August 12, 2007
Conversando con Isaiah Berlin : Relativismo cultural y derechos del hombre
· No creo que haya un contraste entre el principio de universalidad y el relativismo cultural. A menudo se exageran las diferencias entre las sociedades. Ninguna cultura carece de las nociones de bueno y malo, cierto y falso. El coraje, por ejemplo, ha sido admirado en todas las sociedades conocidas. Existen valores universales, y este es un hecho empírico.
· Hay valores admitidos por la mayoría de los seres humanos en la mayoría de lugares, situaciones y épocas, sea explícita o implícitamente. Por otro lado, también hay grandes diferencias. Si uno es capaz de entender en qué forma se diferencian los individuos, grupos, naciones y civilizaciones, y de ponerse en su lugar, esto debe disminuir la intolerancia y el fanatismo.
· La imaginación puede alimentar el fanatismo, pero la comprensión imaginativa lo debilita. Tomemos el ejemplo de los nazis. La gente dice que eran casos patológicos. Esto me parece demasiado fácil. Los nazis llegaron a creer, influidos por quienes hablaban y escribían, que habían gente sub-humana que estaba envenenando la cultura alemana. Si uno llega a creer esto, porque confía en quienes se lo dicen, entonces es perfectamente racional exterminar a los judíos.
· Las emociones se organizan, a través de las creencias, en falsedades monstruosas proclamadas sistemáticamente por oradores y escritores. Son doctrinas demostrablemente falsas que terminan en crímenes que llevan a terribles crueldades y catástrofes destructivas. Hay que tener cuidado en considerar a individuos pensantes como locos o patológicos.
· Si uno quiere prevenir el daño que causan los fanáticos, hay que entender no sólo las raíces psicológicas de sus creencias, sino también las intelectuales; hay que demostrarles que están equivocados. Si esto falla, entonces sólo queda la guerra. Pero siempre hay que tratar de persuadir. Los métodos racionales, aparte de su valor en sí mismos, son de cardinal importancia para el destino de individuos y sociedades.
· El poeta Heine dijo hace tiempo que no hay que ignorar al humilde profesor en su estudio; tiene un poder que no debe ser subestimado. Él creía que Kant llevaba a Robespierre.
· La idea de los derechos humanos descansa en la creencia cierta de que hay ciertos bienes como libertad, justicia, búsqueda de la felicidad, honestidad, amor, que benefician a todos los seres humanos como tales, no como miembros de una nacionalidad, religión, profesión, y que es correcto proteger a la gente contra quienes los ignoran o niegan.
· No creo que estos principios estén en contradicción con el espíritu de ciertas naciones. Pienso que todas las culturas que han existido han asumido que existen estos derechos, o al menos un mínimo de ellos.
· Puede haber diferencias acerca de hasta dónde debe llegar este mínimo. Pero que dichos derechos existen y que son necesarios para una vida plenamente humana, ha sido reconocido por todas las culturas. En la práctica se niega a veces la humanidad de ciertos grupos, pero en la teoría con mucho menos frecuencia.
( Conversations with Isaiah Berlin, Charles Scribner’s Sons, 1991, Pag. 37-40 )
· No creo que haya un contraste entre el principio de universalidad y el relativismo cultural. A menudo se exageran las diferencias entre las sociedades. Ninguna cultura carece de las nociones de bueno y malo, cierto y falso. El coraje, por ejemplo, ha sido admirado en todas las sociedades conocidas. Existen valores universales, y este es un hecho empírico.
· Hay valores admitidos por la mayoría de los seres humanos en la mayoría de lugares, situaciones y épocas, sea explícita o implícitamente. Por otro lado, también hay grandes diferencias. Si uno es capaz de entender en qué forma se diferencian los individuos, grupos, naciones y civilizaciones, y de ponerse en su lugar, esto debe disminuir la intolerancia y el fanatismo.
· La imaginación puede alimentar el fanatismo, pero la comprensión imaginativa lo debilita. Tomemos el ejemplo de los nazis. La gente dice que eran casos patológicos. Esto me parece demasiado fácil. Los nazis llegaron a creer, influidos por quienes hablaban y escribían, que habían gente sub-humana que estaba envenenando la cultura alemana. Si uno llega a creer esto, porque confía en quienes se lo dicen, entonces es perfectamente racional exterminar a los judíos.
· Las emociones se organizan, a través de las creencias, en falsedades monstruosas proclamadas sistemáticamente por oradores y escritores. Son doctrinas demostrablemente falsas que terminan en crímenes que llevan a terribles crueldades y catástrofes destructivas. Hay que tener cuidado en considerar a individuos pensantes como locos o patológicos.
· Si uno quiere prevenir el daño que causan los fanáticos, hay que entender no sólo las raíces psicológicas de sus creencias, sino también las intelectuales; hay que demostrarles que están equivocados. Si esto falla, entonces sólo queda la guerra. Pero siempre hay que tratar de persuadir. Los métodos racionales, aparte de su valor en sí mismos, son de cardinal importancia para el destino de individuos y sociedades.
· El poeta Heine dijo hace tiempo que no hay que ignorar al humilde profesor en su estudio; tiene un poder que no debe ser subestimado. Él creía que Kant llevaba a Robespierre.
· La idea de los derechos humanos descansa en la creencia cierta de que hay ciertos bienes como libertad, justicia, búsqueda de la felicidad, honestidad, amor, que benefician a todos los seres humanos como tales, no como miembros de una nacionalidad, religión, profesión, y que es correcto proteger a la gente contra quienes los ignoran o niegan.
· No creo que estos principios estén en contradicción con el espíritu de ciertas naciones. Pienso que todas las culturas que han existido han asumido que existen estos derechos, o al menos un mínimo de ellos.
· Puede haber diferencias acerca de hasta dónde debe llegar este mínimo. Pero que dichos derechos existen y que son necesarios para una vida plenamente humana, ha sido reconocido por todas las culturas. En la práctica se niega a veces la humanidad de ciertos grupos, pero en la teoría con mucho menos frecuencia.
( Conversations with Isaiah Berlin, Charles Scribner’s Sons, 1991, Pag. 37-40 )