November 16, 2007

 
La crisis subprime, Por Jaime Raúl Molina

( Artículo publicado recientemente en le revista Agenda)

La burbuja inmobiliaria norteamericana ha comenzado a desinflarse. Y el sonido del aire escapando de la burbuja reverbera por todo el mundo, algo a lo que Panamá, con una economía integrada al mundo, no escapa. Cuando la economía norteamericana estornuda, el resto del mundo se resfría.

Las reacciones de los mercados de capitales hasta ahora han implicado una huída de fondos altamente comprometidos con títulos de hipotecas subprime (subóptimas). El Banco Central de los Estados Unidos, la Reserva Federal (FED), ha respondido aumentando la masa monetaria, con el ánimo de ofrecer renovada liquidez a los mercados de capitales y así evitar una estampida general de los inversionistas.

El origen del problema

Cuando la FED aumenta la masa monetaria mediante cualquiera de los distintos mecanismos con que cuenta para ello, el efecto a corto plazo es mayor actividad económica. ¡Por supuesto! La inyección de dinero al mercado da una señal, consistente en que hay más dinero para invertir. El problema es que ese dinero recién creado es engañoso, pues no está basado en que hay mayor riqueza real.

Así, el cálculo económico es distorsionado inevitablemente. El precio del capital ha sido distorsionado, y ello llevará a las personas a tomar decisiones económicas basadas en ese cálculo económico distorsionado. Es por esta razón que la crisis financiera venidera, que ha mostrado sus primeros síntomas en el sector inmobiliario norteamericano y de allí al resto del mundo en las bolsas de valores más importantes, tiene su causa precisamente en la política monetaria consistente en "estimular" la economía mediante inyección de moneda.

Es así que, cuando ocurre el Dot Com Crash del año 2000, la FED incurrió en una política de aumento de masa monetaria. Ese dinero fresco inyectado a la economía, naturalmente no se dirige hacia todos los sectores de forma uniforme. El dinero nunca es neutral, y cuando se crea moneda artificial por la Banca Central, ese dinero tiende a ir a determinados sectores y actividades económicas más que a otras. En este caso, ese dinero se fue mayoritariamente al sector inmobiliario, creando un enorme Boom inmobiliario en los Estados Unidos (y el resto del mundo).

Especulación rampante

Como resultado de ese volcamiento de dinero artificialmente creado al mercado inmobiliario, la demanda de bienes raíces como instrumento de inversión aumentó significativamente. A diferencia de un comprador que quiere una nueva casa para mudarse con su familia, esta demanda nueva era de personas que compraban inmuebles con el objeto de revenderlos a un precio mayor en el futuro. Esto generó un alza sostenida por cierto tiempo en los precios de inmuebles, en todo Estados Unidos.

Aunado a lo anterior, los bancos comenzaron a prestar a los propietarios de viviendas dineros adicionales, con garantía de la vivienda. La idea era supuestamente que, si la vivienda aumenta de valor, la garantía también y, por tanto, podía aumentársele al propietario su línea de crédito.

Y no solamente los bancos prestaron millardos de dólares aceptando como garantía viviendas con valores exageradamente inflados por especulación. El asunto se extendió más, por medio de la titularización de los créditos hipotecarios. Es decir, un banco (y otras entidades de crédito) presta dinero con garantía hipotecaria, y luego toma un grupo significativo de esos créditos, los empaqueta por medio de la titularización (securitization), y los vende a fondos de inversión. En otras palabras, la exposición al riesgo se extendió mucho más allá de los bancos.

Pero, ¿no es buena la especulación?

Sí, ya escucho a mis lectores pensando en voz alta "pero cómo, éste nos dice y nos repite que la especulación es algo bueno en el sistema capitalista, pero ahora nos viene con esto."

Ciertamente, la especulación cumple un rol fundamental en los mercados. El problema no es la especulación per se, sino la alteración del cálculo económico que resulta de la creación artificial de moneda. La actividad monetaria de los bancos centrales distorsiona el cálculo económico, específicamente en todo lo relacionado al costo del capital.

Sólo imagínese usted que un día toca la puerta de su negocio un cliente extraordinario, que comienza a comprar de todo. Este cliente hace compras por miles de dólares, y usted ya se relame que tendrá un mes extraordinariamente bueno en ventas. Con base en esas ventas por encima de lo normal, usted sale de la oficina, va a la agencia de viajes, compra ese paquete de dos semanas en Europa que su esposa e hijos tanto le vienen pidiendo, llega a casa y le da la buena noticia a todos. Y anda todo de maravillas, hasta que unos días después su banquero le comunica que ese cheque fabuloso que depositó, ¡fue rebotado por carencia de fondos!

Bueno, la analogía anterior es más o menos lo que ocurre con el ciclo económico estimulado artificialmente mediante el aumento de la masa monetaria inyectado por la Banca Central, sólo que en lugar de días la verdad toma años en revelarse. Durante el Boom estimulado artificialmente por la inflación artificial de la masa monetaria, todo parece bonito. Mucha actividad económica, mucha demanda de toda clase de bienes y servicios, prácticamente pleno empleo. Igual que es bonita la juerga mientras dura la fiesta. El problema es que la juerga siempre acarrea una resaca.

El inicio del fin de la burbuja, en el presente caso de la burbuja inmobiliaria, se da cuando se comienza a observar un aumento marcado en los retrasos en los pagos de las letras de préstamos hipotecarios, por parte de los deudores. Luego, vienen las moras que fuerzan a los acreedores hipotecarios a ejecutar las viviendas dadas en garantía de los préstamos. Y luego viene el efecto dominó de los inversionistas retirando sus activos de empresas y fondos altamente comprometidos en créditos que ahora se ven como irrecuperables. Los precios de los activos comienzan a caer, no sólo ya los de las viviendas, sino las de las compañías y fondos que invirtieron fuertemente en dicho sector. Y así sucesivamente.

Atacando síntomas en vez de al virus

La recesión, por políticamente incorrecto que sea decirlo, es la cura a la enfermedad. Los precios de los activos financieros, artificialmente inflados por la inflación monetaria, deben caer libremente en el mercado, para corregir los excesos del precedente Boom. La recientemente manifestada política de la Reserva Federal, de continuar inyectando dinero al mercado para evitar la corrección de precios a la baja, sólo servirá para postergar un poco más el sufrimiento, pero a costa de agravarlo más. Es como la "solución" de dar más droga al adicto cuando muestra el síndrome de abstinencia. Sí, en el momento alivia el dolor, pero a costa de agravar la situación del adicto.

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