April 30, 2008

 
Justicia sin Estado : Sistemas legales consuetudinarios

La ley tiene dos elementos : reglas de conducta y mecanismos o procesos para aplicarlas. La ley puede ser impuesta desde arriba por alguna autoridad con poder coercitivo, o puede desarrollarse desde abajo como costumbre o práctica. La ley impuesta requiere el apoyo de una minoría poderosa; la consuetudinaria requiere una aceptación generalizada.

Si una minoría impone coercitivamente la ley desde arriba, entonces la ley exigirá mucha más fuerza para mantenerla que cuando se desarrolla a través del reconocimiento y aceptación general. En los sistemas legales consuetudinarios la reciprocidad es la base del reconocimiento de la obligación de obedecer la ley y la aplicación de la misma.

Bajo la ley consuetudinaria, los delitos son tratados como perjuicios privados contra alguien en particular más que como crímenes contra la sociedad. Cuando el acusado es culpable, el castigo tiende a ser de naturaleza económica y suele consistir en una indemnización que debe pagarse al acusador. En este sistema, la ley funciona porque hay una amenaza de ostracismo total por parte de la comunidad.

La ley anglosajona en Inglaterra, en la época anterior a la conquista de los normandos, era típicamente consuetudinaria. Cuando había una disputa, estaba sujeta al arbitraje obligatorio. El homicidio exigía un pago monetario por el que el homicida podía restaurar la paz. Si el homicida no aceptaba someterse al arbitraje, el acusador tenía licencia para matarlo. Si el acusador no aceptaba el pago también quedaba fuera de la ley.

Como se ve, la amenaza de la violencia se utilizaba para crear incentivos que llevasen a todos a soluciones pacíficas. Por otro lado, la amenaza del ostracismo social era tan severa que facilitaba enormemente el cumplimiento de la ley y el sometimiento al proceso de arbitraje.

Para ciertos delitos que exigían grandes sumas en concepto de reparación, el culpable tenía hasta un año para pagar. Cuando alguien no podía pagar, la alternativa era convertirse en esclavo del ofendido. La esclavitud se concebía como prestación de servicios compensatorios y no como un castigo.

En un determinado momento los reyes se dieron cuenta de que el proceso de justicia podía ser una fuente de ingresos y comenzaron a sostener que la violación de ciertas leyes era una violación de la “paz del rey”. De allí en adelante se dio un conflicto sostenido entre la concepción consuetudinaria y la nueva concepción en la que el gobernante pretendía tener el papel supremo.

La “lex mercatoria”, o ley de mercaderes, es el mejor ejemplo de que el poder del gobierno no es necesario para que funcione el sistema legal. Después de la caída del imperio romano cayeron notablemente las actividades comerciales en Europa. Pero a partir de los siglos XI y XII el incremento en la productividad agrícola permitió el movimiento de personas a las ciudades y el florecimiento del comercio.

La ley de mercaderes se desarrolló por la costumbre. El principio básico era la reciprocidad de derechos y obligaciones, y prohibía no sólo el fraude sino el imponer costos desproporcionados con los beneficios.

Los tribunales mercantiles eran privados y no tenían ningún poder coercitivo. Si algún comerciante no aceptaba el veredicto, corría el riesgo prácticamente seguro de que nadie quisiera comerciar con él.

Los procedimientos eran simples e informales. Las apelaciones estaban prohibidas para evitar demoras en el comercio. Se evitaban largos testimonios bajo juramento y no se requería prueba notarial como evidencia de un acuerdo.

(Bruce L. Benson, The enterprise of law, Pag. 11-36 )

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