October 15, 2008
Sobre derechos humanos
En su obra clásica "Reflexiones sobre la Revolución Francesa", Edmund Burke critica, entre otras pretenciones de la Revolución, la Declaración de los Derechos del Hombre. ¿No creía Burke que el hombre poseía derechos inalienables frente a otros hombres y -más importante aún- frente al Estado? Por supuesto que sí. Dicha convicción era tan fuerte, que precisamente por ello Burke desaprobaba un documento que pretendiera enumerar los derechos inalienables de las personas; la Declaración de los Derechos del Hombre no es un monumento de los derechos humanos, sino un monumento del positivismo jurídico, y en definitiva del estatismo. ¿Por qué del estatismo? Aquí nace la creencia errada de que los derechos son concedidos a las personas por la organización política bajo la cual viven, cuando en verdad son anteriores a ésta, pues se deducen de la naturaleza misma del ser humano y de las relaciones que sostiene con otros seres humanos; esta creencia se ha visto reforzada por el constitucionalismo moderno y sustenta la concepción misma del sistema internacional de derechos humanos.
En la actualidad es común hablar de derechos humanos de primera, segunda y tercera generación, a saber, los derechos individuales -aludiéndose precisamente a la controvertida Declaración de Derechos del Hombre-, los derechos sociales y los derechos de los pueblos.
Toda la concepción de esta genealogía de derechos se fundamenta en el papel tutelar del Estado: es decir, mis libertades políticas no tienen que ser respetadas por el Estado, sino garantizadas; mi bienestar social, no se entiende como el logro de mis esfuerzos, sino como un derecho reconocido y proveído por el Estado; y, todos mis derechos se supeditan a la supuesta existencia de derechos colectivos, los derechos de los pueblos... Esta progresión nos lleva de vuelta a la polis griega, en la que se anteponía la unidad y el "bienestar" de un pueblo aristocrático a los de cualquier individuo, incluso a los de los propios ciudadanos.
La colectivización de los derechos humanos necesariamente nos lleva a la colectivización de la vida social, a un marco de libertades sin contenido que dependen de la ejecución de un conjunto de políticas públicas, todo como una consecuencia de considerar al Estado como un ente generador de derechos. ¿Qué le toca hacer al Estado en materia de Derechos Humanos?
El objetivo original del Estado Nacional Liberal, al menos teóricamente, es el respeto y defensa de las libertades negativas de los individuos, o sea, la autonomía para proseguir un plan de vida. ¿Podemos realizar este objetivo diciendo que tales o cuales derechos son necesariamente ingredientes de una vida buena? Tendríamos que aceptar que hay una sola vida buena y que es conocida por el Estado, un ente abstracto representado por gente que gobierna y que al final también vamos a suponer que es omnisciente. El colmo de lo ridículo.
En la actualidad es común hablar de derechos humanos de primera, segunda y tercera generación, a saber, los derechos individuales -aludiéndose precisamente a la controvertida Declaración de Derechos del Hombre-, los derechos sociales y los derechos de los pueblos.
Toda la concepción de esta genealogía de derechos se fundamenta en el papel tutelar del Estado: es decir, mis libertades políticas no tienen que ser respetadas por el Estado, sino garantizadas; mi bienestar social, no se entiende como el logro de mis esfuerzos, sino como un derecho reconocido y proveído por el Estado; y, todos mis derechos se supeditan a la supuesta existencia de derechos colectivos, los derechos de los pueblos... Esta progresión nos lleva de vuelta a la polis griega, en la que se anteponía la unidad y el "bienestar" de un pueblo aristocrático a los de cualquier individuo, incluso a los de los propios ciudadanos.
La colectivización de los derechos humanos necesariamente nos lleva a la colectivización de la vida social, a un marco de libertades sin contenido que dependen de la ejecución de un conjunto de políticas públicas, todo como una consecuencia de considerar al Estado como un ente generador de derechos. ¿Qué le toca hacer al Estado en materia de Derechos Humanos?
El objetivo original del Estado Nacional Liberal, al menos teóricamente, es el respeto y defensa de las libertades negativas de los individuos, o sea, la autonomía para proseguir un plan de vida. ¿Podemos realizar este objetivo diciendo que tales o cuales derechos son necesariamente ingredientes de una vida buena? Tendríamos que aceptar que hay una sola vida buena y que es conocida por el Estado, un ente abstracto representado por gente que gobierna y que al final también vamos a suponer que es omnisciente. El colmo de lo ridículo.