June 18, 2009
El futuro de la república comercial de Panamá
A nuestros futuros dirigentes: No los envidio, porque la nave de este pequeño Estado que les tocará dirigir viajará en mares tormentosos, casi sin duda, por los más turbulentos que ha tenido la economía global en tiempos modernos. Esta no es ni será la culpa de ustedes ni de los dirigentes pasados; es simplemente el precio que pagaremos por vivir en este mundo y eso es inevitable, a menos que queramos regresar a la barbarie.
Sin embargo, me atrevo a darles un consejo: no importa a dónde nos lleven los vientos que soplan en el mundo, mantengan el rumbo. Esto, más que una figura retórica, es el consejo de no traicionar la vocación claramente establecida en la historia de este país y por la vocación y cultura de sus ciudadanos. Panamá, desde sus inicios, es y ha sido una república comercial. Y esto es muy, pero muy bueno, y no debe cambiar. ¿A qué me refiero con eso de una república comercial?
Primero que todo, es una sociedad basada en la negociación y no en la imposición; de allí el sustantivo “negocio”. Hace un tiempo discutía con un amigo acerca de la legitimidad de la separación de Panamá de Colombia. Mi amigo trataba de demeritarla con base en que nuestra independencia no fue “heróica”, no hubo grandes batallas con muchos muertos, de hecho hubo hasta “coimas”, pero ¿acaso hubiera sido mejor si se ponían unos cuantos miles de muertos? Definitivamente, Panamá no tuvo un José Martí en una carga suicida contra un batallón de fusileros, pero ¿quién logró mejores resultados para su gente?
El comerciante trata de acomodar la mayor cantidad de intereses posibles, eso es bueno para su negocio. Blancos y negros, no importa su religión o consigna política, héroes, villanos, nacionales y extranjeros con tal que cumplan con su palabra y respeten la propiedad del prójimo; está bien y es beneficioso para todos porque más se comercia.
La tolerancia es una virtud del buen comerciante y de las sociedades conformadas por ellos. Contrario a la eterna tentación del gobernante de moralizar desde el poder, que no sólo ha sido contraproducente, sino que ha llevado al desastre y hasta al genocidio. En pocas palabras, el Estado debe limitarse a “dejar hacer”, laissez faire, pero sin violencia, como la mayor virtud de un gobierno en este tipo de sociedades.
Aunque las sociedades comerciales no quieren promover más virtudes que el comercio y el respeto a la propiedad del prójimo, la lista de valores resultantes es interminable: tolerancia, igualdad ante la ley, prosperidad no sólo en la abundancia de productos sino (y más importante) en la abundancia de ideas e innovación.
Es el ser humano en su máxima y más positiva expresión. ¿Acaso el ágora de los griegos no era un “mercado” donde se intercambiaba todo tipo de mercancías, incluyendo “ideas”? ¿No fueron los inventores de nuestro alfabeto, los fenicios, unos comerciantes? ¿Qué tal la república veneciana, equidad ante la ley en pleno medioevo? En cuanto a las artes, todo el mundo conoce esos pintores “malísimos” que surgieron en el puerto de Ámsterdam en su periodo clásico (es un sarcasmo)
¿Y qué me dicen del puerto de Nueva York y Londres? Pero volviendo al tema inicial, los mares tormentosos de la economía mundial, una sociedad comercial trae una virtud fundamental en tiempos como estos: flexibilidad. No sé cómo va a terminar todo este caos financiero que vive el mundo. Lo que sí es verdad es que el sistema monetario que rige el mundo actualmente está dando sus estertores finales; el rey dólar parece haber perdido su vestimenta.
La consecuencia de esto será una permanente volatilidad monetaria que causará caos en el sistema de comercio mundial. Las sociedades que mejor logren sortear esta tormenta serán aquellas con una amplia capacidad de adaptación.
Panamá ha probado su condición de adaptabilidad, ¡cultivémosla! A veces los panameños no sabemos lo que tenemos. Me contaba un costarricense, sorprendido ante la infraestructura turística que los comerciantes panameños han creado recientemente: “ustedes los panameños han creado en cinco años lo que a mi país le tomó 30 construir ¿cómo lo hacen?”. Bueno, aquí no hay banco central y el financiamiento llega a donde se necesite, en cuanto se necesite.
¿Quién iba a pensar que los malls panameños, inexistentes hace 10 años, iban a ser los culpables de que en la capital no se encuentre ni un cuarto de hotel? Créamelo, Panamá es una de las sociedades más exitosas de América Latina. El derrumbe de las sociedades comerciales se inicia cuando el gobierno crece demasiado y los ciudadanos aprenden a “expoliar” a sus prójimos empleando el poder coercitivo del Estado. Lastimosamente, en el mundo las corrientes giran en esa dirección, la de un Estado grande, regulador e intervencionista. Futuros dirigentes: aléjense de eso que no nos conviene. Utilicen todos los recursos estatales y de los ciudadanos en la única actividad legítima del Estado: detener la violencia y el crimen. Si es así, nuestro país surgirá glorioso, tal Venecia, después de la caída de Roma.