January 23, 2009

 

El principio de incertidumbre

Se quejaba un hincha del Barcelona de que los árbitros tenían un código secreto: “en caso de duda, pita a favor del Madrid”.
No sé si eso será verdad para los árbitros de fútbol, pero estoy seguro de que ellos quieren sus trabajos y todos aquellos que cuidan sus trabajos saben que “en caso de duda, pita a favor del poder”.
“Poder” que se manifiesta, en su máxima expresión, en el siempre creciente rol del gobierno en nuestras vidas.

Nada más ilustrador de aquel principio que este casi universal llamado “a mayor regulación de los mercados financieros”. Acaso estas personas, que hacen semejante aseveración, no se dan cuenta de que desde hace mucho tiempo, la industria financiera está entre las industrias más reguladas del mundo. Recordemos un poco: La Reserva Federal fue creada en 1913 con el objetivo de garantizar la estabilidad bancaria y el valor del dólar; la Comisión de valores (SEC) fue creada para asegurar la transparencia y fiabilidad de los mercados; la SEC licenció compañías certificadoras (S&P, Fitch, etc.) para certificar la fiabilidad de los mercados de bonos; Fannie Mae y Freddie Mac fueron creadas para “facilitar” el crédito hipotecario etc.

Creo que no será necesario elaborar mucho para decir que el fracaso de estas instituciones ha sido espectacular. Y, sin embargo, los “especialistas” piden más de ellas. Más controles y presupuestos. Y sus funcionarios son ascendidos y aplaudidos por los medios. ¿Qué pasa? ¿Por qué una empresa privada cuando fracasa en sus funciones desaparece de inmediato y sus dueños pierden lo que invirtieron y entran en desprestigio, mientras las instituciones del Estado cuando fracasan sólo crecen aún más en importancia y volumen? Bueno, creo que es el principio de incertidumbre del que venía hablando: cuando en duda, “pita” a favor del poder, a favor del Estado.

¿Por qué hacemos esto? Creo que hay dos motivos, uno es inseguridad y el otro confusión. Es difícil ser adulto, la vida pierde esa certidumbre que nos daban nuestros padres. Las decisiones pesan más, no tanto porque seamos menos capaces para resolverlas que nuestros padres, más bien porque tememos cargar con la culpa del error, ¿a quién culparemos si nuestros planes fracasan? Qué bueno sería descargar aquella responsabilidad en otro que aunque no sea más capaz que nosotros para resolverla, por lo menos tendremos a quien culpar y eso nos hará dormir tranquilos. Los políticos, muchos de ellos personas con un exceso de amor propio, saben eso y lo explotan. Por eso, las fotos que vemos en las calles de políticos en posición paternal o maternal ante la “masa”.

El otro motivo es la confusión, la incertidumbre generada. Al haber dejado nuestro sistema educativo en control del Estado nuestros gobernantes han sabido aprovechar esa circunstancia para hacer del conocimiento algo cada vez más complicado y con menos sentido. Ocultar verdades sencillas sobre el manejo de la economía y la sociedad detrás de una casta sacerdotal, hoy llamados especialistas, que trabajan, directa o indirectamente, para el Estado, y que con un lenguaje obtuso e incomprensible que en realidad dice: “usted no sabe nada, déjese gobernar”. O sea, que cuando en duda, “pite” a favor del gobierno que por lo menos algún empleo te consigue.

Y así estamos. Qué diferentes serían las cosas si tan sólo la gente aprendiera a cargar con su responsabilidad y su culpa. Que como en el cuento del Flautista de Hameling la gente de las subprimes se fue feliz tras la música, pensando que una vez el Estado respaldaba nada malo podía pasar. La tranquilidad de no tomar decisiones uno mismo. Dejarse llevar por la corriente. ¿Las cosas salieron mal? Busquemos a algún culpable y hagamos más leyes para que no vuelva a pasar, nuestros políticos siempre tienen nuevas ideas al respecto.

Un estadista, Thomas Jefferson, habló de que los estados libres se fundamentan en ciudadanos con “carácter”. Personas que no tengan miedo a tomar sus propias decisiones. A los políticos no les gusta eso. Ese tipo de ciudadanos no se deja mandar. Por eso han creado todo un sistema para relevar al ciudadano de responsabilizarse por su vida y la de sus hijos. Desde la educación, pasando por la salud hasta la economía.

Y cuando las cosas van mal, y es que van a salir mal, surge el típico cruce de culpas que todos conocemos y que caracteriza la política de todos los días. La eterna esperanza de que el “próximo gobierno hará las cosas bien, como deben ser”. Así, políticos van y vienen pero una cosa es segura para las “masas” sin carácter de nuestros países: “cuando en duda, pitan a favor del gobierno”.

( Artículo de Olmedo Miró, de la Fundación Libertad de Panamá, publicado en el diario La Prensa)

Comments:
Yo no creo que la gente evite su responsabilidad, de hecho no tienen la capacidad de hacerlo. Más temprano que tarde termina pagando los platos rotos, lo que significa que es la realidad la encargada de hacer cumplir la responsabilidad individual.

El estado, como ficción que es, vive y se alimenta del engaño mental a los individuos, pero de ninguna manera puede evitar los efectos negativos de sus actos. Ahí están asumiendo su responsabilidad.

Ultimamente he llegado a pensar que en asuntos como educación y salud sí, el gobierno puede decir que es su responsabilidad y todo lo que quiera. Pero eso no quita que cada uno sea responsable por su propia educación y salud.

Si alguien está enfermo, tiene las opciones públicas y privadas para atender la enfermedad. Si la pública no le sirve debe dejar de pagarla y empezar a pagar privada. Pero si sigue pagando la pública y negándose el servicio privado será su propia responsabilidad si algo peor le pasa. Tan simple como eso.

Lo mismo con la educación.
 
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