December 18, 2008

 

Las escuelas libres y las otras


Entre los lugares que llamamos “escuelas”, algunos son lugares de “hacer”, como las escuelas de manejo, cocina, y baile. Un buen ejemplo son las escuelas Berlitz de idiomas. No tratan de obligarnos por ley a aprender un idioma. No nos dicen que, si queremos aprender un idioma, tenemos que ir a su escuela. Sólo nos dicen que, si queremos aprenderlo, ellos tienen los recursos para ayudarnos.

Una vez en la escuela, sólo aprendemos el idioma que queremos. No nos obligan a aprender Alemán como condición para aprender Francés. Nos quedamos el tiempo que queremos; cuando tenemos suficiente nos vamos. No nos ponen una etiqueta para que el mundo sepa que fuimos buenos o malos estudiantes.

Por el contrario, la gran mayoría de las escuelas que conocemos, son escuelas de educadores. A las escuelas de hacer las denomino “escuelas”. A las de educadores, “Escuelas”. Hay muy poco que se pueda hacer para mejorar las “Escuelas”, y lo más seguro es que van a empeorar.

Podemos establecer la misma distinción respecto a los educadores. Quienes ayudan a los “hacedores” a hacer lo que han decidido hacer libremente, los llamo “profesores”. A los que tratan de que la gente aprenda lo que otros han decidido que les conviene, los llamo “Profesores”.

Nunca puede haber franqueza y honestidad cuando una persona tiene poder sobre otra. Recuerdo una conversación con un amigo que estaba terminando sus estudios en Harvard, y era muy buen estudiante. Le pregunté un día si él y sus compañeros discrepaban con sus profesores. Se rió y me dijo : “Ellos nos dicen que eso es lo que quieren. Pero los que quieren sacar A prefieren no discrepar. Saben perfectamente que no hay forma de obtener esa calificación si uno no está de acuerdo con el profesor”.

Años después les dije a un grupo de profesores en Toronto que cuando una persona tiene poder sobre otras no es posible que tengan conversaciones sinceras entre ellas. Después de la charla, una joven profesora se me acercó totalmente indignada. Insistía en que el hecho de que ella decidía las notas de sus estudiantes no impedía que ellos no tuvieran ningún miedo a decirle lo que pensaban. Después de unos minutos le pregunté :”¿Hay gente que tiene poder sobre usted, poder para despedirla, darle o negarle aumentos, promociones y similares?” Ella me dijo que sí. Yo le pregunté : “¿Hablaría con ellos como ha hablado conmigo?” Después de unos momentos, admitió que no. Ese es el punto.

(John Holt, Instead of education, Pag. 18-26 )

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