January 01, 2009
Mercado y cultura: El arte en una economía de mercado(1)
El mercado del arte consta de artistas, consumidores y distribuidores. Los artistas trabajan para lograr autodesarrollo, fama y dinero. Los consumidores apoyamos a los creadores con nuestro dinero, tiempo y aprobación. Los distribuidores ponen en contacto a los artistas con los consumidores. La oferta y demanda alimenta la creatividad y disemina sus resultados.
El capitalismo genera la riqueza que permite a los artistas vivir de su arte. Los mayores niveles de riqueza han liberado a los individuos creativos de los trabajos físicos y les han dado la oportunidad de perseguir sus sueños.
El mercado del arte falla a veces en reconocer los méritos de los grandes creadores, pero una economía rica hace un mejor trabajo que una pobre, ya que ofrece a los artistas muchas fuentes de apoyo financiero.
Muchos de los artistas franceses del siglo XIX, como Degas, Manet, Monet, Baudelaire y otros, vivieron a costa de sus familias. Marcel Proust se apoyó en la riqueza de su familia obtenida en la bolsa. Gauguin se fue a Tahiti sabiendo que sus cuadros se revalorizarían en su ausencia. La seguridad financiera permite a los artistas rechazar los valores de la sociedad.
Sin embargo, muchos artistas rechazan la vida bohemia y buscan las ganancias. Entre ellos tenemos a los italianos del renacimiento y a Bach, Mozart, Haydn y Beethoven. Por ejemplo, Benvenuto Cellini decía que estaba dispuesto a trabajar para cualquiera que le pagase.
Según los economistas Baumol y Bowen las artes no se benefician de los progresos técnicos. Esto es un error. La imprenta, las innovaciones en el papel y la difusión de Internet han contribuido a la disponibilidad de una enorme cantidad de escritos. Los impresionistas franceses aprovecharon las innovaciones de la industria química para sus colores. Los discos y la radio han mejorado la productividad de la orquesta sinfónica.
Los mercados favorecen la diversidad cultural. Esto es obvio en cualquier cadena de libros o CDs. El mercado libera al artista de la tiranía del patrón y de la del gusto dominante. Hoy día se puede vivir cultivando un nicho y sin preocuparse de la mayoría. El arte es un diálogo continuo entre el artista y el consumidor y ayuda a ambos a decidir lo que quieren.
Los artistas ofrecen nuevos productos con frecuencia. Picasso innovó en vez de copiar a los impresionistas. Kronos Quartet han preferido la música de Glass y Riley en vez de la seguridad de Haydn y Beethoven. Schubert, Brahms y Bruckner eligieron nuevos caminos y se apartaron de Beethoven.
En una economía dinámica de mercado los artistas no pueden seguir haciendo lo mismo. Stravinsky, Picasso y los Beatles vencieron a sus competidores mediante sus metamorfosis de estilo. Otros pierden su ímpetu, como E. M. Forster, que publicó su última novela en los años 1920 aunque vivió hasta 1970.
Los outsiders y las minorías dirigen a veces la innovación artística. Parte del dinamismo de la cultura norteamericana se debió a los negros y a los judíos.
El capitalismo ha ayudado a los grupos minoritarios a lograr acceso al mercado. Los músicos de rhythm and blues, cuando fueron rechazados por las grandes compañías de discos, acudieron a otras como Chess, Sun, Stax y Motown.
Los pintores impresionistas franceses, rechazados por la academia dependiente del gobierno, montaron sus propias exposiciones. A principios del siglo XX, los judíos no eran aceptados en Estados Unidos en muchas profesiones. Sin embargo, desarrollaron la industria del cine con su propio capital, generalmente obtenido en el comercio al por menor.
( Tyler Cowen, In praise of commercial culture, Pag. 15-30 )