April 25, 2008
La agenda de los libertarios
Por Roberto Brenes , de la Fundación Libertad de Panamá
Al cumplirse esta semana siete años de la formación de la Fundación Libertad, hemos dedicado nuestro consabido espacio de opinión a repasar los principios y postulados que mueven nuestras acciones.
Los libertarios somos creyentes en los principios del liberalismo clásico; ellos son: gobierno limitado, libertad y responsabilidad individual, respeto a la propiedad privada y el imperio de la ley. Así, creemos que: toda persona tiene desde que nace derecho a la vida, a su libertad, a la propiedad privada y a buscar su propia felicidad. Estos derechos son de origen natural y/o divino, y por tanto ningún hombre o gobierno los puede arrebatar.
Cada persona es única y competente, debe ser tratada con dignidad y respeto. Los libertarios, por lo tanto, rechazamos la iniciación del uso de la fuerza y la coacción contra otras personas. La persuasión libre es el único método aceptable de modificar la conducta de los seres humanos.
En una sociedad basada en la libertad individual, las relaciones entre las personas se dan de manera puramente voluntaria, por lo tanto afirmamos que cuando la gente honesta y pacífica puede ofrecer bienes y servicios a quienes los desean comprar voluntariamente surge una economía de abundancia y prosperidad. La propiedad privada es un derecho natural del ser humano que garantiza la libertad de la persona humana. Cualquier intervención del Estado al final resultará en perjuicio de los interesados, aunque los gobernantes la hagan con la mejor de las intenciones.
Las únicas funciones auténticas del Estado son las de evitar la iniciación del uso de coacción entre los seres humanos, asegurar el cumplimiento de los derechos de propiedad de las personas, y fungir como árbitro en las disputas que resulten de la interacción entre distintos individuos libres. Seguridad ciudadana, defensa común y mediación de justicia son las actividades legítimas del Estado. Cuando el Estado se dedica a otras actividades, necesariamente violenta los derechos de los ciudadanos, ya que para poder llevar a cabo cualquier plan el Estado se vale del uso de la fuerza. Para un libertario es imperativo limitar el poder del Estado, para ceñirlo a sus funciones legítimas.
Los libertarios vemos con desconfianza toda forma de estatismo, sea el mercantilismo–populismo tradicional latinoamericano, sea el socialismo en cualquiera de sus formas, sean los comunitarismos bienpensantes que se llevan a cabo por medio de la coerción, porque al final terminan siendo el dominio de la política y sus grupos de intereses económicos, religiosos, sectarios o ideológicos sobre la gente, con todo lo que ello significa.
Los libertarios somos liberales clásicos, pero los populistas, estatistas e incluso los medios tienden a confundirnos con los "neoliberales". Existen diferencias importantes entre las corrientes y posturas llamadas neoliberales y nosotros. Ellas son: los liberales no creemos en la planificación estatal, los altos niveles de gasto público, las elevadas presiones tributarias y la proliferación de entidades y regulaciones a la actividad económica para "ayudar" al mercado.
Los liberales confían en el mercado y en la libre competencia. No vemos al mercado como una entidad abstracta sino como la suma de las acciones y aspiraciones de la gente. Por esta razón no creemos en medidas para corregir los "fallos", "imperfecciones" y "malas inclinaciones" del mismo. Estas intervenciones llevan a la irrupción de la política en la vida económica.
El liberalismo clásico en su forma original no solo es una corriente económica sino también una corriente de pensamiento filosófico y político. No pretendemos como otros, en convertir a la economía en una especie de física de las ciencias sociales en la cual los modelos matemáticos pueden hacer predicciones y establecer principios totalmente divorciados de otros fenómenos humanos.
El liberalismo se preocupa por temas que otras corrientes económicas ignoran. No creemos que el libre mercado pueda flotar en un vacío institucional. Creemos en el gobierno a través las instituciones y por ello el liberalismo es incompatible con el autoritarismo. La libertad es indivisible. Libertad económica, política y cultural, son tres partes de un todo.
Muchas de las corrientes que son llamadas "neoliberales" son estatismos disfrazados. Las "privatizaciones monopólicas" lejos de reducir el tamaño del Estado crearon nuevos monopolios sancionados por los Estados y dependientes de la política. Las muchas entidades creadas para "ayudar" al mercado, no solo aumentaron la burocracia sino que también acabaron defendiendo intereses políticos o prebendas económicas específicas.
Para el populismo, el liberalismo ha traído aparejado un aumento repugnante de la codicia personal y una correspondiente disminución del espíritu solidario. En realidad, los liberales defienden la necesidad de Estados, instituciones y leyes neutrales, convencidos por la experiencia de que lo contrario conduce al clientelismo y la corrupción. Donde los liberales hacen un llamado a la recuperación de la responsabilidad individual, los populistas perciben rasgos de insolidaridad y por lo mismo han impuesto la palabra tan despectiva "neoliberal".
Por Roberto Brenes , de la Fundación Libertad de Panamá
Al cumplirse esta semana siete años de la formación de la Fundación Libertad, hemos dedicado nuestro consabido espacio de opinión a repasar los principios y postulados que mueven nuestras acciones.
Los libertarios somos creyentes en los principios del liberalismo clásico; ellos son: gobierno limitado, libertad y responsabilidad individual, respeto a la propiedad privada y el imperio de la ley. Así, creemos que: toda persona tiene desde que nace derecho a la vida, a su libertad, a la propiedad privada y a buscar su propia felicidad. Estos derechos son de origen natural y/o divino, y por tanto ningún hombre o gobierno los puede arrebatar.
Cada persona es única y competente, debe ser tratada con dignidad y respeto. Los libertarios, por lo tanto, rechazamos la iniciación del uso de la fuerza y la coacción contra otras personas. La persuasión libre es el único método aceptable de modificar la conducta de los seres humanos.
En una sociedad basada en la libertad individual, las relaciones entre las personas se dan de manera puramente voluntaria, por lo tanto afirmamos que cuando la gente honesta y pacífica puede ofrecer bienes y servicios a quienes los desean comprar voluntariamente surge una economía de abundancia y prosperidad. La propiedad privada es un derecho natural del ser humano que garantiza la libertad de la persona humana. Cualquier intervención del Estado al final resultará en perjuicio de los interesados, aunque los gobernantes la hagan con la mejor de las intenciones.
Las únicas funciones auténticas del Estado son las de evitar la iniciación del uso de coacción entre los seres humanos, asegurar el cumplimiento de los derechos de propiedad de las personas, y fungir como árbitro en las disputas que resulten de la interacción entre distintos individuos libres. Seguridad ciudadana, defensa común y mediación de justicia son las actividades legítimas del Estado. Cuando el Estado se dedica a otras actividades, necesariamente violenta los derechos de los ciudadanos, ya que para poder llevar a cabo cualquier plan el Estado se vale del uso de la fuerza. Para un libertario es imperativo limitar el poder del Estado, para ceñirlo a sus funciones legítimas.
Los libertarios vemos con desconfianza toda forma de estatismo, sea el mercantilismo–populismo tradicional latinoamericano, sea el socialismo en cualquiera de sus formas, sean los comunitarismos bienpensantes que se llevan a cabo por medio de la coerción, porque al final terminan siendo el dominio de la política y sus grupos de intereses económicos, religiosos, sectarios o ideológicos sobre la gente, con todo lo que ello significa.
Los libertarios somos liberales clásicos, pero los populistas, estatistas e incluso los medios tienden a confundirnos con los "neoliberales". Existen diferencias importantes entre las corrientes y posturas llamadas neoliberales y nosotros. Ellas son: los liberales no creemos en la planificación estatal, los altos niveles de gasto público, las elevadas presiones tributarias y la proliferación de entidades y regulaciones a la actividad económica para "ayudar" al mercado.
Los liberales confían en el mercado y en la libre competencia. No vemos al mercado como una entidad abstracta sino como la suma de las acciones y aspiraciones de la gente. Por esta razón no creemos en medidas para corregir los "fallos", "imperfecciones" y "malas inclinaciones" del mismo. Estas intervenciones llevan a la irrupción de la política en la vida económica.
El liberalismo clásico en su forma original no solo es una corriente económica sino también una corriente de pensamiento filosófico y político. No pretendemos como otros, en convertir a la economía en una especie de física de las ciencias sociales en la cual los modelos matemáticos pueden hacer predicciones y establecer principios totalmente divorciados de otros fenómenos humanos.
El liberalismo se preocupa por temas que otras corrientes económicas ignoran. No creemos que el libre mercado pueda flotar en un vacío institucional. Creemos en el gobierno a través las instituciones y por ello el liberalismo es incompatible con el autoritarismo. La libertad es indivisible. Libertad económica, política y cultural, son tres partes de un todo.
Muchas de las corrientes que son llamadas "neoliberales" son estatismos disfrazados. Las "privatizaciones monopólicas" lejos de reducir el tamaño del Estado crearon nuevos monopolios sancionados por los Estados y dependientes de la política. Las muchas entidades creadas para "ayudar" al mercado, no solo aumentaron la burocracia sino que también acabaron defendiendo intereses políticos o prebendas económicas específicas.
Para el populismo, el liberalismo ha traído aparejado un aumento repugnante de la codicia personal y una correspondiente disminución del espíritu solidario. En realidad, los liberales defienden la necesidad de Estados, instituciones y leyes neutrales, convencidos por la experiencia de que lo contrario conduce al clientelismo y la corrupción. Donde los liberales hacen un llamado a la recuperación de la responsabilidad individual, los populistas perciben rasgos de insolidaridad y por lo mismo han impuesto la palabra tan despectiva "neoliberal".