October 12, 2008
Sociedad de víctimas
Cada vez hay más personas que se consideran víctimas. Su mantra es : “No soy responsable; no es mi culpa”. El victimista tiene una gran capacidad, no sólo para exculparse a sí mismo mediante explicaciones como racismo, sexismo, padres inadecuados, adicciones y enfermedades, sino para proyectar la culpa sobre otros.
La nueva cultura refleja la tendencia no sólo para sentir autocompasión sino para usar el resentimiento para lograr ventajas. Aquí los victimistas compiten ferozmente entre sí tanto por fondos como por apoyo social.
Si se suman todos los grupos que en Estados Unidos se consideran a sí mismos como minorías oprimidas, incluyendo mujeres, negros, jóvenes, indígenas, desempleados, pobres, y otros, llegamos a un 374% de la población. Esto se debe a que muchos caen en varios grupos a la vez, pero es altamente significativo.
Los grupos se definen cada vez más no por su cultura compartida sino por su status como víctimas. El lenguaje victimista insiste en la superioridad y en el absolutismo morales. No hay que discutir nada. El que no esté de acuerdo con los victimistas es “insensible”.
La falta de autoestima es el resultado final de cualquier intento de unir el sentido de identidad y poder con las debilidades, deficiencias y la victimización percibida.
Si todo el mundo es víctima, entonces nadie lo es. Parece que hay una versión victimista de la ley de Gresham: Las víctimas falsas sacan de circulación a las verdaderas.
En vez de reconocer que la vida humana está marcada por sinsabores y limitaciones, hemos decidido que las casi infinitas expectativas sobre el propio bienestar de cualquier tipo no son simplemente metas sino derechos adquiridos.
El victimismo puede verse como un impulso cultural para negar la propia responsabilidad y obsesionarse con las quejas de un ego insaciable.
Es una fórmula que pega a la víctima con su victimización ligando su poder a su status como víctima.
( Charles J. Sykes, A nation of victims, Pag. 11-24 )