April 14, 2009

 

¿Por qué ya no colgamos a los piratas?

[Artículo por Bret Stephens en The Wall Street Journal en Noviembre 25, 2008. Este artículo es muy relevante en el tema de la Civilización y sus enemigos.]

Es una apuesta segura, estimado lector, que el título de esta columna le ha provocado a usted (a) girar sus ojos y preguntarse, ¿en qué siglo cree usted que vivimos?, o (b) rascarse la cabeza y preguntar, sí, ¿por qué no lo hacemos? Lo que sea que usted piense, la pregunta define una línea divisoria en la visión del mundo civilizado sobre las más recientes manifestaciones del barbarismo.

En lo que va del año, los piratas que operan desde Somalia han atacado más de 90 naves, atrapado más de 35, y en estos momentos retienen 17. Unos 280 tripulantes están retenidos como rehenes, y dos han sido asesinados. Billones de dólares de carga han sido capturados; millones han sido pagados como rescate. Una fuerza multinacional ha tratado de asegurar un corredor en el Golfo de Adén, a través del cual pasa el 12% (por volumen) de todo el petróleo transportado por mar, y naves estadounidenses, británicas e indias han enfrentado a los piratas con el uso de la fuerza. Aún así, el número de ataques piratas continúa aumentando.

¿Por qué? El punto de vista de altos oficiales militares estadounidenses parece ser, en efecto, que no hay una autoridad legal con jurisdicción suficiente. El Título 18, Capítulo 81 del Código de los Estados Unidos establece una sentencia de cadena perpetua para los extranjeros capturados en el acto de piratería. Pero, crucialmente, la ley sólo aplica contra piratas que ataquen naves con bandera de los Estados Unidos de América, de las cuales hoy día quedan muy pocas.

¿Y qué hay del derecho internacional? El artículo 110 de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar -ratificada por la mayoría de los países, pero no por los Estados Unidos de América-, prohibe a las naves militares disparar a sospechados piratas. En su lugar, deben primero enviar un grupo de abordaje a inspeccionar si los piratas son, de hecho, piratas. Una reciente Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU permite armadas extranjeras a perseguir a los piratas dentro de aguas somalíes -siempre que el inestable gobierno de Somalia esté de acuerdo- pero la resolución expira la semana próxima. Respecto de la idea de destruir, al modo de Stephen Decatur, la ciudad-puerto de Eyl, que funciona como la próspera capital de los piratas, esto también requeriría autorización de las Naciones Unidas. Ayer, una organización de armadores pidió a la OTAN que bloquee la costa somalí. La OTAN rápidamente declinó.

Y está también el problema de qué hacer con los piratas capturados. No existe un cuerpo internacional similar a las viejas Cortes del Almirantazgo que actualmente tenga jurisdicción para juzgar piratas y enviarlos a prisión. El Ministerio de Exteriores [British Foreign Office] británico recientemente emitió una opinión legal advirtiendo a las naves de la Real Armada que no capturen piratas, no sea que éstos busquen asilo en el Reino Unido o de otro modo enfrenten repatriación a jurisdicciones en las que serían tratados duramente, en violación de la Ley de Derechos Humanos británica.

En marzo de 2006, la Armada estadounidense tomó 11 piratas prisioneros, seis de los cuales resultaron heridos. No queriendo sentar un precedente de juzgamiento de piratas en tribunales de los Estados Unidos, el Departamento de Estado dejó a Kenia hacer el trabajo. Los heridos pasaron semanas a bordo del USS Nassau, disfrutando de atención médica de primera.

Toda esta exquisitez legal contrasta con lo que una vez fue una actitud más robusta. Los piratas, decía Cicerón, eran hostis humani generis -enemigos de la raza humana- a ser tratados en concordancia por sus captores. Es de notar que la noción de Cicerón sobre la piratería desapareció durante la Edad Media; su recuperación traza la recuperación del propio Occidente.

Para el Siglo 18, los piratas sabían exactamente dónde estaban parados con relación a la ley. Un diccionario jurídico de la época lo plasmaba: "Una piratería intentada en el océano, si los piratas son dominados, los captores pueden inmediatamente aplicar pena por colgamiento; aunque esto se entiende que es para el caso en que no se pueda obtener juicio legal."

Por severa que pueda parecer hoy esa pena (aunque necesaria, dado que los piratas capturados son demasiado peligrosos para mantenerlos abordo durante largos viajes marítimos), tuvo éxito en prácticamente eliminar la piratería para fines del Siglo 19 -un logro civilizacional no menos importante que la eliminación de la viruela una centuria después.

Hoy, en contraste, un capitán de la Armada que tome prisioneros a piratas abordo de su nave de guerra moderna, tendrá un calabozo en el cual mantenerlos seguramente detenidos, y comunicaciones instantáneas mediante las cuales puede obtener guía superior y observar el imperio de la ley.

Sin embargo, lo que debería ser un triunfo tanto para la justicia como para la seguridad ha tornado ser más cercano a lo opuesto. En lugar de más seguridad, obtenemos la situación en deterioro descrita arriba. Y en busca de una mejor forma de justicia -bien definida hoy día como para mantener una conciencia limpia- lo mejor que obtenemos es una cárcel keniana. "Somos guerreros humanos", dice un oficial de la Marina de los Estados Unidos. "Cuando los piratas deponen sus RPGs y levantan sus manos, los capturamos vivos. Y eso es mucho más difícil que recoger cuerpos."

La piratería, por supuesto, difícilmente es la única forma de barbarismo que ocurre hoy día. Están los hombres-bomba suicidas en los buses israelíes, la lapidación de mujeres iraníes, y otros. Pero la piratería es ciertamente la más primordial de ellas, y nuestra incapacidad colectiva para lidiar con ella dice mucho sobre lo lejos que hemos retrocedido en nuestra búsqueda de lo que es erróneamente entendido como una política más humana. Una sociedad que borra la memoria de cómo superó el barbarismo en el pasado, inevitablemente pierde de vista el significado de la civilización, y los medios para sostenerla.

Comments:
Jaime:
La convención de la ONU que mencionas, supone, que el otro es civilizado como uno. Supone que el pirata se va comportar como un conductor que le pasan un parte por andar a alta velocidad. Es absurdo.

Supongo que el mismo criterio tendrá la ONU con respecto al terrorismo y la guerrilla. Habrá que enviar un delegado para saber si son o no terroristas.
 
Ayer estaba pensando cuál sería la causa principal que terminaría con nuestra civilización y concluí que serían las leyes estúpidas que impedirían cualquier actividad.Luego recordé la sentencia de Einstein:"Hay dos cosas infinitas,la estupidez humana y el universo,y sobre el segundo no estoy tan seguro."
 
Como comentaba Andrew McCarthy en un artículo en National Review Online el viernes pasado: "la civilización no es resultado de la evolución de la sociedad, sino la imposición de la voluntad humana sobre el mal. No es una inevitabilidad histórica. Es una batalla que debe ser peleada todos los días, porque el mal no retrocede voluntariamente ante las ruedas del progreso. No hay nada tan poco civilizado como el premiar el mal y por tanto garantizar que habrá más de él. No es civiizado apaciguar al mal, tratarlo con 'dignidad y respeto', racionalizar sus causas, equivocar sobre si el mal es realmente mal, y cuando todo esto falla, simplemente ignorarlo en la vana esperanza de que simplemente se desvancerá solo."
 
Jaime:
Me gustó la cita.
 
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