May 09, 2008
Los discípulos de Diocleciano
( Artículo del autor, publicado en el diario La Prensa y elaborado a partir de un post previo en este blog)
La economía es una disciplina realmente complicada. Esto se debe, entre otras cosas, a dos razones. Primera, lo que parece ser intuitivamente cierto casi siempre es falso. Y segunda, las políticas que parecen ser exitosas en el corto plazo casi siempre fracasan en el largo plazo.
Sirva esto de introducción para el tema de los controles de precios, que trataré con dos ejemplos actuales y uno del pasado.
El primero se refiere a Bolivia. Me entero por un diario boliviano que las organizaciones del Movimiento al Socialismo decidieron crear brigadas de lucha contra el alza de precios y el ocultamiento de los artículos de la canasta familiar .
Por su parte, el secretario ejecutivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia , Isaac Avalos, advirtió que los grupos de control tendrán la facultad de intervenir los comercios que sean responsables de acaparar alimentos y elevar precios. Adelantó que las acciones de los grupos de control serán coordinadas con las autoridades policiales y militares, que tienen la atribución de detener a los especuladores y contrabandistas de alimentos.
No entiendo muy bien cómo es que grupos particulares pueden llevar a cabo labores de investigación, pero en un país donde los diputados opositores no pueden entrar a la asamblea donde se discute la constitución supongo que cualquier cosa es posible.
Pero hay más. El presidente de la Federación de Juntas Vecinales , Nazario Ramírez, comentó que entre sus representados prevalecen propuestas como la de linchar a los agiotistas, pero que él no está de acuerdo con eso porque hay que cumplir las leyes.
Parece, pues, que en Bolivia, como en Panamá, los aumentos de precios se explican por la especulación de los malvados comerciantes. Lo que no logro entender es por qué estos malvados mantuvieron precios casi fijos durante una buena cantidad de años en el pasado. Tampoco entiendo por qué todos los comerciantes del mundo se han puesto de acuerdo para especular a la vez.
Vayamos ahora a Venezuela. Según un reportaje del Wall Street Journal, que he visto confirmado por varios blogueros venezolanos, los controles de precios no han frenado su aumento, pero han producido la escasez de los productos controlados. Es muy difícil encontrar leche, arroz, aceite de cocina, pollo, carne, cerdo, azúcar, frijoles negros y huevos, entre otros.
Las fuentes más confiables de productos sujetos a control de precios son los vendedores callejeros, que cobran dos o tres veces el precio autorizado, pero que tienen disponibilidad de productos.
Nadie sabe a ciencia cierta el nivel del incremento del índice de precios al consumidor. La cifra del gobierno para el año 2007 es de 22.5%. Pero esa cifra se deriva de una canasta de bienes que incluye productos sujetos a control de precios, que son difíciles de comprar. De hecho, los venezolanos tienen que pagar los precios del mercado si quieren obtener los productos. Por consiguiente, el costo de vida es más alto que el que indica la cifra oficial.
El gobierno dispone de la cadena de supermercados Mercal, pero los productos se acaban rápidamente. Se sabe que los empleados guardan productos para familiares y amigos, y que una cierta cantidad de los mismos terminan siendo vendidos en Colombia. ¿Consecuencias imprevistas? Cualquiera que sea capturado violando los controles de precios o vendiendo productos en Colombia corre el riesgo de ser expropiado. El ejército es el encargado de vigilar el programa. Pero como dijo alguien, ni siquiera los generales pueden hacer que la oferta aumente en proporción a la demanda.
Los dos episodios me han hecho recordar las disposiciones que tomó el emperador romano Diocleciano, según cuentan Schuettinger y Butler en su libro “Forty centuries of wage & price controls.”
Debido al descontrolado gasto gubernamental, Diocleciano mandó acuñar monedas en cantidades industriales. Los romanos no eran tontos y los precios se dispararon. ¿Qué hizo Diocleciano? Primero, como buen político, culpó a los especuladores y a los acaparadores por su espíritu de lucro.
Además, en el año 301, proclamó su famoso Edicto de precios, que fijaba precios máximos para unos 1,300 productos y para los salarios. Nótese que Diocleciano comprendía que los aumentos de salarios podían tener un efecto sobre los precios. Sin embargo, dos posibles precandidatos presidenciales panameños dicen creer que un aumento general de salarios del 20% no tendría ningún impacto sobre los precios.
La pena por violar el Edicto, tanto para compradores y vendedores, como para los patrones y asalariados, era la pena de muerte. Muchos fueron ejecutados, pero la situación no mejoró. Los productos desaparecieron del mercado. Nadie quería producir para perder o para obtener una ganancia nominal. El famoso Edicto fracasó y el temido Diocleciano tuvo que abdicar.
Si los precios no obedecieron a un todopoderoso emperador romano, ¿obedecerán a los presidentes latinoamericanos? Sospecho que no.
( Artículo del autor, publicado en el diario La Prensa y elaborado a partir de un post previo en este blog)
La economía es una disciplina realmente complicada. Esto se debe, entre otras cosas, a dos razones. Primera, lo que parece ser intuitivamente cierto casi siempre es falso. Y segunda, las políticas que parecen ser exitosas en el corto plazo casi siempre fracasan en el largo plazo.
Sirva esto de introducción para el tema de los controles de precios, que trataré con dos ejemplos actuales y uno del pasado.
El primero se refiere a Bolivia. Me entero por un diario boliviano que las organizaciones del Movimiento al Socialismo decidieron crear brigadas de lucha contra el alza de precios y el ocultamiento de los artículos de la canasta familiar .
Por su parte, el secretario ejecutivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia , Isaac Avalos, advirtió que los grupos de control tendrán la facultad de intervenir los comercios que sean responsables de acaparar alimentos y elevar precios. Adelantó que las acciones de los grupos de control serán coordinadas con las autoridades policiales y militares, que tienen la atribución de detener a los especuladores y contrabandistas de alimentos.
No entiendo muy bien cómo es que grupos particulares pueden llevar a cabo labores de investigación, pero en un país donde los diputados opositores no pueden entrar a la asamblea donde se discute la constitución supongo que cualquier cosa es posible.
Pero hay más. El presidente de la Federación de Juntas Vecinales , Nazario Ramírez, comentó que entre sus representados prevalecen propuestas como la de linchar a los agiotistas, pero que él no está de acuerdo con eso porque hay que cumplir las leyes.
Parece, pues, que en Bolivia, como en Panamá, los aumentos de precios se explican por la especulación de los malvados comerciantes. Lo que no logro entender es por qué estos malvados mantuvieron precios casi fijos durante una buena cantidad de años en el pasado. Tampoco entiendo por qué todos los comerciantes del mundo se han puesto de acuerdo para especular a la vez.
Vayamos ahora a Venezuela. Según un reportaje del Wall Street Journal, que he visto confirmado por varios blogueros venezolanos, los controles de precios no han frenado su aumento, pero han producido la escasez de los productos controlados. Es muy difícil encontrar leche, arroz, aceite de cocina, pollo, carne, cerdo, azúcar, frijoles negros y huevos, entre otros.
Las fuentes más confiables de productos sujetos a control de precios son los vendedores callejeros, que cobran dos o tres veces el precio autorizado, pero que tienen disponibilidad de productos.
Nadie sabe a ciencia cierta el nivel del incremento del índice de precios al consumidor. La cifra del gobierno para el año 2007 es de 22.5%. Pero esa cifra se deriva de una canasta de bienes que incluye productos sujetos a control de precios, que son difíciles de comprar. De hecho, los venezolanos tienen que pagar los precios del mercado si quieren obtener los productos. Por consiguiente, el costo de vida es más alto que el que indica la cifra oficial.
El gobierno dispone de la cadena de supermercados Mercal, pero los productos se acaban rápidamente. Se sabe que los empleados guardan productos para familiares y amigos, y que una cierta cantidad de los mismos terminan siendo vendidos en Colombia. ¿Consecuencias imprevistas? Cualquiera que sea capturado violando los controles de precios o vendiendo productos en Colombia corre el riesgo de ser expropiado. El ejército es el encargado de vigilar el programa. Pero como dijo alguien, ni siquiera los generales pueden hacer que la oferta aumente en proporción a la demanda.
Los dos episodios me han hecho recordar las disposiciones que tomó el emperador romano Diocleciano, según cuentan Schuettinger y Butler en su libro “Forty centuries of wage & price controls.”
Debido al descontrolado gasto gubernamental, Diocleciano mandó acuñar monedas en cantidades industriales. Los romanos no eran tontos y los precios se dispararon. ¿Qué hizo Diocleciano? Primero, como buen político, culpó a los especuladores y a los acaparadores por su espíritu de lucro.
Además, en el año 301, proclamó su famoso Edicto de precios, que fijaba precios máximos para unos 1,300 productos y para los salarios. Nótese que Diocleciano comprendía que los aumentos de salarios podían tener un efecto sobre los precios. Sin embargo, dos posibles precandidatos presidenciales panameños dicen creer que un aumento general de salarios del 20% no tendría ningún impacto sobre los precios.
La pena por violar el Edicto, tanto para compradores y vendedores, como para los patrones y asalariados, era la pena de muerte. Muchos fueron ejecutados, pero la situación no mejoró. Los productos desaparecieron del mercado. Nadie quería producir para perder o para obtener una ganancia nominal. El famoso Edicto fracasó y el temido Diocleciano tuvo que abdicar.
Si los precios no obedecieron a un todopoderoso emperador romano, ¿obedecerán a los presidentes latinoamericanos? Sospecho que no.