January 03, 2008
Grandes economistas austriacos : Wilhelm Röpke
Röpke nació en 1899. Obtuvo su doctorado en economía en 1921. En 1924 ingresó como profesor en Jena y en 1929 en Marburgo. A causa de su explícita posición antinazi abandonó Alemania. Fue profesor de economía en Estambul entre 1933 y 1937. En 1937 fue contratado por el Institute of International Studies en Ginebra y allí coincidió con Mises. Röpke permaneció en el Institute hasta su muerte en 1966.
En 1947 formó parte del grupo fundador de la Mont Pelerin Society. Röpke trató e influyó mucho sobre Ludwig Erhard, quien fue ministro de economía y Canciller en Alemania Occidental después de la guerra. Erhard declaró que, durante la guerra, pudo conseguir ilegalmente los libros de Röpke, los que devoró como agua en el desierto.
Los trabajos iniciales de Röpke trataron sobre el colectivismo y la importancia de las instituciones morales y sociales que sostienen la sociedad libre. Protestó contra los llamados intelectuales anticapitalistas. El capitalismo que condenaban no era un capitalismo de libre mercado sino un corporativismo caracterizado por la intervención gubernamental. Según Röpke, querían curar los males del intervencionismo con más intervención. Eso es como echar arena a un motor y esperar que se ponga en marcha echando más arena.
Röpke utilizaba la expresión “economía de mercado” en vez de “capitalismo”. Rechazó también la de “economía planificada” para referirse al socialismo. En su lugar, usó la expresión “economía de oficina”.
Según Röpke, el fascismo no es una tercera vía entre el libre mercado y el comunismo. Es otra forma de totalitarismo con extrema intervención estatal. El fascismo no reconoce al individuo como unidad social fundamental. Por lo tanto, es un primo cercano del comunismo porque descansa en la idolatría del Estado.
En 1936 Röpke publicó “Crises and Cycles”, y defendió que las crisis son el resultado de la expansión del crédito por el banco central. Esta expansión lleva a su vez a un exceso de inversión en bienes de capital. En su libro “The economics of a free society”, de 1937, defiende que el ciclo no ocurriría sin la intervención del Estado. También expresó que una economía socialista sería todavía más inestable porque no tendría ningún mecanismo para liquidar las inversiones equivocadas.
Para prevenir los ciclos se requieren mercados libres, el patrón oro y que el Estado no cree inflación monetaria.
Röpke consideró la economía keynesiana como un camino hacia el colectivismo. Además advirtió que, si los gobiernos mantienen bajas las tasas de interés, la inflación crónica es inevitable. Al respecto, desarrolló la teoría de la inflación reprimida. Primero, los gobiernos aumentan la masa monetaria y luego imponen controles de precios para limitar las consecuencias inevitables. Röpke consideró la inflación como un medio keynesiano de transferir riqueza. Los primeros que reciben el nuevo dinero salen beneficiados, mientras que los demás, o no ganan o se perjudican.
Keynes consideró el sistema económico como parte de un universo mecánico-matemático, donde la actividad económica no es el producto de las acciones individuales sino de agregados cuantificables. El enfoque keynesiano sobre el manejo de agregados económicos fomentó la arrogancia de los modernos economistas, que redujeron el sistema económico a procesos mecánicos que excluían la acción humana individual.
Después de la guerra, Röpke advirtió que lo que Europa necesitaba no era ayuda externa sino restauración de la economía de mercado. En 1958 atacó duramente el naciente “welfare state”, no sólo por su excesivo costo sino por sus efectos sociales, como la reducción de la responsabilidad e iniciativa privadas y su dependencia cada vez mayor de los programas estatales.
Röpke fue un crítico de la tendencia hacia las grandes instituciones en la vida económica y política. Señaló, por otra parte, que los monopolios no son un producto del libre mercado sino de la intervención del gobierno. Los monopolistas mantienen su posición debido a sus privilegios legales.
Röpke atacó todas las políticas intervencionistas porque crean más problemas de los que resuelven. Los controles de precios , las cuotas de comercio y los controles de cambios inician una cadena de consecuencias que cada vez exigen una mayor intervención. Los agentes económicos son seres libres, no piezas de una máquina.
Después de la guerra, Röpke estuvo en contra de todos los proyectos de integración política, sobre todo en Europa. Para él, un gobierno supranacional nunca abrazaría los ideales liberales, y además estaría apartado de los ciudadanos. Su ideal era una multitud de pequeños Estados con un comercio vibrante. Y dentro de cada Estado, debería buscarse el máximo de descentralización.
Röpke criticó la sociedad moderna porque estaba destruyendo la persona individual, reemplazándola por otra masificada. Era escéptico sobre el rol de los economistas como ingenieros sociales a cargo de la promoción de la “eficiencia” o la “justicia social”.
El problema fundamental de la sociedad es cómo armonizar los intereses en conflicto. Esto requiere libertad e intercambio voluntario.
Una gran virtud del libre mercado es que separa la política y la sociedad. Un empresario sólo puede tener ganancias a largo plazo si provee un servicio valioso para los consumidores. Los consumidores están decidiendo todos los días con su propio dinero, lo que supone una elección más justa y eficiente que la política.
Röpke rechazó la posibilidad de clasificar los bienes en “necesarios” y “de lujo”. Esto significaría que hay alguien que sabe mejor que cada individuo cuáles son sus necesidades.
Según Röpke, para que los individuos puedan conservar su libertades, incrementar la división del trabajo, y vivir vidas plenas, deben tener propiedad, defender la familia, participar en asociaciones cívicas e iglesias, y acogerse a la seguridad de ciertas tradiciones. A su juicio, estos eran temas que había descuidado el liberalismo clásico.
Hayek dijo de Röpke : “Hay una cualidad especial por la que lo admiramos profundamente : su coraje, su coraje moral”.
( 15 Great Austrian Economists, Pag. 205-221. Capítulo redactado por Shawn Ritenour )
Röpke nació en 1899. Obtuvo su doctorado en economía en 1921. En 1924 ingresó como profesor en Jena y en 1929 en Marburgo. A causa de su explícita posición antinazi abandonó Alemania. Fue profesor de economía en Estambul entre 1933 y 1937. En 1937 fue contratado por el Institute of International Studies en Ginebra y allí coincidió con Mises. Röpke permaneció en el Institute hasta su muerte en 1966.
En 1947 formó parte del grupo fundador de la Mont Pelerin Society. Röpke trató e influyó mucho sobre Ludwig Erhard, quien fue ministro de economía y Canciller en Alemania Occidental después de la guerra. Erhard declaró que, durante la guerra, pudo conseguir ilegalmente los libros de Röpke, los que devoró como agua en el desierto.
Los trabajos iniciales de Röpke trataron sobre el colectivismo y la importancia de las instituciones morales y sociales que sostienen la sociedad libre. Protestó contra los llamados intelectuales anticapitalistas. El capitalismo que condenaban no era un capitalismo de libre mercado sino un corporativismo caracterizado por la intervención gubernamental. Según Röpke, querían curar los males del intervencionismo con más intervención. Eso es como echar arena a un motor y esperar que se ponga en marcha echando más arena.
Röpke utilizaba la expresión “economía de mercado” en vez de “capitalismo”. Rechazó también la de “economía planificada” para referirse al socialismo. En su lugar, usó la expresión “economía de oficina”.
Según Röpke, el fascismo no es una tercera vía entre el libre mercado y el comunismo. Es otra forma de totalitarismo con extrema intervención estatal. El fascismo no reconoce al individuo como unidad social fundamental. Por lo tanto, es un primo cercano del comunismo porque descansa en la idolatría del Estado.
En 1936 Röpke publicó “Crises and Cycles”, y defendió que las crisis son el resultado de la expansión del crédito por el banco central. Esta expansión lleva a su vez a un exceso de inversión en bienes de capital. En su libro “The economics of a free society”, de 1937, defiende que el ciclo no ocurriría sin la intervención del Estado. También expresó que una economía socialista sería todavía más inestable porque no tendría ningún mecanismo para liquidar las inversiones equivocadas.
Para prevenir los ciclos se requieren mercados libres, el patrón oro y que el Estado no cree inflación monetaria.
Röpke consideró la economía keynesiana como un camino hacia el colectivismo. Además advirtió que, si los gobiernos mantienen bajas las tasas de interés, la inflación crónica es inevitable. Al respecto, desarrolló la teoría de la inflación reprimida. Primero, los gobiernos aumentan la masa monetaria y luego imponen controles de precios para limitar las consecuencias inevitables. Röpke consideró la inflación como un medio keynesiano de transferir riqueza. Los primeros que reciben el nuevo dinero salen beneficiados, mientras que los demás, o no ganan o se perjudican.
Keynes consideró el sistema económico como parte de un universo mecánico-matemático, donde la actividad económica no es el producto de las acciones individuales sino de agregados cuantificables. El enfoque keynesiano sobre el manejo de agregados económicos fomentó la arrogancia de los modernos economistas, que redujeron el sistema económico a procesos mecánicos que excluían la acción humana individual.
Después de la guerra, Röpke advirtió que lo que Europa necesitaba no era ayuda externa sino restauración de la economía de mercado. En 1958 atacó duramente el naciente “welfare state”, no sólo por su excesivo costo sino por sus efectos sociales, como la reducción de la responsabilidad e iniciativa privadas y su dependencia cada vez mayor de los programas estatales.
Röpke fue un crítico de la tendencia hacia las grandes instituciones en la vida económica y política. Señaló, por otra parte, que los monopolios no son un producto del libre mercado sino de la intervención del gobierno. Los monopolistas mantienen su posición debido a sus privilegios legales.
Röpke atacó todas las políticas intervencionistas porque crean más problemas de los que resuelven. Los controles de precios , las cuotas de comercio y los controles de cambios inician una cadena de consecuencias que cada vez exigen una mayor intervención. Los agentes económicos son seres libres, no piezas de una máquina.
Después de la guerra, Röpke estuvo en contra de todos los proyectos de integración política, sobre todo en Europa. Para él, un gobierno supranacional nunca abrazaría los ideales liberales, y además estaría apartado de los ciudadanos. Su ideal era una multitud de pequeños Estados con un comercio vibrante. Y dentro de cada Estado, debería buscarse el máximo de descentralización.
Röpke criticó la sociedad moderna porque estaba destruyendo la persona individual, reemplazándola por otra masificada. Era escéptico sobre el rol de los economistas como ingenieros sociales a cargo de la promoción de la “eficiencia” o la “justicia social”.
El problema fundamental de la sociedad es cómo armonizar los intereses en conflicto. Esto requiere libertad e intercambio voluntario.
Una gran virtud del libre mercado es que separa la política y la sociedad. Un empresario sólo puede tener ganancias a largo plazo si provee un servicio valioso para los consumidores. Los consumidores están decidiendo todos los días con su propio dinero, lo que supone una elección más justa y eficiente que la política.
Röpke rechazó la posibilidad de clasificar los bienes en “necesarios” y “de lujo”. Esto significaría que hay alguien que sabe mejor que cada individuo cuáles son sus necesidades.
Según Röpke, para que los individuos puedan conservar su libertades, incrementar la división del trabajo, y vivir vidas plenas, deben tener propiedad, defender la familia, participar en asociaciones cívicas e iglesias, y acogerse a la seguridad de ciertas tradiciones. A su juicio, estos eran temas que había descuidado el liberalismo clásico.
Hayek dijo de Röpke : “Hay una cualidad especial por la que lo admiramos profundamente : su coraje, su coraje moral”.
( 15 Great Austrian Economists, Pag. 205-221. Capítulo redactado por Shawn Ritenour )