November 14, 2008
Libertad económica y crisis
Por Alfonso Grimaldo, de la Fundación Libertad de Panamá, publicado en el diario La Prensa
El domingo 9 de noviembre, los apasionados por la libertad en todas sus formas celebramos el Día de la Libertad, donde conmemoramos la caída del Muro de Berlín y la revolución de 1989 que conllevaron la liberación de Europa Central y Occidental de las políticas del comunismo.
Hoy, 19 años después, nos encontramos en una situación algo distinta al júbilo que se sintió en esos días de noviembre de 1989. Nos encontramos en el medio de una crisis financiera que rápidamente se está convirtiendo en el peor desastre económico que hemos experimentando en estas generaciones.
Los críticos del liberalismo clásico están ciertamente en su paraíso terrenal, y la verborrea ideológica no termina sobre cómo el mercado libre tiene la culpa, que se necesitaba más regulación, y que el Estado ahora debe entrar e intervenir para solucionar este lío. Pero si retrocedemos la cinta veremos que fue el intervencionismo estatal el que sentó las bases para esta crisis. Y es responsabilidad de los liberales clásicos promover el conocimiento de esta verdad, más aún en un mes donde se conmemora la libertad y sus valores.
Todos estamos familiarizados con las causas populares de la crisis financiera, pero ciertamente el debate continúa y nadie sabe con exactitud cómo ocurrió todo, pero la tendencia general es atribuir el desastre presente a una falla de mercado. A lo cual los liberales debemos responder que esta observación es equívoca. Cada día hay más evidencia de que la crisis es resultado de una falla de Estado.
Ciertamente vemos los inicios de esta catástrofe en el mercado hipotecario de EU, y si vemos bajo el capó, veremos que detrás de las denominadas hipotecas subprime está la política estatal estadounidense de promover a través de entes financieros con garantías implícitas como Fannie Mae y Freddie Mac, el financiamiento de préstamos para adquirir viviendas a sectores que no contaban con los niveles de ahorro suficientes.
Además podemos mencionar el Community Reinvestment Act (CRA) de 1977, reformado varias veces, la última en 2005, que básicamente estimulaba a bancos locales a conceder préstamos hipotecarios y prevenía que practicaran lo que se conoce como redlining (cuando el banco se rehúsa a otorgar prestamos hipotecarios, o incrementa el costo de los mismos, a ciertos grupos de alto riesgo, como latinos, afroamericanos y familias de bajos recursos).
El CRA funcionó, ya que de cada 100 personas que solicitaban préstamos hipotecarios, 29 eran rechazadas en 1997 (un poco antes de que fuera reformado para incluir más bancos bajo su jurisdicción), número que bajó a 14 personas de cada 100 en 2002, creando un enorme pozo de crédito riesgoso listo para estallar.
La otra falla de Estado la vemos en la política monetaria impulsada por la Reserva Federal estadounidense, que fracasó en actuar prudentemente en los años del boom económico, permitiendo tasas de interés artificialmente bajas, que a su vez estimulaban el endeudamiento de personas y empresas. El exceso de la oferta monetaria creó una demanda por activos financieros. Por tanto, los valores de tales activos se elevaron artificialmente, creando una burbuja económica, particularmente en el mercado inmobiliario. Eventualmente, para revertir esta política, se elevó la tasa de interés, resultando más difícil para los deudores cumplir con sus obligaciones, precipitando la crisis.
Los tres requisitos fundamentales que debe cumplir el Estado debido al enorme impacto que este posee en la liquidez de la economía no fueron cumplidos: No aseguró la transparencia para que los agentes económicos tomaran decisiones responsables, no contó con un sistema de señales que permitiera advertir situaciones de iliquidez e insolvencia, ni contó con normas suficientes para que los agentes económicos asumieran los costos de sus malas decisiones. Es cierto que vivimos en un periodo de crisis financiera, pero no podemos ser engañados por aquellos que dicen que más regulación y más intervención estatal nos van a salvar y van a prevenir futuras crisis. Si algo debemos entender, es lo opuesto. Aquellos países con índices de libertad económica más altos son los que experimentan un periodo de desastre financiero más corto que aquellos que tienen menor libertad económica.
Les pongo el ejemplo de Latinoamérica en la década de 1980, que con un índice de libertad económica (ILE) de 5.3 tuvo una recesión de 6.6 años, y del sudeste asiático, que con un ILE de 7.2 tuvo una recesión marcadamente más corta, de 3.3 años.
La libertad económica facilita la corrección del mercado, la intervención estatal no. Debemos luchar por nuestra libertad económica en contra de aquellos que, alegando razonamientos falsos, desean usurparla. Solo así sentiremos nuevamente ese júbilo de 1989 y saldremos de este embrollo. Como dice Havel: “siempre he sabido que el único sistema económico que funciona es el de mercado. Esta es la única economía 'natural', la única que realmente tiene sentido, la única que puede llevar a la prosperidad; porque es la única que refleja la naturaleza misma de la vida”.