November 19, 2008
En la Democracia también hay mano invisible
En Capitalismo, Socialismo y Democracia, Joseph Schumpeter, específicamente en el capítulo dedicado a la Democracia, hace una analogía muy interesante entre el mercado y su función social -digamos, el bien que brinda a todos los individuos que concurren en este- y la democracia y su función social -resaltando la dinámica competitiva de las democracias representativas-; reproduzco el pasaje:
"Por ejemplo, la razón por la que existe un fenómeno como la actividad económica es, por supuesto, que las personas necesitan comer, vestirse, etcétera. Proveer los medios para satisfacer esas necesidades es el fin o sentido social de la producción. No obstante, todos estamos de acuerdo en que esta tesis constituiría un punto de partida de lo más irreal para una teoría de la actividad económica en una sociedad mercantil y en que procederíamos con mucho más acierto si partiésemos de tesis relativas al lucro. De un modo semejante el sentido o función social de la actividad parlamentaria es, indudablemente, hacer leyes y, en parte, adoptar medidas administrativas. Pero para comprender cómo la política democrática sirve a este fin social tenemos que partir de la lucha de la competencia por el poder y las magistraturas y darnos cuenta de que la función social se cumple, por decirlo así, subsidiariamente en el mismo sentido en que la producción es subsidiaria a la obtención de un lucro.”
En la Ciencia Política esta es ya una referencia clásica y ha inspirado muchos análisis sistémicos del comportamiento político de los partidos en las democracias representativas, especialmente entre representantes de la escuela de la Elección Pública, siendo el ejemplo más destacado Anthony Downs y su obra Teoría Económica de la Democracia.
Sin embargo, el argumento de que la competencia es buena para la política democrática sigue generando mucha oposición, o a lo menos, escepticismo. En Schumpeter -y en Downs-, la función social de la Democrácia, o sea, la generación de políticas que obedezcan de alguna forma -al menos residualmente- al consabido principio de la representatividad, no se cumple de ninguna forma aproximada si el sistema electoral es manipulado por la clase política para proteger intereses creados y determinar de antemano la forma del sistema de partidos; es más, es otra la "ley" que se cumple si de hecho restringimos la competencia electoral -con altos umbrales de entrada, número ideal de partidos, subsidios públicos-, nos referimos a la ley de hierro de la oligarquía enunciada por Robert Michels:
“Por una ley social universalmente aplicable, todo órgano de la colectividad, nacido por la necesidad de la división del trabajo, crea para sí mismo, tan pronto se consolida, intereses que le son peculiares.”
La única salida al principio de Michels es incentivar la movilidad de líderes, o sea, abrir el sistema a nuevas ideas y soluciones para la cuestión política, así como en el mercado para crear riqueza es esencial eliminar cualquier barrera de entrada al comercio, no sólo para acceder a mejores productos, sino también -y quizás más importante- para acceder a nuevas ideas y mejores soluciones para la cuestión económica.
"Por ejemplo, la razón por la que existe un fenómeno como la actividad económica es, por supuesto, que las personas necesitan comer, vestirse, etcétera. Proveer los medios para satisfacer esas necesidades es el fin o sentido social de la producción. No obstante, todos estamos de acuerdo en que esta tesis constituiría un punto de partida de lo más irreal para una teoría de la actividad económica en una sociedad mercantil y en que procederíamos con mucho más acierto si partiésemos de tesis relativas al lucro. De un modo semejante el sentido o función social de la actividad parlamentaria es, indudablemente, hacer leyes y, en parte, adoptar medidas administrativas. Pero para comprender cómo la política democrática sirve a este fin social tenemos que partir de la lucha de la competencia por el poder y las magistraturas y darnos cuenta de que la función social se cumple, por decirlo así, subsidiariamente en el mismo sentido en que la producción es subsidiaria a la obtención de un lucro.”
En la Ciencia Política esta es ya una referencia clásica y ha inspirado muchos análisis sistémicos del comportamiento político de los partidos en las democracias representativas, especialmente entre representantes de la escuela de la Elección Pública, siendo el ejemplo más destacado Anthony Downs y su obra Teoría Económica de la Democracia.
Sin embargo, el argumento de que la competencia es buena para la política democrática sigue generando mucha oposición, o a lo menos, escepticismo. En Schumpeter -y en Downs-, la función social de la Democrácia, o sea, la generación de políticas que obedezcan de alguna forma -al menos residualmente- al consabido principio de la representatividad, no se cumple de ninguna forma aproximada si el sistema electoral es manipulado por la clase política para proteger intereses creados y determinar de antemano la forma del sistema de partidos; es más, es otra la "ley" que se cumple si de hecho restringimos la competencia electoral -con altos umbrales de entrada, número ideal de partidos, subsidios públicos-, nos referimos a la ley de hierro de la oligarquía enunciada por Robert Michels:
“Por una ley social universalmente aplicable, todo órgano de la colectividad, nacido por la necesidad de la división del trabajo, crea para sí mismo, tan pronto se consolida, intereses que le son peculiares.”
La única salida al principio de Michels es incentivar la movilidad de líderes, o sea, abrir el sistema a nuevas ideas y soluciones para la cuestión política, así como en el mercado para crear riqueza es esencial eliminar cualquier barrera de entrada al comercio, no sólo para acceder a mejores productos, sino también -y quizás más importante- para acceder a nuevas ideas y mejores soluciones para la cuestión económica.
Comments:
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Ese libro lo compré en una librería de libros usados, y estoy recién empezando a leerlo.
De acuerdo con ello, ¿habría que cambiar el sistema electoral o no?
De acuerdo con ello, ¿habría que cambiar el sistema electoral o no?
Curiosamente yo también conseguí mi copia en un Rastro de libros. Te hago una advertencia: el libro parte de la premisa de que el socialismo va a triunfar sobre el capitalismo y en consecuencia, y a pesar de que Schumpeter es partidario del capitalismo, se trata de afrontar los problemas económicos que supone la implementación de un sistema económico socialista, haciendo especial hincapié en el problema del cálculo económico señalado por Mises. Obviamente, eso hace que las dos partes del libro dedicadas al Capitalismo y al Socialismo carezcan de vigencia... Sin embargo, la tercera parte del libro, dedicado a la democracia sigue siendo muy vigente, y es la joya de la obra. También tienes al principio de la obra unas reflexiones sobre el éxito del pensamiento marxista que explican muy bien su amplia difusión entre la intelectualidad europea de la época, y de paso de la nuestra en nuestros días.
Sobre el tema electoral... Sí, hay que hacer reformas importantes, todas tendientes a la desregulación, especialmente sobre los requisitos de participación de organizaciones e individuos en el proceso electoral. El tema del financiamiento también es clave, porque los subsidios públicos privilegian a los actores existentes y son un mecanismo de entrada para el Estado en los partidos políticos. Las reglas electorales referentes a divisiones políticas, sistemas proporcionales de asignación de curules, etc., necesitan ser revisadas usando como criterio aquellas reglas que menos controversia suscitan entre los electores; en el caso de Panamá, el "winner takes all" es reconocido sin problema por todos, así que se presenta como la base para un sistema de escogencia incontrovertible.
También es importante repensar el rol que los magistrados del TE deben jugar en el diseño de las normas electorales; en la actualidad llenan los vacíos con interpretaciones que restringen la participación y revisan constantemente el código electoral, que ya se parece al código administrativo, un rompecabeza de normas que no se sabe bien cómo encajan unas con otras.
La libertad implica que los políticos tienen que trabajar para gobernar, por eso es esencial para proteger a la sociedad de la política; con privilegios, a los políticos les resulta muy fácil abusar discresionalmente del poder.
Aún estamos a tiempo de revertir el proceso de sobreregulación electoral en Panamá, es necesario insistir para que el tema forme parte del debate público.
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Sobre el tema electoral... Sí, hay que hacer reformas importantes, todas tendientes a la desregulación, especialmente sobre los requisitos de participación de organizaciones e individuos en el proceso electoral. El tema del financiamiento también es clave, porque los subsidios públicos privilegian a los actores existentes y son un mecanismo de entrada para el Estado en los partidos políticos. Las reglas electorales referentes a divisiones políticas, sistemas proporcionales de asignación de curules, etc., necesitan ser revisadas usando como criterio aquellas reglas que menos controversia suscitan entre los electores; en el caso de Panamá, el "winner takes all" es reconocido sin problema por todos, así que se presenta como la base para un sistema de escogencia incontrovertible.
También es importante repensar el rol que los magistrados del TE deben jugar en el diseño de las normas electorales; en la actualidad llenan los vacíos con interpretaciones que restringen la participación y revisan constantemente el código electoral, que ya se parece al código administrativo, un rompecabeza de normas que no se sabe bien cómo encajan unas con otras.
La libertad implica que los políticos tienen que trabajar para gobernar, por eso es esencial para proteger a la sociedad de la política; con privilegios, a los políticos les resulta muy fácil abusar discresionalmente del poder.
Aún estamos a tiempo de revertir el proceso de sobreregulación electoral en Panamá, es necesario insistir para que el tema forme parte del debate público.
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