May 16, 2008

 
Se necesita una sana dosis de diversidad

Por John Bennett, de la Fundación Libertad de Panamá

( Artículo publicado en el diario La Prensa)

Si todas las especies en un ecosistema fuesen iguales, se extinguirían rápidamente y por ello en la educación, igual que en la naturaleza, es imprescindible una sana dosis de diversidad; lo cual no significa que una tenga que ser buena y la otra mala. Lo triste es que el sistema centralista de educación pública lo que busca es la uniformidad y eso es terrible.

En La Prensa del 20 de abril, don Arturo Melo opina con mucho acierto sobre el problema de deficiencias en las escuelas públicas y creo que debemos llevar el tema mucho más allá, pues no se trata simplemente de la inversión sino de cómo se maneja dicha inversión. De salida, con una somera investigación, veríamos que típicamente las escuelas privadas operan mucho más eficientemente que las públicas y con toda razón, pues están motivadas por el sano interés de lucrar que algunos encuentran odioso; lo cual explica bastante bien una de las razones por las cuales padecemos de una cultura de pobreza.

Lo que más debería llamarnos la atención es el costo comparado de educación en escuelas privadas contrastado al de las públicas, y veríamos que el costo de inversión por estudiante en las públicas puede hasta duplicar el de las privadas. Por ello me causó risa y disgusto ver una noticia en estos días que decía que la educación pública era "gratuita". Es como la persona que le dan palo pero no le duele porque está anestesiada.

El problema de nuestra educación pública es que la hayamos delegado al gobierno, esa entidad politiquera que todo lo hace tan bien que asesinan con sus medicamentos, con el sistema de transporte, agua y mucho más. Perdón que aburra con la lata, pero los gobiernos no están para hacer sino para ver que se haga bien.

El problema que ocurre cuando un gobierno asume la función de hacer; sea esto educar o fabricar medicamentos, no es tan solo que se convierte en juez y parte, sino que desplaza al ciudadano en una actividad que corresponde a los mismos, y en el proceso quedamos con entidades colmadas de perversos incentivos. Incentivos para cerrar calles; destrozar sus escuelas; comportarse como maleantes y que sus profesores hagan huelgas para lograr aumentos por esta vía y no por la de la superación profesional.

En contraste vemos que las escuelas privadas cuentan con incentivos que las mueve a lograr ahorros operacionales; a educar bien, pues si no los alumnos se van para otras escuelas; a educar con diversidad, tal como vemos con escuelas católicas, hebreas, chinas, etc.; siempre y cuando los gobiernos no las obliguen a una uniformidad embrutecedora.

Por otro lado vemos que los incentivos de las públicas son tan perversos que inducen a los politiqueros que las operan a mandar a que los profesores no fracasen a nadie, con lo cual se garantiza una juventud con pocas oportunidades de lograr empleo, debido a su disfuncionalidad.
A ustedes, lectores, les dejo la solución como implícita.

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