January 02, 2008

 
¿Por qué será mejor ‘callar’?

Por Olmedo Miró, de la Fundación Libertad de Panamá

( Artículo publicado recientemente en el diario La Prensa)

Recientemente en los noticieros del cable me tocó contemplar otro bochornoso episodio entre dos jefes de Estado, solo que esta vez fue un jefe de Estado europeo, un rey, al que se le fueron las casillas con las interminables arengas y acusaciones de otro latinoamericano.
En otra noticia, que parecía no tener nada que ver con la anterior, la del incidente, se daba a conocer un estudio en que se decía que solo "el 0.5% de las patentes alrededor del mundo son latinoamericanas", cuando Latinoamérica constituye casi el 8% de la economía global. Ahora, si vemos bien, estas dos noticias que parecieran poco relacionadas, cuando se conectan, fundamentan la razón por la que no solo el dirigente venezolano, sino todos los latinoamericanos debemos "callarnos la boca".

Es raro, pero esta época que vivimos hoy es tan parecida a la de la década de 1970 que a veces me parece que estoy en una máquina del tiempo viviendo una pesadilla. Sucede que como en los 70, ahora los países desarrollados están imprimiendo dinero como si no hubiera mañana, por lo tanto empiezan a consumir más de lo que pueden; así, como consecuencia, las materias primas –casi la exclusiva carta de presentación de Latinoamérica ante el comercio mundial– se disparan a los cielos creando en el continente amerindio un excedente de divisas descomunal, impensable solo hace algunos años en que hablábamos de la "década perdida".

Esto, como consecuencia, produce una especie de fiebre de grandeza en nuestros dirigentes y población en general. Llamados a una revolución tercermundista, al resentimiento contra el primer mundo (civilizado) se escuchan por doquier, al igual que en los 70. Sin embargo, la triste realidad es que desde que Colón llegó a nuestras costas difícilmente hemos superado nuestra necesidad de intercambiar oro por "espejitos".

Para entender esto primero debemos entender que el "desarrollo" es un estado intelectual y civilizatorio antes que un estado material. Así, de esta manera, para que algo pueda ser un "recurso natural" primero debe de ser un "recurso humano".

Por ejemplo, el petróleo era un aceite inservible hasta que alguien (en Europa) inventó el motor de combustión interna y alguien (en Estados Unidos, Rockefeller) descubrió la manera de procesarlo económicamente.

En Latinoamérica nuestra única contribución ha sido estar "sentados" sobre el recurso al que aquellos pioneros dieron valor (un mero accidente geográfico) y, debido a la particular forma en que funciona el derecho de propiedad en occidente (Europa), quedamos siendo dueños de ese "recurso natural", pero que fue convertido en recurso por mentes europeas.

Por desgracia para nosotros, a los europeos de ahora no los hacen como a los de antes. Europa ha perdido su brújula y, por lo tanto, su capacidad de educar. Este vacío ha sido sustituido por radicalismos ignorantes que pretenden hacer ver al progreso y la riqueza como un acto puramente aleatorio, una mera lotería no relacionada a la civilización.

Esta visión incorrecta del mundo es la razón por la cual los Bolívar, Sarmiento, Arosemena y Porras de antes han sido sustituidos hoy por trogloditas que creen que mientras más hablan y se quejan, más hacen. "Buenos salvajes y buenos revolucionarios", parafraseando a Rangel.

No nos debemos quejar, si hay una región bendecida por Dios esa es Latinoamérica. Sólo a manera de comparación: mientras la densidad promedio en nuestro continente es de apenas 50 habitantes por kilómetro cuadrado, en Europa occidental promedia los 400; además de los casi ilimitados recursos "naturales" que parecen surgir a nuestros pies –agrícolas y biológicos– que solo esperan de una "mente" que les sepa sacar utilidad. Sin embargo, somos "sub-desarrollados", mientras que Europa es desarrollada.

Sí, intercambiar oro por espejitos, petróleo por autos o "frentes de playa" por algunos dólares recién impresos no es tan mal trato como se ha visto. Definitivamente esos intercambios nos pueden sacar de algún "apuro". Lo que es realmente importante entender es que eso es sólo prosperidad temporal y que no nos llevará a ningún "desarrollo".

El verdadero desarrollo solo se obtiene al internalizar toda esa visión civilizada del mundo, normas y costumbres occidentales que hicieron posible todo ese desarrollo material y organizativo que es la modernidad. Y hasta que no logremos aquellas costumbres, es mejor que nos "callemos la boca".

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