October 28, 2007
Auge y ocaso del ateísmo : Ciencias naturales y ateísmo
Durante los siglos XIX y XX se dio una creciente aceptación cultural de tres puntos sobre la ciencia:
1. La creencia de que las ciencias naturales nos liberan de la servidumbre de un pasado de superstición y opresión, y están enfrentadas con él en un combate a muerte que sólo puede terminar con la eliminación final de la religión.
2. La creencia de que las ciencias naturales prueban conclusivamente todas sus teorías, en contraste con la religión, que se refugia en la irracionalidad y el misterio.
3. La noción de que la teoría darwiniana de la evolución ha convertido en imposible la creencia en Dios, y por tanto el ateísmo es algo necesario sobre una base científica.
El autor afirma que los principales historiadores de la ciencia opinan que la interacción de ciencia y religión está determinada primariamente por las circunstancias históricas y sólo secundariamente por el contenido de ambas.
No hay un paradigma universal sobre la relación de ciencia y religión, ni teórica ni históricamente. Por ejemplo, el darwinismo fue recibido de forma muy diferente en distintos ambientes cristianos como Belfast y Princeton.
La idea de que la ciencia y la religión están en conflicto perpetuo ya no es tomada en serio por ninguno de los principales historiadores de la ciencia a pesar de su popularidad a finales del siglo XIX.
En su libro “Ethics of Belief” (1871), William Clifford defendió que sea cual sea la creencia, científica, religiosa o moral, tenemos la absoluta obligación de creer sólo aquello que puede ser demostrado rigurosamente de acuerdo a los criterios más estrictos de verdad.
Es claro que la religión no puede proporcionar la evidencia probatoria que Clifford exigía. Pero, paradójicamente, tampoco puede hacerlo el ateísmo. El hecho es que tanto el ateísmo como la religión están más allá de la evidencia disponible. Ambos pueden ser defendidos . Ninguno puede ser probado. No es extraño que Thomas Huxley acuñase el término “agnóstico” para designar a alguien que reconoce que las grandes cuestiones de la vida caen más allá de la demostración.
Sin embargo, muchos científicos actuales, entre ellos Richard Dawkins, defienden que las ciencias naturales han liquidado el debate entre la fe y el ateísmo. Según Dawkins, la ciencia prueba las cosas; establece sus teorías con certeza. El contraste con la teología no puede ser más dramático. Y dice que la ciencia “está libre del principal vicio de la religión, que es la fe”.
¿Es esto cierto? La historia de la ciencia muestra el cambio de una teoría que se creyó cierta en su momento a otra que la reemplaza, y así sucesivamente. Como ha señalado el científico y filósofo de la ciencia Michael Polanyi, los científicos tienen que creer ciertas cosas que saben que se demostrará en el futuro que no son ciertas, pero no saben cuáles de ellas serán erróneas y cuáles ciertas.
¿Cómo puede Dawkins estar tan seguro de que sus creencias actuales son ciertas, cuando la historia muestra un patrón persistente de abandono de las teorías científicas en la medida que emergen mejores enfoques?
En su “Origin of Species” (1859), Darwin señala que su teoría de la selección natural no había sido probada, y que podían señalarse objeciones muy razonables contra ella. Pero creía que la teoría era cierta, y que las dificultades se resolverían en el futuro.
El mismo tema se repitió con la teoría de la relatividad de Einstein, proclamada en 1915, pese a que ciertas evidencias que la confirmaban sólo pudieron ser presentadas cincuenta años después.
No es cierto que los científicos creen en las teorías porque han sido “probadas”; lo hacen porque representan la mejor explicación posible sobre los hechos observados.
No hay duda de que la teoría de la evolución de Darwin produjo una crisis de fe en la Inglaterra Victoriana. Pero no es obvio por qué el darwinismo debería llevar al ateísmo. Frank Brown estudió cuidadosamente las obras de Darwin y concluyó que sus opiniones religiosas eran complejas y difícilmente clasificables. En la actualidad, la posición dominante entre los cristianos es que la evolución y el cristianismo son perfectamente compatibles.
Algunos libros de la segunda mitad del siglo XX han contribuido a la percepción popular de que la evolución implica necesariamente el ateísmo. Jacques Monod, en “Chance and Necessity” (1971), defiende que es imposible hablar de “propósito” dentro del mundo biológico. La teoría de la evolución exige que admitamos que nuestra propia existencia es un accidente.
Richard Dawkins, en “The Blind Watchmaker”, defiende que la “apariencia del diseño” puede surgir naturalmente dentro del proceso de la evolución. La selección natural es el relojero ciego. Sin embargo, los resultados de la selección natural nos impresionan como si fueran el diseño de un relojero. Según él, la teoría de la evolución lleva inexorablemente a un mundo sin Dios y sin finalidad.
Otros, sin embargo, se asombran no tanto por el ateísmo de Dawkins cuanto por su tesis de que el ateísmo es una consecuencia necesaria de la teoría de la evolución. Por ejemplo, Stephen Jay Gould insiste en que la ciencia sólo trabaja con explicaciones naturalistas. Por principio, no puede ni afirmar ni negar la existencia de Dios.
Una encuesta de 1916 descubrió que el 40% de los científicos tenían creencias religiosas. Otra encuesta de 1996 encontró que el 40% eran creyentes, el 40% ateos, y el 20% agnósticos. Interesante, ¿no?
( Alister McGrath, The twilight of atheism, Pag. 79-111)
Durante los siglos XIX y XX se dio una creciente aceptación cultural de tres puntos sobre la ciencia:
1. La creencia de que las ciencias naturales nos liberan de la servidumbre de un pasado de superstición y opresión, y están enfrentadas con él en un combate a muerte que sólo puede terminar con la eliminación final de la religión.
2. La creencia de que las ciencias naturales prueban conclusivamente todas sus teorías, en contraste con la religión, que se refugia en la irracionalidad y el misterio.
3. La noción de que la teoría darwiniana de la evolución ha convertido en imposible la creencia en Dios, y por tanto el ateísmo es algo necesario sobre una base científica.
El autor afirma que los principales historiadores de la ciencia opinan que la interacción de ciencia y religión está determinada primariamente por las circunstancias históricas y sólo secundariamente por el contenido de ambas.
No hay un paradigma universal sobre la relación de ciencia y religión, ni teórica ni históricamente. Por ejemplo, el darwinismo fue recibido de forma muy diferente en distintos ambientes cristianos como Belfast y Princeton.
La idea de que la ciencia y la religión están en conflicto perpetuo ya no es tomada en serio por ninguno de los principales historiadores de la ciencia a pesar de su popularidad a finales del siglo XIX.
En su libro “Ethics of Belief” (1871), William Clifford defendió que sea cual sea la creencia, científica, religiosa o moral, tenemos la absoluta obligación de creer sólo aquello que puede ser demostrado rigurosamente de acuerdo a los criterios más estrictos de verdad.
Es claro que la religión no puede proporcionar la evidencia probatoria que Clifford exigía. Pero, paradójicamente, tampoco puede hacerlo el ateísmo. El hecho es que tanto el ateísmo como la religión están más allá de la evidencia disponible. Ambos pueden ser defendidos . Ninguno puede ser probado. No es extraño que Thomas Huxley acuñase el término “agnóstico” para designar a alguien que reconoce que las grandes cuestiones de la vida caen más allá de la demostración.
Sin embargo, muchos científicos actuales, entre ellos Richard Dawkins, defienden que las ciencias naturales han liquidado el debate entre la fe y el ateísmo. Según Dawkins, la ciencia prueba las cosas; establece sus teorías con certeza. El contraste con la teología no puede ser más dramático. Y dice que la ciencia “está libre del principal vicio de la religión, que es la fe”.
¿Es esto cierto? La historia de la ciencia muestra el cambio de una teoría que se creyó cierta en su momento a otra que la reemplaza, y así sucesivamente. Como ha señalado el científico y filósofo de la ciencia Michael Polanyi, los científicos tienen que creer ciertas cosas que saben que se demostrará en el futuro que no son ciertas, pero no saben cuáles de ellas serán erróneas y cuáles ciertas.
¿Cómo puede Dawkins estar tan seguro de que sus creencias actuales son ciertas, cuando la historia muestra un patrón persistente de abandono de las teorías científicas en la medida que emergen mejores enfoques?
En su “Origin of Species” (1859), Darwin señala que su teoría de la selección natural no había sido probada, y que podían señalarse objeciones muy razonables contra ella. Pero creía que la teoría era cierta, y que las dificultades se resolverían en el futuro.
El mismo tema se repitió con la teoría de la relatividad de Einstein, proclamada en 1915, pese a que ciertas evidencias que la confirmaban sólo pudieron ser presentadas cincuenta años después.
No es cierto que los científicos creen en las teorías porque han sido “probadas”; lo hacen porque representan la mejor explicación posible sobre los hechos observados.
No hay duda de que la teoría de la evolución de Darwin produjo una crisis de fe en la Inglaterra Victoriana. Pero no es obvio por qué el darwinismo debería llevar al ateísmo. Frank Brown estudió cuidadosamente las obras de Darwin y concluyó que sus opiniones religiosas eran complejas y difícilmente clasificables. En la actualidad, la posición dominante entre los cristianos es que la evolución y el cristianismo son perfectamente compatibles.
Algunos libros de la segunda mitad del siglo XX han contribuido a la percepción popular de que la evolución implica necesariamente el ateísmo. Jacques Monod, en “Chance and Necessity” (1971), defiende que es imposible hablar de “propósito” dentro del mundo biológico. La teoría de la evolución exige que admitamos que nuestra propia existencia es un accidente.
Richard Dawkins, en “The Blind Watchmaker”, defiende que la “apariencia del diseño” puede surgir naturalmente dentro del proceso de la evolución. La selección natural es el relojero ciego. Sin embargo, los resultados de la selección natural nos impresionan como si fueran el diseño de un relojero. Según él, la teoría de la evolución lleva inexorablemente a un mundo sin Dios y sin finalidad.
Otros, sin embargo, se asombran no tanto por el ateísmo de Dawkins cuanto por su tesis de que el ateísmo es una consecuencia necesaria de la teoría de la evolución. Por ejemplo, Stephen Jay Gould insiste en que la ciencia sólo trabaja con explicaciones naturalistas. Por principio, no puede ni afirmar ni negar la existencia de Dios.
Una encuesta de 1916 descubrió que el 40% de los científicos tenían creencias religiosas. Otra encuesta de 1996 encontró que el 40% eran creyentes, el 40% ateos, y el 20% agnósticos. Interesante, ¿no?
( Alister McGrath, The twilight of atheism, Pag. 79-111)
Comments:
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Ese señor Richard Dawkins está de moda. Muchos liberales les gusta. Sobre los temas religiosos, yo soy como Sócrates,esto es, no me interesan, pues me interesa los asuntos de la polis.
Concuerdo contigo.A mí me molesta que algunos libertarios consideren a Dawkins poco menos que como un oráculo,cuando lo cierto es que no tiene idea ni de filosofía de la ciencia ni de la religión.La ciencia no tiene nada que decir ni a favor ni en contra de Dios por razones puramente metodológicas.Yo creo que esto lo puede entender cualquier estudiante de Secundaria.
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