October 30, 2008

 

Aventuras y desventuras del welfare en Estados Unidos(2)


Aunque diseñado para atender las necesidades de las mujeres y sus hijos, el welfare se convirtió en una trampa. El 50% de los beneficiarios se mantenían en él por diez años o más; muchos se acostumbraron a la dependencia. La red de seguridad se transformó en hamaca.

En una encuesta, los mismos beneficiarios admitieron varias cosas que eran anatema para los izquierdistas : el sistema debilitaba la ética del trabajo, el 70% no buscaba trabajo, y el sistema fomentaba tener hijos fuera del matrimonio. Pese a toda la evidencia, los izquierdistas mantuvieron sus posiciones y rechazaron cualquier posibilidad de reforma.

En la década de los 80, el tema fue calando en la agenda del país. Los estados experimentaron con requisitos de trabajo, topes familiares y límites de tiempo. Para comienzos de los 90 ya existía una clara presión pública para que se reformara el sistema.

Viendo la oportunidad política, en la campaña de 1992, Bill Clinton prometió “acabar con el welfare tal como lo conocemos”, e insistió en el trabajo y en un máximo de dos años en el sistema. Pero en cuanto asumió la presidencia se olvidó de todo. No sólo no promovió ningún cambio significativo, sino que aumentó los fondos de los programas.

En 1994 los Republicanos se hicieron con el Congreso y comenzaron los programas de reforma. El Congreso envió a Clinton dos leyes de reforma, que fueron vetadas. En 1996 le presentó otra bastante similar. La mayoría de su gabinete y asesores le aconsejaron el veto. Pero el estratega Dick Morris le dijo que sus encuestas indicaban que perdería la reelección en 1996 si vetaba la ley. Clinton hizo caso a Morris y la reforma se convirtió en ley.

Desde entonces, todas las predicciones de los izquierdistas han resultado equivocadas. La pobreza no aumentó, cayó significativamente. Millones de mujeres han encontrado empleos que mejoran su autoestima. Los beneficiarios del welfare se han reducido en 60%. Hay casi 4 millones de pobres menos que en 1996. La pobreza entre los afroamericanos es la más baja de la historia.

El nuevo sistema ayuda a las mujeres a encontrar empleo. Por otro lado, disuade de entrar al sistema a quien pueden defenderse por sí mismos. Además, tiene requisitos sobre búsqueda previa de empleo. Entrar al sistema debe ser la última opción, no la primera.

La pobreza entre las madres solteras bajó de 41.9% en 1996 a 33.6% en 2001. En 2001, sólo el 4% de madres que habían salido del welfare ganaban el salario mínimo o menos. Incluso el porcentaje de niños afroamericanos viviendo en hogares de dos padres subió de 34.8% en 1996 a 38.9% en 2001.

Aunque la reforma fue un éxito, no todo está hecho. La ley decía que si un estado reducía en 25% el número de enrolados para 2002, de allí en adelante sólo tenía la obligación de reducir un 25% del resto. Muchos estados lograron éxitos rápidos y después se olvidaron del asunto. Además la reforma no tocó a muchos de los programas de welfare, como cupones de comida y vivienda, y el Medicaid.

Los izquierdistas dicen estar motivados por la compasión, pero compasión sin respeto es condescendencia. El daño que hizo el welfare no se cura tan fácilmente. La cultura del hogar sin padre es veneno. La de los “derechos” corroe la autosuficiencia. Todavía no está claro si los cambios logrados en estos temas serán temporales o permanentes.

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