August 24, 2007

 
Polémica sobre África

( Artículo del autor, publicado recientemente en el diario La Prensa)


Desde hace tiempo, y sobre todo en los últimos dos o tres años, se viene desarrollando una polémica, a veces con ribetes ridículos, sobre la ayuda para el desarrollo de África.

Por un lado tenemos el G-8, economistas como Jeffrey Sachs, diversas ONGs, músicos como Bono y Geldof, y almas buenas en general.

Todos ellos abogan por una ayuda financiera masiva a los gobiernos africanos. La ayuda se basa en la teoría de la “brecha de la pobreza”. Según esta, la pobreza impide la acumulación de ahorros, lo que produce baja inversión y bajo crecimiento. La ayuda externa estaría destinada a llenar esa “brecha”. Ya hace bastantes años que P.T. Bauer argumentó que si la teoría fuese cierta, ningún país se hubiera podido desarrollar.

Por el otro lado tenemos personalidades africanas como gobernantes, economistas, periodistas y empresarios. Su posición es que la ayuda puede justificarse temporalmente en caso de desastres, pero no como un método para alcanzar el desarrollo. El desarrollo en África dependerá, como en todas partes, del éxito de los empresarios del sector privado y los reformadores políticos africanos. No dependerá de las actividades de extranjeros burocráticos, no responsables y mal informados.

Veamos lo que opinan algunos destacados africanos. El profesor ghanés George Ayittey, autor de varios libros muy leídos, declaró que la pobreza no desaparecerá gracias a estrellas de rock y buenos deseos, sino gracias a instituciones sanas y crecimiento económico autogenerado.

Por otro lado, habló de los gobernantes ladrones billonarios, club cuyos miembros más distinguidos son Saní Abacha de Nigeria (20 billones), Félix Houphouet-Boigny de Costa de Marfil (6 billones), Ibrahim Babangida de Nigeria (5 billones ) y Mobutu Sese Seko de Zaire (4 billones).

El economista kenyano James Shikwati dice que si las naciones industrializadas quieren ayudar a los africanos deben acabar con la ayuda porque produce efectos negativos como grandes burocracias, corrupción, complacencia, enseña a los africanos a mendigar en vez de ser independientes, y debilita los mercados locales y el espíritu empresarial. Añade que África existía antes de que llegaran los europeos y no le iba del todo mal. Y cuenta un dicho del tirano Bokassa : “Pedimos dinero al gobierno francés, lo conseguimos y luego lo despilfarramos”.

La periodista kenyata June Arunga afirma que no hay evidencia histórica de que la ayuda externa haya servido para desarrollar a algún país. Intentar desarrollar a otros seres humanos es una pretensión que difícilmente puede funcionar. Los que saben lo que pasa en África son los propios africanos, y el regalarles cosas sólo distorsiona su modo de vida.

Por su parte, el economista Jean-Claude Shanda Tonme lanza un ataque demoledor que copio textualmente: “Los africanos sabemos cuáles son nuestros problemas y nadie puede hablar en nuestro nombre. Estamos furiosos porque, a pesar de las dictaduras, nuestros salvadores no claman por la democracia en África. Los músicos de Live 8 cantan para divertir a las multitudes y tranquilizar sus conciencias. Todavía creen que somos niños que ellos deben salvar”.

De particular interés es la polémica entre Bono y Andrew Mwenda en una reciente Conferencia sobre África. Bono, con el atrevimiento de la ignorancia, dijo que lo que África necesita es un nuevo Plan Marshall. Mwenda, periodista ugandés, le contestó que no hay ninguna semejanza entre el África actual y la Europa del final de la segunda guerra mundial. Y añadió irónicamente : “¿Qué persona o nación se ha hecho rica pidiendo limosna?”

Aunque ninguno lo mencione, un estudio de Open Europe indica que una liberalización mundial del comercio añadiría 5 puntos porcentuales al crecimiento del PIB de África, lo que sacaría a millones de la pobreza todos los años.

Finalizaré exponiendo los éxitos de dos países africanos muy diferentes, Bostwana y Mozambique. Bostwana ha mantenido un crecimiento promedio del PIB de casi 7% desde su independencia en 1965. Su receta es bastante simple: política fiscal conservadora, con bajos impuestos y gasto público reducido, actitud cosmopolita hacia los extranjeros y la inmigración, estabilidad política, garantía de los derechos de propiedad y un buen sistema judicial. El PIB per capita pasó de 1,600 a 8,000 dólares entre 1975 y 2004.

Por su parte, Mozambique sufrió durante años una dictadura comunista que lo empobreció. Pero ya tiene once años creciendo a un promedio del 8% anual. ¿Las razones? Democracia liberal, reformas de libre mercado, flotación libre de la moneda, precios y tasas de interés determinados por el mercado, atracción de inversionistas de todo el mundo, y privatización de más de mil empresas estatales.

No me extrañaría que, dentro de dos décadas, tengamos una buena cantidad de países africanos que superen el PIB promedio de Latinoamérica.


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