August 24, 2008

 
La virtud del egoísmo: Ética colectivista

A menudo se pregunta : “¿Qué hay que hacer con los pobres o incapacitados en una sociedad libre?” La premisa altruista-colectivista, implícita en la pregunta, es que la mala fortuna de unos debe ser una hipoteca sobre otros.

Observen que la pregunta no es : “¿Debería hacerse algo?” sino “¿Qué debe hacerse?”, como si la premisa colectivista tuviera que ser forzosamente aceptada. En una ocasión, un estudiante preguntó a Barbara Branden : “¿Qué sucederá a los pobres en una sociedad Objetivista?” Ella respondió : “Si usted quiere ayudarlos, nadie le detendrá”.

Sólo los individuos tienen derecho a decidir si quieren ayudar a otros y cómo. La sociedad, como sistema político organizado, no tiene nada que hacer al respecto.

Si alguien especula sobre lo que la “sociedad” debe hacer por los pobres, acepta la premisa colectivista de que las vidas de las personas pertenecen a la sociedad, que puede establecer las metas de la gente y “distribuir” el resultado de sus esfuerzos.

Por un lado esto revela un caos psico-epistemológico. Por otro, revela cómo el altruismo destruye la capacidad para comprender el concepto de derechos y el valor de la vida individual.

La humildad y la presunción son dos caras de la misma premisa. Quien está dispuesto a servir como medio para los fines de otros, también mirará a los otros como medios para sus propios fines. Y casi seguro que tenderá a crear programas para el bien de la humanidad, o de la sociedad, o del público, o de las futuras generaciones. El asunto es cualquier objetivo “público”, sin considerar costos o medios.

La gente mantiene el respeto por los derechos individuales en sus relaciones privadas pero no en los asuntos públicos. Aquí funciona como miembro de una tribu de cavernícolas que tienen derecho a partirle el cráneo a cualquiera.

El progreso sólo puede venir del trabajo de quienes producen más que lo que requiere su consumo personal. El capitalismo es el único sistema donde esas personas son libres para funcionar, y donde se da un aumento constante en el nivel general de prosperidad.

Sólo un cerebro colectivista aceptaría como moral o deseable el sacrificio de las generaciones actuales para el pretendido beneficio de las futuras. La URSS es el ejemplo perfecto. Primero se morían de hambre para obtener electricidad y tractores; luego, para la energía atómica y los viajes espaciales.

Cuando alguien le diga que para lograr ciertos objetivos se requiere que todos participen, dígale que si no puede obtener la participación voluntaria, es mejor que sus objetivos se queden sin lograr.

Si lo desea, póngale el siguiente ejemplo: Es médicamente posible tomar la córnea de alguien que acaba de morir y transplantarla a un ciego. Según la ética colectivista, esto nos presenta un problema.¿Debemos esperar a que alguien muera, cuando otros necesitan sus ojos? ¿No deberíamos considerar los ojos como una propiedad pública y encontrar un método justo de distribución?

( Ayn Rand, The virtue of selfishness, Pag. 93-99 )

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