, y son irreemplazables. Por eso pasó lo que pasó. RCTV recibió una dosis masiva de su propia medicina. Y su colega la TV Globovisión (cabeza del antichavismo) está amenazada.


# El socialismo que buscan no existe (y el que existe no sirve)

Las izquierdas todas calumnian al “laissez-faire” y promueven el socialismo, una (no tan) nueva forma de estatismo que pretexta servir a los pobres y también sirve solo a sus promotores. El socialismo que anhelan sus creyentes no existe; y tampoco “Tercera vía”, porque no hay segunda. En el papel el socialismo es un ataque “teórico” insolvente al capitalismo, que entre nosotros es mercantilista. Y en la práctica es la destrucción de toda economía privada, y su reemplazo por entes burocráticos en directa o indirecta dependencia del Estado, que hacen ricos a sus captores. El socialismo no es un alto ideal romántico que nunca pudo concretarse por azares del destino o defectos de sus jefes; es un pretexto para robar, masivamente. Y para matar. Porque así como muchos robos terminan en homicidios, el robo masivo que llaman socialismo (o comunismo) suele desembocar en crueles holocaustos: feroces guerras entre las divisiones de la izquierda, y/o guerras de exterminio internas o internacionales contra la población entera, casos Haití, Camboya, Etiopía, Somalia y muchos otros.

Sin embargo la derecha boba -por desgracia mucha- cae en la trampa: toma en serio al socialismo, y lo compra por su valor facial. Ingenuamente cree que es “otro sistema”, y su fin el bienestar general; y que impuestos y estatizaciones -y colectivizaciones y cooperativas forzadas- son los medios escogidos, aunque equivocados, para lograrlo. Y como no se logra, esta derecha concluye que el socialismo “fracasó”, y un régimen como el de Chávez debe “implosionar” solo, y muy pronto, sin dar trabajo ni esfuerzo mental. Así le dice Globovisión todos los días a su desprevenida audiencia: “¡Ya está cerca el final del dictador!”… bla, bla, bla. No es cierto; igual dijeron de Fidel en Cuba, y va para medio siglo. Es la derecha que grita “¡Libertad!”, pero no la conoce porque la confunde con la democracia, y por eso es incapaz de defenderla. Su argumento es el número: “¡Somos la mayoría!”… bla, bla, bla. Tampoco es cierto, pues los venezolanos no nos dividimos en dos mitades sino en tres tercios (aproximadamente): el chavista; el antichavista; y el tercero que no vota, porque no quiere ni a unos ni a otros, y espera otra oposición, la cual ni el gobierno ni Globovisión permiten que surja. Si no surge, los números pueden cambiar a futuro, pero en favor de Chávez. Y sin otra oposición no habrá otro gobierno.

La pregunta que nadie hace: ¿y si el fin del socialismo fuese el bienestar personal y familiar de los socialistas, y el medio para lograrlo la concentración de un inmenso poder? En tal caso el socialismo es un rotundo éxito, y el fracaso es de la derecha, incapaz siquiera de poner contención al peligro.

Comments:
¡Qué lucidez!
La derecha es boba, y los que no actúan como ella dentro de la derecha, son tildados de extrema derecha.
 
La verdad es que yo no entiendo de dónde le viene el complejo a la derecha, cuando hay tanto para criticar a la izquierda. Basta que les lancen un insulto, por otra parte poco creativo, para que se queden petrificados. En una ocasión, un cretino mejicano me trató de fascista en mí Blog. Yo aproveché la ocasión para reírme del insultador. El tipo no contestó.
 
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