April 09, 2008
Public choice theory : El estado benefactor
Los fabianos defendieron la idea de que, en la medida en que aumentaban los ingresos de la gente, así mismo debían aumentar las funciones del estado. Aparentemente no se dieron cuenta del “non sequitur” en que incurrían. Esta posición fue combatida por Cannan, Hayek, Robbins, Hicks y Coase.
El pensador más independiente dentro de la tradición fabiana, Frank Field, confesó los errores de la misma en 1999. Su tema central es cómo debe cambiarse fundamentalmente el estado benefactor para tomar en cuenta los más recientes desarrollos como los aumentos de ingresos y las actitudes hacia los impuestos.
Field cree que el viejo estado benefactor debe ser reemplazado por una combinación de arreglos entre el sector público y el privado. Hay que separar el acceso universal a ciertos servicios y la provisión de dichos servicios por monopolios estatales que no tienen ninguna justificación.
Sin embargo, la mayoría de los políticos todavía no están dispuestos a aceptar esta posición porque eso implicaría aceptar que durante muchas décadas se cometieron errores importantes.
Field observa que en la medida en que han crecido los ingresos, también han aumentado las alternativas de los individuos. Y estos quieren tomar sus propias decisiones. Por tanto, el reto es cómo hacer compatible la cobertura universal con las nuevas preferencias de los votantes.
Ahí radica el problema, porque los gobiernos británicos no parecen estar dispuestos a ceder una parte de su poder a los ciudadanos.
EL error de Beveridge fue el haber subestimado la extensión de los programas de autoayuda que tenían los trabajadores. Esto quedó claramente demostrado en el estudio histórico “The Long Debate on Poverty”, de Charles Hanson, publicado en 1972. Hanson demostró que la inmensa mayoría de los trabajadores británicos estaban voluntariamente asegurados contra la enfermedad y la vejez ya desde 1909.
La evidencia de la historia británica demuestra que el estado benefactor ha tenido tres defectos cruciales :
1. Se introdujo demasiado pronto y antes de que los esquemas privados pudieran mostrar su superioridad.
2. Se mantuvo demasiado tiempo en formas que no reflejaban los deseos de la gente.
3. Ha continuado después de convertirse en superfluo dado que la gente puede proveerse los servicios privados.
La tragedia es que, una vez capturados por el estado, los servicios del estado benefactor no regresan fácilmente a la libre disposición de los ciudadanos.
Por ejemplo, la ley de educación de 1870 creó escuelas gubernamentales “gratuitas”, a pesar de que el 75% de los hijos de los trabajadores ya iban a escuelas privadas pagadas por sus padres y subvencionadas parcialmente por iglesias e instituciones caritativas. En 1911 la Ley de Seguridad Social obligó a 12 millones de trabajadores a ingresar al seguro estatal a pesar de que 9 millones ya estaban cubiertos por seguros privados y sociedades de ayuda mutua.
La ironía final es que el estado benefactor está siendo rechazado por la gente como inadecuado y atrasado. En Gran Bretaña el gobierno gasta enormes sumas en instituciones que no funcionan.
Frank Field, el único ministro del gobierno que ha proclamado las verdades inconvenientes, sólo duró unos pocos meses en el puesto. La elección pública nunca ha representado la voluntad real de la gente real.
( Arthur Seldon, Government Failure : A Primer in Public Choice, Pag. 143-153 )
Los fabianos defendieron la idea de que, en la medida en que aumentaban los ingresos de la gente, así mismo debían aumentar las funciones del estado. Aparentemente no se dieron cuenta del “non sequitur” en que incurrían. Esta posición fue combatida por Cannan, Hayek, Robbins, Hicks y Coase.
El pensador más independiente dentro de la tradición fabiana, Frank Field, confesó los errores de la misma en 1999. Su tema central es cómo debe cambiarse fundamentalmente el estado benefactor para tomar en cuenta los más recientes desarrollos como los aumentos de ingresos y las actitudes hacia los impuestos.
Field cree que el viejo estado benefactor debe ser reemplazado por una combinación de arreglos entre el sector público y el privado. Hay que separar el acceso universal a ciertos servicios y la provisión de dichos servicios por monopolios estatales que no tienen ninguna justificación.
Sin embargo, la mayoría de los políticos todavía no están dispuestos a aceptar esta posición porque eso implicaría aceptar que durante muchas décadas se cometieron errores importantes.
Field observa que en la medida en que han crecido los ingresos, también han aumentado las alternativas de los individuos. Y estos quieren tomar sus propias decisiones. Por tanto, el reto es cómo hacer compatible la cobertura universal con las nuevas preferencias de los votantes.
Ahí radica el problema, porque los gobiernos británicos no parecen estar dispuestos a ceder una parte de su poder a los ciudadanos.
EL error de Beveridge fue el haber subestimado la extensión de los programas de autoayuda que tenían los trabajadores. Esto quedó claramente demostrado en el estudio histórico “The Long Debate on Poverty”, de Charles Hanson, publicado en 1972. Hanson demostró que la inmensa mayoría de los trabajadores británicos estaban voluntariamente asegurados contra la enfermedad y la vejez ya desde 1909.
La evidencia de la historia británica demuestra que el estado benefactor ha tenido tres defectos cruciales :
1. Se introdujo demasiado pronto y antes de que los esquemas privados pudieran mostrar su superioridad.
2. Se mantuvo demasiado tiempo en formas que no reflejaban los deseos de la gente.
3. Ha continuado después de convertirse en superfluo dado que la gente puede proveerse los servicios privados.
La tragedia es que, una vez capturados por el estado, los servicios del estado benefactor no regresan fácilmente a la libre disposición de los ciudadanos.
Por ejemplo, la ley de educación de 1870 creó escuelas gubernamentales “gratuitas”, a pesar de que el 75% de los hijos de los trabajadores ya iban a escuelas privadas pagadas por sus padres y subvencionadas parcialmente por iglesias e instituciones caritativas. En 1911 la Ley de Seguridad Social obligó a 12 millones de trabajadores a ingresar al seguro estatal a pesar de que 9 millones ya estaban cubiertos por seguros privados y sociedades de ayuda mutua.
La ironía final es que el estado benefactor está siendo rechazado por la gente como inadecuado y atrasado. En Gran Bretaña el gobierno gasta enormes sumas en instituciones que no funcionan.
Frank Field, el único ministro del gobierno que ha proclamado las verdades inconvenientes, sólo duró unos pocos meses en el puesto. La elección pública nunca ha representado la voluntad real de la gente real.
( Arthur Seldon, Government Failure : A Primer in Public Choice, Pag. 143-153 )