March 17, 2009

 

Sesgo político en educación

Existe el peligro de que en la determinación del contenido de los currículos educativos intervengan consideraciones partisano-políticas, es decir, que se use el aparato educativo estatal para adoctrinamiento intencionado de los niños. Sólo hay que considerar los casos más extremos como los vistos en países con regímenes totalitarios como Cuba. Por ejemplo, no sólo se elimina totalmente la religión como asignatura, sino que activamente se inculca el ateísmo a los niños. ¿Realmente responde esto a una necesidad científica de la educación? Por supuesto que no. Se trata simplemente de que el Estado cubano se rige actualmente y desde hace casi cinco décadas por una ideología atea militante, y no se conforma con no enseñar religión en las escuelas sino que se empeña en hacer que todos los niños crezcan siendo ateos.

En la Venezuela de Chávez se ha empleado el aparato estatal para buscar imponer un currículo escolar mucho crecientemente socialista, anticapitalista y antinorteamericano. ¿Realmente corresponde al Estado determinar las ideologías de las personas?

Los ejemplos de Cuba y de la Venezuela de Chávez son extremos, pero de ningún modo son casos únicos. En las democracias occidentales también existe la desviación de poder para orientar la educación de los muchachos hacia ideologías determinadas, no necesariamente compartidas por la mayoría de la población. La promoción de ideas nada ortodoxas por parte el Estado es algo que se manifiesta, por ejemplo, en la defensa de la homosexualidad como algo “natural” y “normal” en algunos países, como es el caso de España, que el gobierno socialista de José Rodríguez Zapatero ha querido impulsar con un manual de orientación sexual para uso escolar claramente alejado de lo considerado ortodoxo en un país de mayoría católica como lo es España.

En una sociedad liberal definitivamente no corresponde al Estado controlar ni dirigir la conciencia moral de las personas. El uso ya sea manifiesto o solapado del poder estatal para dicho objetivo es, cuando menos, una usurpación del poder confiado por la población a sus gobernantes, en el caso de las democracias que gozan de legitimidad, o una manifestación más de total desdén por la libertad de conciencia en el caso de los regímenes que no gozan de legitimidad democrática. En cualquier caso, la diferencia en la gravedad de la falta es meramente cuestión de grado. Es esto un grave peligro inherente al hecho que los currículos académicos vengan determinados por el Estado.

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