November 18, 2007

 
Auge y ocaso del ateísmo : Postmodernismo y ateísmo

Hacia 1750 comenzó en Occidente un gran cambio cultural, conocido como la modernidad. El elemento clave era que la humanidad, mediante la razón, podía dominar el mundo. El ateísmo está íntimamente ligado a la modernidad. En cierta medida, el ateísmo es la religión del ser humano autónomo y racional, que piensa que puede descubrir los secretos del universo y el destino de la humanidad.

El postmodernismo es una noción compleja y tal vez indefinible. Quizás lo más importante es el rechazo de la búsqueda modernista de la verdad objetiva. El postmodernismo basa su rechazo en dos razones: Primero, porque es indefendible filosóficamente; segundo, porque incentiva la intolerancia y falta de respeto hacia los demás.

Os Guinness lo expresa así: “El modernismo fue una proclamación de la autoconfianza humana. El postmodernismo es una confesión de modestia. No existe la verdad, sino las verdades. No existe la razón, sino las razones. No existe una civilización, o cultura, o creencia privilegiadas, sino sólo una multiplicidad de ellas”.

El postmodernismo es un estilo cultural que celebra la diversidad y ataca a quienes ofrecen visiones del mundo rígidas, restrictivas y opresivas. Las consecuencias son claras. El ateísmo comenzó siendo liberador, pero terminó siendo opresor. Al negar la existencia de Dios como una precondición de la existencia humana auténtica, excluyó y marginalizó a quienes no aceptaban esta definición tan limitada.

Quienes hablan de eliminar la religión no explican cómo hacerlo. ¿Qué pasa si la gente se niega a abandonarla? ¿Habrá que hacerlo por la fuerza, como en los Estados comunistas?

Si el ateísmo se presentase como una opción entre otras, no habría ningún problema. Sin embargo, tiene la tendencia a considerarse a sí mismo como la única fe verdadera, y exige que los demás la acepten. El ateísmo se presentó como liberador pero ha terminado como opresor.

Cuando los ateos mantienen un discreto perfil, nadie se preocupa por escudriñar sus creencias y estilo de vida. Pero cuando lanzan campañas sociales y políticas defendiendo una agenda atea, la gente comienza a hacer preguntas embarazosas. Y obtienen respuestas preocupantes.

( Alister McGrath, The twiligh of atheism, Pag. 217-237 )

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